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Imágenes de la revuelta de la juventud brasileña que dijo basta

"Espero tu (re) vuelta”, es el premiado documental de la brasileña Eliza Capai sobre la lucha estudiantil en Brasil contra el cierre de 92 escuelas y la suba de tarifas del transporte y la irrupción de “una generación que decía ya basta de esto”

«Espero tu (re) vuelta”, es el premiado documental de la brasileña Eliza Capai sobre la lucha estudiantil en Brasil contra el cierre de 92 escuelas y la suba de tarifas del transporte y la irrupción de “una generación que decía ya basta de esto”.

La periodista y documentalista Capai, de 41 años, especialista en temas de género y cuestiones sociales, contó a Télam que “desde el principio teníamos mucha curiosidad de comprender quién era esta primera juventud nacida en democracia de Brasil, una generación que empieza a comprender qué es Brasil, que por primera vez empieza a mirarse al espejo y mirar qué racistas somos, qué clasistas somos, qué machistas somos y una generación que decía ya basta de esto”.

Galardonada en los festivales de Berlín, Olhar Do Cinema, Bafici y Yanagata, la película está contada por Marcela Jesus, Lucas «Koka» Penteado y Nayara Souza, cuyos testimonios ordenan el relato, une las escenas de las tomas de colegios que aparecen en el documental, ocurridas entre 2015 y 2017 y puede verse los jueves a las 21 en una de las salas del espacio sito en Av. Corrientes 1543.

“Lo que más me sorprendió en estos años es el coraje de estos jóvenes. Es muy bonito de observar de cerca”, indicó la realizadora, hija de presos políticos –que fueron dirigentes de movimientos estudiantiles en los años 60–.

Los jóvenes de diversos colegios de San Pablo –públicos y privados– tomaron las escuelas para enfrentar el proyecto de reforma educativa impulsado por el gobernador Geraldo Alckmin que incluía relocalizaciones y el cierre de 92 escuelas.

—¿Cómo nace la idea de hacer esta película? Desde el inicio, ¿cuál fue tu objetivo principal?

—En 2015 yo veía la toma de las escuelas por los estudiantes con mucho entusiasmo, un poco emocionada de ver cómo esta primera generación nacida en democracia en Brasil lograba actuar de una forma muy activa, muy creativa y muy dura para exigir los cambios por una educación pública de más calidad en Brasil, pero no empecé ahí la película. En 2016 cuando vi que los estudiantes habían tomado la asamblea de los Diputados de San Pablo en contra de un robo de la plata de las meriendas de las escuelas, envié un mensaje al Facebook de la ocupación y me permitieron entrar. Y para mí fue un poco raro porque cuando entré todos los medios estaban en la sala de afuera y no adentro con los estudiantes. Y cuando entré, como trabajo con cuestiones de feminismo y de género hace bastante pero no lograba comprender qué era esa generación; las niñas ahí con ropas súper cortas y yo me quedé preocupada porque estaba la guardia, estaban durmiendo ahí y entonces comprendí que esta generación no es solo de eslogan, ponen el propio cuerpo. Ellos decían, “mi cuerpo, mis reglas”. Y estuve segura de que había que hablar de esta generación de una forma más profunda.

—¿Cómo fue la experiencia de vivir de cerca esta lucha de los estudiantes?

—Yo estoy acostumbrada a filmar gente de más o menos mi edad. Cuando empecé la película, cuando empecé a grabar con Marcela (Jesús) me di cuenta de que yo era más grande que la madre de ella. Y para mí eso fue muy interesante porque fue una distancia de edad para lograr mirar lo que es realmente la siguiente generación de la mía. Y aprendí mucho sobre el debate de clase y de raza de una forma más profunda. Y a la vez en el final del proceso y con la victoria de Jair Bolsonaro aprendí también sobre decepción.

—¿Cómo fue el vínculo con estos jóvenes durante los años de filmación?

—La relación se fue profundizando al hacer el documental ya que no había un formato establecido de cómo sería la cosa y fuimos creando juntos. Ellos se entregaron mucho para hacer la película y confiaron mucho en que yo iba a hacer algo justo con lo que regalaban. Y esa relación no se termina cuando se terminó la película porque tuvimos un año de gira y en la Berlinale estaba Marcela, era la primera vez que ella salía del país, era la primera vez que alguien de su familia salía de Brasil y fue una experiencia muy compleja para ella de salir y estar en una sala en el Palacio de Cultura de Berlín con más de 1.000 personas mirando la película en la que era protagonista. Y con Nayara tuvimos la experiencia de viajar al Bafici y fue genial porque ella empezó a hacer contactos con los estudiantes argentinos y fue muy bonito mirar cómo se apropiaron de la película.

—¿Que te dejaron en lo personal estos años de trabajo en el documental?

—Cuando empecé la película pensé que iba a ser una película con final feliz, de una generación que ya no soporta la desigualdad de Brasil y las violencias del racismo, de la pobreza, de la desigualdad de renta, de educación, de calidad de vida brutal del país. Yo pensaba que eso se iba a quedar y que ellos iban a empezar otra historia. Pero fuimos atropellados por la propia historia de Brasil, especialmente por el crecimiento de la derecha. Me permití estar deprimida, estar triste y a la vez pensar en qué puedo hacer por esta realidad, comprender qué puedo hacer muy poco como una persona pero que puedo hacer cine. El cine como momento de terapia y como momento de sentir que otras personas tengan un momento de catarsis. A mi me parece muy importante para permitirnos sentir lo que sentimos y abrirnos al mundo de otra forma.

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