Científicos del BioRobotics Institute de Pisa, la École Polytechnique Federal de Lausana y otros centros europeos desarrollaron una mano robótica que permite a un usuario –que perdió la mano izquierda hace 10 años– recuperar la sensación del tacto y con un mecanismo de retroalimentación, incorporar conocimiento sobre la fuerza utilizada, entre otras características. Por ejemplo, distinguir una pelota de una mandarina, según informó la página web de El País de España.
En ese sentido, el avance dotará a los brazos robóticos de un mecanismo esencial –la retroalimentación– para dar precisión a los movimientos que ordena la mente del paciente. Con la ayuda de sensores similares a los utilizados en el experimento, será posible pronto emular otras sensaciones, como por ejemplo la sensación de temperatura.
Por el momento, la investigación se basa en un solo paciente, pero el consorcio científico europeo proyecta ahora un ensayo clínico. El paciente es danés, se llama Dennis Aabo Sorensen, tiene 37 años y perdió la mano izquierda hace nueve años en un accidente. Desde ayer es “la primera persona amputada del mundo que ha podido sentir el tacto de su mano artificial, y en tiempo real”, según los científicos de Lausana.
Los médicos del equipo conectaron la mano robótica a los nervios del brazo de Sorensen, que estaban intactos. Es el primer éxito de una iniciativa de las universidades y los hospitales europeos llamada Lifehand 2.
Los últimos años se realizaron notables avances en la robótica médica, la disciplina que intenta reemplazar los miembros y órganos perdidos por versiones mecánicas, como pantallas de electrodos implantados en la retina, piernas y brazos mecánicos controlados por la actividad cerebral del paciente y el último grito en ciencias de la computación e inteligencia artificial.
Mover el cursor de un ordenador o un brazo mecánico con la mente está al alcance de la tecnología actual. Pero si para esos movimientos SE debe tener alguna precisión, se hace imprescindible un mecanismo de retroalimentación (o feedback). En este caso, si se trata de una mano robótica, el sistema de retroalimentación esencial es el tacto: percibir la sensación de lo que está tocando la mano, la textura y la resistencia que ofrece al agarrarlo.
De otro modo, incluso con nuestras manos naturales, nos pasaríamos el día rompiendo vasos y dando bofetadas en vez de caricias. Esta es la cuestión esencial que han resuelto Silvestre Micera y sus colegas de Pisa, Lausana, Roma, Friburgo, Essex y la ciudad danesa de Aalborg. Presentan en Science Translational Medicine un esfuerzo conjunto que ha implicado a institutos europeos de robótica, neurología, prostética, ingeniería y bioingeniería, microsistemas, geriatría y ciencias de la computación. Hoy por hoy, la cooperación científica parece funcionar en Europa, por lo menos hasta que los gobiernos sigan haciendo aportes a la educación, las universidades y las investigaciones.