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Ileana Arduino: «En delitos de género la Justicia es particularmente ineficaz»

La abogada feminista llega a Rosario para participar del panel "Justicia y feminismo" organizado por El Ciudadano, este viernes a las 19.30 en la Facultad Libre (9 de Julio 1122), junto con la criminóloga Eugenia Cozzi, y las periodistas de este diario Silvina Tamous, Carina Ortiz y Negui Delbianco

En septiembre de 2014 el diario Clarín publicó una nota titulada “Una fanática de los boliches, que abandonó la secundaria” para describir a Melina Romero cuando aún estaba desaparecida. Días después la adolescente de 17 años fue encontrada asesinada. Había sido violada y su cuerpo descartado en una bolsa en un arroyo de José León Suarez, en el conurbano bonaerense. El artículo de Clarín generó críticas por todos lados pero no fue el único medio que trató el femicidio con el mismo tono. En ese contexto, la abogada feminista Ileana Arduino escribió un artículo titulado “La mala víctima”, en el que analizaba el tratamiento mediático como el ejemplo de una sociedad que enseña a las niñas a no ser violadas en lugar de enseñar a los varones a no ser violadores. Las palabras de Arduino fueron compartidas en pocas horas por miles de usuarias y usuarios. Llegaron para poner nombre a la sensación compartida de los delitos de género son juzgados con el foco en la vida de las víctimas.

Arduino tiene una amplia trayectoria en derecho penal, seguridad y políticas de género. Este viernes a las 19.30 llegará a la Facultad Libre (9 de Julio 1122) para la charla debate “Justicia y feminismo”, organizada por El Ciudadano en el marco de las actividades por los 20 años de La Cazadora, el primer suplemento de género de Rosario editado por este diario en 1999.

La mesa estará integrada también por la criminóloga Eugenia Cozzi, la jefa de redacción de El Ciudadano Silvina Tamous y la abogada y editora de Judiciales del mismo medio Carina Ortiz. La moderación estará a cargo de la jefa de Policiales de El Ciudadano, Negui Delbianco. En diálogo con este diario Arduino analizó la coyuntura actual del feminismo y el acceso a la Justicia.

—En los últimos años ganó lugar la discusión sobre si el feminismo es o no punitivista. ¿Vos qué opinas?

—El tejido social completo está permeado por una lógica punitivista, no es una expresión de los feminismos. La forma de pensar la violencia en las escuelas, los conflictos en grandes ciudades o entre jóvenes están abordados con reflejos punitivistas. Punitivismo es transformar cualquier conflicto en delito a través de la creación de nuevas formas penales o el aumento de las penas existentes. Yo no pediría nunca un aumento de las penas, me parece que son altas las que tenemos. Lo que pasa con el feminismo es diferente. Hay formas de conflicto que aparecían invisibilizadas en el Código Penal y que hubo que crearlas. Tipificar femicidio no es punitivismo ni es un uso demagógico de la herramienta penal. Fue una decisión política de colocar una figura penal para darle visibilidad a una práctica que estaba ignorada por las normas pero también por las prácticas judiciales. Tampoco es punitivismo plantear que en hechos que para la ley son delitos (como amenazas, lesiones, violación, abuso sexual o abuso sexual infantil) el sistema deja de responder y aplica una impunidad selectiva. Esto significa que da respuestas de impunidad. Que la Justicia responda con eficacia significa que reconozca que son conflictos relevantes que se caracterizan por ser expresiones de desigualdad de poder en las que el Estado tiene que intervenir para equilibrar esa forma de poder que se volvió dañina para una de las partes. Necesitamos investigaciones serias no basadas en estereotipos; no se trata de pedir condenas por condenas, sino de plantear que el modo de abordaje de estos casos ignora estos conflictos y decide sobre estereotipos. Nadie diría con otro delito que son investigaciones judiciales de calidad. Tampoco lo son con el añadido de que son sexistas. A nadie se le ocurriría decir que es punitivista que un Estado se vuelva eficaz en la investigación y sanción de la tortura en las cárceles, que hoy no se investiga y es delito. Y nadie diría que nos estamos volviendo punitivistas porque aumenta la eficacia frente al gatillo fácil, porque las reconocemos como violencias que no son tolerables para estas sociedades. Bueno, no se trata de inventar nuevos delitos ni de aumentar las penas. Se trata de garantizar el mismo nivel de eficacia y de tener la misma empatía que tendríamos para otros delitos.

—¿Cómo se suelen juzgar los delitos de género?

—En esos delitos en los que hay victimización en razón de género el nivel de funcionamiento es particularmente ineficaz. A diferencia de la mayoría de los delitos, en los de género a las víctimas no se les cree, se las pericia en su credibilidad, están puestas en la picota de la desconfianza, buscando el por qué tan tarde, por qué se contradicen, qué motivos adicionales tienen para hacer una denuncia. Eso implica un prejuicio muy grande respecto de la posibilidad que haya victimización en razón de género, pero también significa un grado de ignorancia alto de lo que producen esas formas de abuso, qué impacto tienen en la subjetividad de las personas, como hacen los jóvenes para lidiar con el abuso hasta la adultez, qué lugar tiene el silencio.

—¿Qué pasa con la introducción de la perspectiva de género en la Justicia?

—Me parece que es una disputa. Es un momento social que también atraviesa al sistema de justicia pero que es una forma y una perspectiva de conocimiento subalterna todavía para el discurso jurídico dominante. Sucede como en el mundo de la política, que dicen “esto es feminismo y esto es política”. Bueno, en la Justicia se dice «esto es derecho y esto es feminismo». Como si no pudiera haber producción de conocimiento jurídico feminista. Además de que no se hace caso a las exigencias normativas de convenciones internacionales en materia de género, hay que pensar cuáles son las limitaciones del discurso jurídico y el modo de abordaje de los casos de violencia de género. Cuando se limita a las herramientas jurídicas más conservadoras, impacta en la invisibilización de las asimetrías de género y en la perpetuación de formas de abuso, paradójicamente en el ámbito de la Justicia o a través de pronunciamientos judiciales cuando la expectativa de intervención de un espacio que debería resolver un conflicto está bastante lejos de lo que termina sucediendo, que son altos niveles de revictimización y una dinámica regular de enjuiciamiento sobre las víctimas y sus trayectorias vitales y biografías, más que un conocimiento acabado del tipo de conflictos que son presentados. Sobre todo cuando se trata ni más ni menos de conflictos de carácter sexual o la desigualdad de género tiene un peso específico.

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