Desde el 26 de mayo, la noche en que un prefecto mató a su hijo, María no pudo volver a vivir a Tablada. La calle donde nació y donde vive su familia fue el lugar en el que su hijo Maximiliano Zamudio, de 16 años, fue ultimado de al menos dos balas. Cada vez que María camina por ahí se le revuelve todo. No siente miedo, siente impotencia: “Este hombre vino a mi barrio, mató a mi hijo y no estuvo ni un día detenido”. Para el abogado que defiende a la familia se trató de un caso de gatillo fácil, pero según Miguel Moreno, el fiscal que investiga el hecho, “hay dos versiones claramente encontradas”: la del agente que dijo actuar en legítima defensa ante un intento de robo y la de los vecinos que sostienen que se trató de una ejecución. De todos modos, después de varios meses de investigación, el autor del disparo fue imputado por el homicidio, aunque nunca perdió la libertad ya que no existe riesgo de fuga según el fiscal Moreno (ver recuadro).
María tiene 29 años. Nació en Tablada, el barrio que eligieron sus padres hace más de tres décadas y donde viven sus diez hermanos. En Colón al 4300, la mujer tuvo tres hijos. Maxi era el mayor y tenía una discapacidad mental, por lo que iba a una escuela especial que dejó unos meses antes de su muerte porque quería dedicarse al fútbol. Según sus amigos, lo que más le gustaba era jugar a la pelota y solían juntarse en la cancha ubicada detrás del Distrito Sur.
La noche del 26 de mayo se jugaba en la Bombonera el Boca-River que pasó a la historia por quedar suspendido luego de que en el entretiempo arrojaran gas pimienta a los jugadores del equipo millonario. A las 22, Colón al 4300 era una calle casi desolada y el único almacén que quedaba abierto se preparaba para cerrar.
María estaba acostando a Jeremías, su nene más chico, cuando escuchó los disparos, pero pensó que estaban tirando bombas por el partido. Un rato antes, Maxi había salido de la casa. Pasó por lo de su tía, agarró un yogurt y fue a la calle.
Cuando los pocos vecinos que estaban en la vereda vieron entrar un Falcon a la estrecha calle sin asfalto del barrio Tablada, no podían explicarse qué hacía un hombre solo a esas horas de la noche en un lugar donde casi nunca entran vehículos. Con extrañeza, se quedaron mirando y vieron que el conductor llamó a Maxi, que estaba acodado en la entrada de una casa. El chico se acercó a la ventanilla y, después de un intercambio de palabras, lo vieron caer al piso de un disparo. El hombre salió del auto, le pegó una patada y volvió a gatillar, esta vez en su cabeza.
El conductor del Falcon es Ariel Fernando C., un agente de 32 años que trabaja en Prefectura, quien dio una versión opuesta de lo que pasó esa noche. Según su testimonio, actuó en legítima defensa porque Maxi intentó robarle con algo que tenía apariencia de arma.
Luego de que los disparos retumbaran en su casa, María escuchó que la llamaban a los gritos. Salió a la calle y se encontró con su hijo muerto junto a un hombre armado al que no conocía. Empezó a gritarle que había matado a su hijo y se le fue encima para pegarle. El hombre se identificó como agente de seguridad. “Me decía que lo perdone, que no lo había querido matar y yo lo empecé a correr”.
La calle se empezó a llenar de vecinos y María gritaba que llamen a la Policía porque se le escapaba el asesino de su hijo. El oficial se metió en un pasillo sin salida. María agarró un palo y le empezó a pegar. Él se la devolvió, sacó el arma y disparó varias veces pero no logró herirla, sólo cubrir su huída. Cuando salía del pasillo, llegó un móvil policial. Esa noche, el Falcon fue incendiado por los vecinos de la zona, indignados por el asesinato de Maxi.
Después del crimen, la familia Zamudio aportó a la investigación seis testigos que dan cuenta de su versión de lo que pasó esa noche. El próximo 13 de agosto, con el abogado Marcos Chella como defensor, la familia se constituirá como querellante en la causa.
“Creemos que la Fiscalía está inclinada hacia la tesis del prefecto. No se puede aceptar una legítima defensa, primero por la edad del chico. Segundo, porque no se encontró ningún arma que no sea la del prefecto. Sólo hablaron de una culata de un rifle de aire comprimido. Vamos a hacer el pedido de reconstrucción del hecho y las pericias sobre los disparos. Queremos solicitar todas la medidas para llegar a la verdad”, dijo Chella y agregó: “Este no es un caso de gatillo fácil, es gatillo facilísimo”.
Lejos
Desde que murió Maxi, María no pudo volver a vivir en su casa de Tablada y se instaló en Tío Rolo, donde vive su madre. “Cada vez que paso por esa calle, se me revuelve todo. Siento mucha impotencia. Este hombre vino a mi barrio, mató y no estuvo ni un día detenido. Ni siquiera tuvo piedad de mí al disparar. Sólo quiero que el asesino de mi hijo esté preso”.
La testigo
Según la versión del prefecto, la noche del 26 de mayo no estaba solo cuando fue a Tablada. Ariel fue al pasillo acompañado de una amiga, quien tenía que buscar un equipo de música. Esta mujer es la testigo que aportó el agente a la investigación y avala la hipótesis de la tentativa de robo por parte de Maxi.
Sin embargo, los vecinos de Tablada dijeron que esa noche la chica no estaba y que es conocida en el barrio.
Además, deslizaron que el prefecto la habría sobornado para que declare a su favor. En oposición a estas versiones, el fiscal Miguel Moreno sostuvo que la muchacha fue amenazada.
Avances en la pesquisa del homicidio
El fiscal de Homicidios Miguel Moreno es quien investiga el homicidio de Maximiliano Zamudio. En diálogo con El Ciudadano sostuvo que el mes pasado Ariel Fernando C. (el prefecto que asesinó a Maximiliano Zamudio el 26 de mayo pasado) quedó imputado por homicidio simple agravado por el uso de arma de fuego.
Sin embargo, el prefecto no quedó detenido por el crimen ya que, según el fiscal, no hay elementos que indiquen riesgo procesal ni entorpecimiento de la prueba. “Siempre se mostró colaborador en la investigación y no hay ningún indicio de que pueda entorpecer la investigación, por lo que no tengo que presumir que se pueda fugar. Su comportamiento posterior dan cuenta de que tiene voluntad de someterse a la acción de la Justicia”. En relación a la hipótesis que maneja la Fiscalía en la investigación del homicidio, indicó: “Hay dos versiones claramente encontradas con puntos de apoyo, la del agente 0que dijo actuar en legítima defensa ante un intento de robo y la de los vecinos que sostienen que se trató de una ejecución”, detalló el fiscal y aclaró que el crimen se está investigando.