La Sociedad Española de Neurología asegura que entre un 20 y un 48% de la población adulta sufre dificultad para iniciar o mantener el sueño, factor que pasa inadvertido y es uno de los causantes de los malestares que aquejan a la sociedad.
La falta de sueño puede afectar a la memoria y la concentración, además de que aumenta las probabilidades de sufrir presión arterial alta, cardiopatías o intolerancia a la insulina si se cronifica. La doctora Nuria Roure, psicóloga experta en insomnio y autora del libro ‘Por fin duermo’ quien, a través de su programa ‘Método Roure’, ayuda a recuperar el poder del descanso del cuerpo.
El insomnio no sólo se relaciona con pasar la noche despierto , por eso la Dra. Roure propone que se hagan tres preguntas para un autodiagnóstico . La primera es, ¿cómo me despierto por la mañana?. “Si amanezco con las pilas cargadas y la mente activa sin necesidad de tomar café, eso quiere decir que se ha dormido bien. En el caso que suceda lo contrario, será un indicador de que o no se ha descansado lo suficiente, o no he podido descansar bien. Hablamos de cantidad y de calidad”, explica Roure.
La segunda pregunta que se debe realizar es: ¿cómo me mantengo a lo largo del día?. La experta recomienda que evaluemos el estado general corporal en el que podamos diferenciar si la mente está en alerta, si somos capaces de concentrarnos y de cómo es nuestro estado de ánimo. “Todos esos síntomas que podemos experimentar a lo largo del día, como cansancio, fatiga, somnolencia, ansiedad o irritabilidad, están aportando información sobre nuestro descanso”.
Finalmente, la tercera pregunta se centra en ¿cómo estamos a nivel de salud física y cognitiva mental?. Estudios demuestran que numerosas enfermedades se desprenden de la falta de sueño o a una mala calidad. “Si tengo ansiedad, depresión o apatía, si tengo presión alta o muchos dolores, como un trastorno reumático, etc., deberíamos empezar a poner atención a cómo dormimos”, señala Roure.
La experta analiza los tres tipos de insomnio que podemos experimentar:
1. Insomnio de inicio: Se da cuando hay una dificultad para empezar a dormir, es decir, que nos cuesta conciliar el sueño, pero después transcurre sin interrupciones.
2. Insomnio de mantenimiento: Lo padecen aquellas personas que llegan a la cama, se duermen rápido, pero se despiertan durante la noche y les cuesta volver a conciliar el sueño. Este es el más frecuente.
3. Despertar precoz: Lo tienen las personas que se duermen rápido, de manera continua, pero se despiertan antes de la hora que quisieran y ya no pueden volver a descansar.
«La recomendación para abordar el insomnio siempre es la terapia cognitivo-conductual antes que recurrir a los fármacos. Estos deberían ser la última opción. Se deben cambiar los hábitos, las rutinas y los comportamientos. He creado una metodología propia a lo largo de 20 años de experiencia con pacientes con insomnio, y he observado que es muy importante que estos cambios se hagan, donde lo primero será buscar la causa de inicio, de lo contrario, solo estaremos tratando el síntoma, que es lo que hacen los fármacos, y no modificamos el origen, lo que puede provocar que vuelva a aparecer en algún momento”, explica la experta.