El hombre, desde siempre, en busca de su desarrollo y progreso, se ha esforzado por domesticar el fuego. Aunque fuente de vida, le ha ocasionado no pocos inconvenientes. Año a año, el país, la región y la ciudad, repiten la escena en la que el fuego se presenta bajo el ropaje del accidente. El fuego que ayuda a sostener la vida se vuelve un voraz destructor. Varios miles de hectáreas son presa del fuego incontrolado en la provincia de Córdoba; además de otras tantas en las provincias de San Luis, Tucumán, Salta, Río Negro y Neuquén. Rosario acaba de soportar una seguidilla de siniestros donde el fuego contribuyó a cobrarse vidas y bienes. “Hemos atendido a un muchacho de 22 años que ha sufrido diversas lesiones en el trágico derrumbe del 6 de agosto. Presentaba quemaduras en la parte posterior del tronco, en ambos miembros superiores y parcialmente en ambos miembros inferiores. Tenía, también, lesiones aisladas en el rostro y pequeñas lesiones cortantes distribuidas por todo el cuerpo producto, seguramente, del estallido de vidrios”, describió el doctor Osvaldo Freddi, especialista en cirugía plástica y quemaduras, quien estuvo al frente del centro de quemados del Heca hasta hace pocos años y dirige su propio centro en la ciudad de Rosario.
El Ciudadano convocó a Freddi para pasar revista a episodios relacionados con el fuego que Rosario sufrió entre los 80 y principios de 2000. “Recuerdo que en 1979 era director del Hospital de Emergencia. Fue una madrugada de los primeros días de diciembre cuando recibimos en el hospital el cuerpo sin vida de 19 personas. Las ambulancias habían concurrido al lugar del hecho y lamentablemente sólo pudieron transportar cadáveres. A partir de esta experiencia dolorosa tomamos una determinación: no trasladar los cadáveres al hospital, que debe estar a disposición de los heridos que puedan ser asistidos”, afirma Freddi. Y agrega: “De esta experiencia llegamos a la determinación de que tenía que ir una persona entrenada con las ambulancias para resolver en el momento prioridades vitales: determinar gravedad y necesidades de atención inmediata y clasificar los diversos estados para actuar en consecuencia. Esta persona sería la responsable de hacer la evaluación para identificar la gravedad de cada accidentado e ir resolviendo los pasos inmediatos. Evaluación que facilita el traslado y el tratamiento posterior”.
—¿Existen normas preestablecidas para actuar en estos casos en los efectores públicos?
—En mi paso por la dirección del hospital recuerdo que confeccionamos normas para actuar en caso de emergencias con múltiples víctimas, para todo el personal, médicos, enfermeras y mucamas, y también para el personal de maestranza y de seguridad. Paralelamente deberíamos diseñar protocolos para tener guías comprobadas y que hayan demostrado eficiencia. Donde no deben faltar la realización de simulacros y el entrenamiento de profesionales y las frecuentes inspecciones de equipos, cuidando el mantenimiento y la adecuación de los mismos. Éstas son, entre nosotros, tareas pendientes.
—¿A usted le tocó también intervenir en la explosión del elevador de la cerealera de barrio Refinería promediando los 80?
—Sí. En ese accidente pusimos en funcionamiento el protocolo de clasificación del estado de las víctimas y al recibirlas las íbamos derivando a los servicios hospitalarios correspondientes: Unidad de Terapia Intensiva, Unidad de Quemados o una habitación común. Y recuerdo que no fallamos: cada paciente estaba siendo atendido en el lugar que correspondía por la gravedad de su patología. Hubo que lamentar decesos, que eran los pacientes más comprometidos; en cambio, de los que fueron a quemados, a la mayoría se les dio el alta después del tiempo que demandó su atención.
—¿Qué cosas, cree usted, como sociedad tenemos pendientes en la prevención de incendios?
—Debemos exigir la instalación de escaleras de incendio externas y salidas de emergencia en todos los edificios a construir y en los ya instalados de acuerdo a sus posibilidades materiales. Una señalización clara y adecuada como la que vemos en los hoteles de nivel internacional. Controles estrictos en extinguidores.
—¿Puede enumerar medidas a tener en cuenta por las personas que viven en edificios, en caso de incendio?
—Exponer en los edificios, al igual que en los hoteles de jerarquía internacional, las vías de circulación y escape con la salida de emergencia, respetar el manual de procedimientos sobre qué hacer en caso de que se declare un incendio. Obligatoriedad de hacer simulacros dos veces al año. Instalación de alarmas, altavoces y sensores de humo. Estas medidas elementales, creo, se deberían extender, en nuestro caso, a los edificios en donde habitamos, contemplando sus limitaciones por la antigüedad de su construcción.
—¿Por qué cree que estas medidas simples no han arraigado en nuestro medio?
—Porque no hemos sido lo suficientemente eficientes en comunicación y porque existe en toda sociedad una tendencia a la resistencia al cambio de hábitos culturales.
—Hasta que estas medidas se incorporen a nuestro acervo cultural, ¿qué hacer concretamente en caso de incendio en un edificio habilitado?
—Las medidas concretas comienzan con la evaluación de donde se ubica el foco y su intensidad. Lo primero que intentamos es ir hacia la salida; para acceder a la cual deberíamos pasar por el foco, mientras que lo recomendable es ir hacia la terraza y hacer notar allí nuestra presencia para recibir auxilio. Es impensable atravesar el fuego; el humo asfixia y podemos en el intento recibir quemaduras graves y desvanecernos. A veces esta “evidencia” se desconoce a la hora de actuar porque no hemos tomado conciencia. Lamentablemente al carecer de escaleras exteriores de incendio tenemos que trasladarnos por las escaleras del edificio que por estar construidas en un hueco del edificio hace de efecto chimenea llevando las lenguas del mismo y el humo hacia arriba. Se debería disponer en los edificios de un manual de procedimiento en caso de incendio, detallando la persona responsable de inmovilizar el ascensor y disponer los primeros pasos. Impartir talleres de acciones preventivas en casos de emergencias.