La cadena HBO acaba de lanzar durante los primeros días de abril una miniserie documental realizada por Raoul Peck. La obra de este realizador haitiano se pudo conocer por estos lados allá por 2001 con la presentación de Las ganancias y nada más, un incisivo ensayo que abordaba las consecuencias de la catástrofe neoliberal en la población haitiana. Cineasta y activista político (fue incluso ministro de Cultura en Haití), Peck desarrollaba ya desde fines de la década del 80 una obra comprometida políticamente que alternaba frecuentemente entre la ficción y el documental.
Si bien su trayectoria es larga y reconocida en los circuitos de cine, tal vez sus últimos trabajos hayan tenido una resonancia mayor a nivel popular: la ficción biográfica El joven Marx (2017), y el documental nominado al Oscar No soy tu negro (2016). Este año, con Exterminad a todos los salvajes, Peck irrumpe en el mundo televisivo con una propuesta cruda y provocativa que realmente merece atención: el eje temático es la persistente brutalidad colonialista de la gran Europa y de su hija pródiga, Norteamérica.
El director haitiano no hace concesiones y escupe sus reflexiones y acusaciones en cuatro horas agitadas y vertiginosas.
La sangrienta y oscura historia de Occidente
Miniserie o película emitida en cuatro capítulos, Exterminad a todos los salvajes asume una exuberante forma enunciativa ligada a lo ensayístico. La trama discursiva no es lineal, el relato, entre reflexiones y exposición de hechos, va y viene saltando entre tiempos históricos y espacios geográficos, haciendo uso además de una enorme diversidad de materiales y formatos (archivos familiares, recreaciones, películas, fotografías, pinturas).
Los vínculos entre acontecimientos se multiplican en un tejido que crece desmesuradamente abarcando toda la sangrienta historia de esa entidad oscura que se da en llamar Occidente. La vida personal del mismo Peck entra en juego con notables archivos familiares y con su relato oral que, en primera persona, sirve de descarnada guía en todo el viaje.
El cine mismo también se convierte en material para reflexionar, el Hollywood clásico y contemporáneo, con toda su carga colonialista, se alterna con archivos históricos de todo tipo y con recreaciones dramáticas de algunos acontecimientos puntuales.
El tejido es amplio y esa es su principal fuerza. Muchas de las cosas narradas o dichas de modo acusador son ya conocidas, pero el mapa que se va conformando paso a paso termina por ser apabullante al generar una constelación cada vez mayor de hechos atroces. Con cada conexión, la acusación crece hacia un horizonte que se escapa irremediablemente.
Al poco tiempo de comenzar el relato, ya no parece existir un afuera de esa carnicería occidental legitimada históricamente por quienes se han erigido como adalides de la “humanidad”.
Exterminad a todos los salvajes produce rabia, hace crecer la furia. Es cierto que ya lo sabíamos, vivimos en el despliegue constante del desastre colonialista, pero verlo expuesto de este modo en una miniserie de una cadena de televisión que lucha por el monopolio, incluso acrecienta esa sensación de furia y, en cierta medida, de impotencia. Pero esto ya sería otro tema.
La supremacía blanca como regla
Si bien el entramado de acontecimientos y reflexiones es abierto y expansivo, poniendo siempre en relación hechos distantes, el discurso oral suele ser, aquí, rotundo en la claridad de su posicionamiento.
Entre el carácter informativo, reflexivo y acusatorio, Raoul Peck, con su voz cavernosa y solemne, no duda en dejar constantemente todo en claro: la historia de Europa y de Norteamérica no es sino la historia de un genocidio interminable. África, Asia, América Latina, Medio Oriente, ningún territorio escapó jamás ni escapa aún a la constancia de la carnicería. La supremacía blanca es la regla.
Ni los países europeos que se proclaman como ejemplos de la tolerancia escapan a su complicidad con el desastre. Incluso, desplazando el tema hacia un punto que de algún modo logra redimensionarlo, Peck plantea al Holocausto ya no como un genocidio tomado como práctica privativa de la monstruosidad del nazismo, sino como la emergencia de una práctica histórica que ha impulsado el crecimiento de la gran Europa y de Norteamérica, y que no ha dejado de perpetrarse nunca.
Así, toda mirada puesta sobre la maquinaria nazi, toda acusación del occidente bienpensante y “humanista”, no es sino la mueca atroz de una hipocresía insoportable. La maquinaria genocida es el motor de la prosperidad económica, y no hay prosperidad de las elites sin la base de un genocidio permanente.
En Exterminad a todos los salvajes, colonialismo y exterminio son los conceptos básicos y excluyentes que definen a la cultura occidental.
El mapa interminable del exterminio
Desde ya que hay muchas cuestiones que se podrían abordar, incluso algunas posibles omisiones en lo relacionado a la constitución del sujeto (varón-blanco-burgués) europeo como dueño del mundo.
Pero Peck aquí pone la mirada en un punto, desde su historia personal, y a partir de esa perspectiva despliega incansablemente el mapa interminable del exterminio. El resultado es poderoso y movilizador.
Y no es que no lo hayamos sabido, pero el modo amplio y descarnado en que en esta serie de televisión se expone, produce un cierto vértigo: Europa y Norteamérica instalan sus privilegios sobre la superficie de un genocidio permanente, sin reparos ni atenuantes. La Ilustración europea fue un gesto criminal.
El Holocausto no es una excepción sino la regla. Occidente es una carnicería.
Exterminad a los salvajes / 1temporada / HBO
Creador: Raoul Peck
Archivos familiares, re-creaciones, películas, fotografías, pinturas