La salida de Gonzalo Quesada como head coach de Jaguares abre muchos interrogantes. Así como los jugadores también reciben propuestas, el ex Hindú no es la excepción. La incertidumbre de no saber qué torneo va a tener el equipo profesional de la Unión Argentina, sumado al presente que se vive, es un combo explosivo para no poder ver más allá del árbol.
Es muy cierto que con la salida de Quesada se pierde un recurso humano muy valioso. Un entrenador que supo darle esa cuota de valor agregado al trabajo de las tres temporadas anteriores de Jaguares y elevarlo al máximo, hasta llegando a disputar una final de Súper Rugby, pero con el plus que el equipo enamoró con su juego al público. En el rugby argentino no abundan los entrenadores como Quesada; es más, para poder estar en ese nivel la mayoría se vio obligado a formarse en el exterior, los ejemplos: Mario Ledesma, Felipe Contepomi y el propio Quesada. Formar entrenadores es una cuota pendiente de la UAR que deberá buscarle la vuelta, pues no es un proceso fácil pero tiene que iniciarse en algún momento.
Son diferentes realidades las que viven los entrenadores con respecto la de los jugadores: por un lado estos últimos saben que tienen un tiempo de duración para el máximo nivel y al ser profesionales no es malo que piensen en firmar un gran contrato para ganar un buen dinero. Mientras que por el otro, el entrenador puede optar por buscar un mejor contrato desde lo deportivo que le signifique formación ya que así puede apostar a largo plazo.
Esta situación de liberar contratos no es una novedad y no fue una idea argentina. Abrir una puerta tiene ventajas pero así también tiene su parte negativa. Hace meses que en Sudáfrica les dieron libertad de acción a todos sus jugadores. Es más si los Springboks no levantaban la restricción a los europeos no hubiesen sido campeones del mundo. Es algo para pensar y analizar para el proyecto Francia 2023, si es que el objetivo es estar entre los protagonistas o ser un modesto participante de la Copa del Mundo.
Los jugadores apostaron a quedarse no sólo porque querían jugar en Los Pumas, sino que también apostaron a un proyecto. Ahora tienen una oportunidad de poder vivir una experiencia en el rugby profesional europeo –el principal destino a priori-, porque tienen en la mira lograr ser parte de una competencia de nivel que los mantenga en el radar de Los Pumas.
El mundo está en crisis debido a la pandemia, nadie sabe para donde salir, las decisiones que hoy se toman al otro día se modifican. El ser humano no puede vivir con incertidumbre, y eso sumado a la cantidad de días que se lleva de aislamiento impide la visión a largo plazo.
Meses atrás, un viejo lobo de mar, en una charla con El Hincha, expresó que el Súper Rugby, con el formato que conocimos, tenía fecha de vencimiento. En Nueva Zelanda y Australia cada día eran más las críticas y las presiones, no sólo por los viajes, sino también por la diferencia horaria. Sumado a que la influencia de Agustín Pichot en algún momento se iba a terminar. Por ende la UAR debería empezar a mirar, trabajar y planificar por una competencia americana pensando que el torneo de franquicias iba a caducar en 2025.
La mayor preocupación de esta persona era que Argentina debía ir trabajando para compensar lo que se dejaba de ganar en el Súper Rugby por esta competencia en América. Lo que este viejo lobo de mar no vislumbró fue que a los tres meses de esa charla se iba a desatar una pandemia que aceleraran sus análisis.
Seguramente en el corto plazo, Jaguares podría integrar el torneo con las franquicias sudafricanas –en Sudáfrica aún no tienen ni siquiera un bosquejo de competencia-, pero habría que poner la piedra fundacional para el torneo americano y quizás, a corto plazo, dicha competencia tenga el nivel para que los jugadores una vez más opten por jugar uno o dos procesos mundialistas en una franquicia criolla y luego emigrar a Europa. Soñar no cuesta nada, sólo falta que ese sueño lo tenga una persona para que pueda convencer al resto y propagar la idea de concretarla.