El 5 de julio de 1969, una de las bandas de rock progresivo más fulgurantes de la época, King Crimson, opacaría en parte la actuación de The Rolling Stones –que hacían su primera presentación pública luego de la desafortunada partida de Brian Jones– en un multitudinario recital en el vasto parque conocido como Hyde Park. Es que la banda, conformada por su líder Robert Fripp, en composición y guitarras; Michael Giles, en batería y percusión; por el bajista y vocalista Greg Lake; el tecladista, poeta y cantautor Peter Sinfield –quien le puso nombre a la banda, además– e Ian McDonald en flauta, clarinete, saxofón, vibráfono y mellotrón, tocaría en vivo las canciones del que luego sería uno de los álbumes más influyentes de ese periodo, In the Court of the Crimson King, que el grupo ya venía probando con inusitado rebote en los circuitos londinenses más populares.
En esa formación faltaba el batero Peter Giles, hermano de Michael, quien venía tocando con Fripp e Ian McDonald, antes de que surgiera el nombre del grupo, que hacía referencia a las matanzas impiadosas de los reyes británicos durante sus reinados (Rey Carmesí, por el color de la sangre derramada). Antes del concierto en Hyde Park, Crimson venía afilando su particular sonido –altamente elaborado– y cuando tocaron algunos temas en el club londinense The Speakeasy, la prensa especializada describió el concepto musical de la banda como “revolucionario”, y en verdad se trataba de un sonido tan sutil como estridente con climas bellísimos, nostálgicos y poderosos –explorados a fondo en Lizard (1970) y Islands (1971), dos álbumes majestuosos– que sentaría bases sólidas para gran parte de lo que vino después.
A partir de allí las fechas para tocar se acrecentaron hasta que en mayo de ese mismo año –1969– entraron a los estudios Wessex –luego de enemistarse con un productor que pretendía otro sonido para la banda– para dar forma final a In the Court… Ya en bateas, el disco treparía a los primeros puestos en varios rankings y un popular programa radial de la BBC lo pasaría permanentemente, casi como una banda de sonido de la propia emisora. Todo había sido refrendado por la actuación mencionada en Hyde Park ante medio millón de personas que reclamaban bises tras bises.
El rostro del hombre esquizoide
El estilo de King Crimson se basaba en composiciones improvisadas e impetuosas, con delicados momentos melódicos y otros de una desmesura sonora similar a la furia; las cinco canciones de In The Court… las tenían tan asimiladas por haberlas tocado sin parar durante casi diez horas por día durante los ensayos, pero también por tocar mucho en vivo. Tres días les llevó grabar el tema que da nombre al álbum”, mientras que “I Talk To The Wind”, “Epitaph” y “Moonchild” fueron registradas en un solo día, y “21st Century Schizoid Man” tuvo una sola toma sin retoques porque salió “perfecta”. La portada del disco vino de la mano de Barry Godber, un ingeniero en programación que había encontrado en la pintura lo que la ciencia exacta que había estudiado no le proveía. Sus cuadros tenían un gran tamaño y parecían haber sido pintados durante algún viaje lisérgico desde donde surgían algunas criaturas algo monstruosas o deformes.
Al final de la grabación, Godber les mostró dos de sus cuadros, uno de ellos era el rostro al que, sin dudarlo, los miembros de Crimson vieron como el del hombre esquizofrénico del siglo próximo, principal tema del disco. También se quedarían con el otro cuadro –otro rostro redondo con sus manos haciendo señas–, usado para ilustrar el interior del sobre del vinilo. Ya rodando por disquerías y radios, el álbum tuvo un rebote extraordinario, por lo que la gira de promoción pensada en principio solo para Gran Bretaña, se amplió a Estados Unidos, ya que allí treparon al top de los rankings en apenas un par de días. Cuando finalizaron el tour por Estados Unidos, al que fueron agregando fechas no pactadas de antemano, Ian McDonald y Michael Giles se bajarían de la banda aunque participarían del próximo álbum, el también magnífico In the Wake of Poseidon (1970). Ese mismo año Greg Lake abandonaría Crimson para integrar la portentosa Emerson, Lake & Palmer y un año después, en 1971, haría lo mismo Peter Sinfield luego de haber participado en las dos joyas antes mencionadas, Lizard e Islands.
Viaje exquisito y revelador
Tan brillante como intenso, tan épico como profundo, In the Court… cuenta con una progresión instrumental impresionante, compleja y hasta conmocionante, que sembraría una estela para el llamado rock progresivo –con todas las interpretaciones que contiene esta categoría– que llega hasta el presente y cuyas influencias son detectables en buena parte de las bandas de hard rock más sofisticadas. Sobre todo porque la banda, de puro cuño underground en sus comienzos, innovaba en la producción sonora, con imaginativos arreglos, sobre todo de Ian McDonald, quien hacía magia con los vientos y el mellotrón, instrumento este último que suponía algunos cambios radicales en el sonido de las bandas de rock progresivo y sinfónico. Fripp admiraba a McDonald y permitía que arreglara sus temas puesto que las coincidencias en el sonido buscado no eran pocas.
Evidentemente, “21st Century Schizoid Man” es el tema principal a partir de su enfática mixtura de psicodelia, intromisiones jazzeras –que adoptarían cada vez más en los discos venideros– y el timbre voluminoso y a la vez misterioso de la voz de Lake campeando en buena parte de los siete minutos que dura. La atmósfera cambia de forma rotunda con el track siguiente, el cálido “I Talk to Tthe Wind”, que se expande suave y embriagante y se corona con un solo flotante de flauta ejecutado por McDonald; le sigue “Epitaph”, una hermosa balada, penetrante en su estilo parsimonioso y ambiental. “Moonchild” es una declarada improvisación de sonidos de sintetizador en perfecta modulación y funciona como un corte instrumental a modo de interludio antes de la final y brillante “The Court of the Crimson King”, que cristaliza oscuros acordes de piano, pasajes acústicos, solos de flauta, una percusión entusiasta y experimental y la voz de Lake que abraza todo eso.
Aunque King Crimson iría superándose a sí misma en su concepto musical –incluidos los cambios de integrantes–, In the Court… fue señero y puso a la banda en un lugar privilegiado entre las grandes formaciones de rock progresivo de la época, fue vertiginosamente escuchado en todo el mundo, y su sonido continuó calando hondo a través del tiempo por la energía que irradia en sus canciones luminosas y ardientes. Por estos días, In the Court…cumple 55 años de existencia y no hay duda que todavía prodiga 45 minutos de inmersión en un viaje musical exquisito y revelador.