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Inspiradas en el caso de Sandra Mihanovich, la cantante Valei recibirá un riñón de una amiga

Fernanda Muñoz, ex alumna de la compositora rosarina que lucha a diario con una insuficiencia renal crónica fulminante, decidió donar el órgano imitando el acto solidario de la popular cantante con su ahijada, acontecido en 2012

Dicen que la música sana y esta historia muestra, directa o indirectamente, que es así. Dicen que donar órganos es dar vida, y la historia de Valei y Fernanda da cuenta de ello. Valei es cantante, compositora y docente de Rosario y fue diagnosticada hace tres años de una insuficiencia renal crónica fulminante y su vida cambió, literalmente, de la noche a la mañana. Lleva un año conectada, cada noche y por once horas, a una máquina de diálisis en su casa. Su cuerpo ya casi no tiene energías, pero a fin de mes su vida volverá a cambiar ya que una de sus ex alumnas de canto, Fernanda Muñoz, le donará un riñón. Llevan casi un año de trámites de todo tipo, tanto judiciales como médicos, y la prueba de compatibilidad llegó la semana pasada. Valei aseguró con alegría que su vida “cambiará nuevamente” y Fernanda aclaró con simpleza: “Si tengo dos riñones y los dos funcionan bien ¿por qué no compartir con alguien a quien no le funciona ninguno?”.

“Se me termina la vida”

La salud de Valeria Rodriguez Cisaruk estalló en tan sólo unos días o quizás horas. Al año de haber transitado la muerte de su padre a causa de un cáncer, y luego la de su madre, por la misma enfermedad, Valei se sintió muy cansada, sin ánimo, y realizó una consulta médica para saber si su corazón estaba bien. Con los resultados en la mano, el cardiólogo la derivó de urgencia a una nefróloga, tan urgente que él mismo fue quien tomó el teléfono y concretó un turno con la especialista ante la mirada atónita de Valei. La doctora le dijo ese mismo día que padecía de “insuficiencia renal, grado 4, que estaba por pasar al grado 5 y eso significaba que necesitaba diálisis”, recordó la cantante. El martes siguiente, Valei retiró unos estudios, la doctora los analizó y le anunció que el jueves le debían poner un catéter en su cuello para comenzar con la diálisis.

“Ese martes fui sola, en bici, a buscar los estudios, me explotó una bomba en la cara. Volví sola, llorando, tratando de entender qué y por qué estaba pasando todo esto. En dos días me dializaban. Sentí que se me terminaba la vida”, relató.

Hasta el día de hoy, ningún profesional pudo explicar el motivo de su insuficiencia renal, ya que no hay antecedentes en su familia ni nada que se le parezca. Es más, le sugirieron (incluso aquellos a quienes consultó después de ser diagnosticada) que no se enfoque en el motivo sino en el proceso de tratamiento intentando la cura.

Fue así que los martes, jueves y sábados, desde 20 hasta pasada la medianoche, fue al departamento de hemodiálisis del Hospital Español junto a personas mayores que habían perdido una pierda a causa de su diabetes, otros cuya vida pendía de un hilo. La imagen y la combinación de emociones fueron tan fuertes que en la primera sesión Valei se desmayó. En las otras lloró, lloró mucho. “Es una situación fea de la que lo único que puedo rescatar es la labor de los y las enfermeras. Tienen un nivel de amabilidad y de contención enormes, pero no le deseo a nadie estar ahí”, sentenció.

“De un martes a un jueves tuve que cambiar toda mi alimentación, encima era gran bebedora de agua y no pude seguir tomando. Tres veces por semana estaba cinco horas en hemodiálisis conectada a una máquina, casi sin moverme, tan molesto y angustiante que a veces me provocaba calambres. Incluso le pregunté a mi médica hasta cuándo tenía que hacerme diálisis y sólo escuché silencio. Ahí me di cuenta de que era para siempre. Hasta que me respondió: «Hasta el trasplante» y fue entonces cuando comencé a entender menos. Los trasplantes pasan en la tele, ¿cómo un trasplante? Eso no me iba a pasar a mí. De repente vi cómo la vida pasaba delante de mí, yo era espectadora de una película”, recordó.

Con el tiempo, le sugirieron dializarse en su casa, así que un año más tarde comenzó la diálisis peritoneal, para la cual debía operarse e incorporar un catéter en su estómago y tener un lugar en su casa exclusivo para esa instancia, donde la limpieza era fundamental. Fue así que comenzó con tres y luego cuatro veces diarias, de lunes a domingo, dependiendo de ello toda actividad que pudiera tener, ya que los horarios de diálisis eran innegociables. Un año después comenzó con la cicladora, una máquina a la cual Valei se conecta por once horas cada noche.

En medio de este tratamiento, dejó de cantar tangos, ya que el ritmo la invitaba a tomarse una copa de vino y su estado de salud no se lo permitía. De todos modos, compuso y grabó las canciones que luego dieron vida a Nueva Atlantis, su tercer disco (disponible en plataformas digitales), que solventó con el aporte de sus seguidores y público en general a través de la aplicación Cafecito y que presentó de manera virtual en junio. “Cada noche duermo con una máquina”, bromeó la cantante y, si se mira el medio vaso lleno de esta situación, al poco tiempo de elegir dializarse en su casa se implementó la cuarentena en el país por el coronavirus así que la cantante se sintió protegida y resguardada en su propio hogar.

La música, sanadora

Fernanda Muñoz tiene 46 años, hace 27 años que trabaja en un negocio dedicado a la decoración nueve horas por día. Tiene una hija de 14 y un hijo de 17 años, es divorciada y siempre le gustó cantar. Luego de su jornada laboral realiza Reiki, masajes, y es coach de Flores de Bach. De chica su padre le enseñaba tangos y chamamés que luego ella cantaba delante de sus tíos en la sobremesa del domingo. Con el tiempo se unió al Coro de la iglesia Nuestra Señora de Itatí en el barrio Las Flores, donde conoció a su amiga Analía. Cada una armó su familia y las actividades diarias las distanciaron un tiempo hasta que en un reencuentro, Analía invitó a Fernanda a una academia de canto, la de Valei. Era 2015, y apenas entraron a la casa de la cantante, ésta les dio un micrófono para que comenzaran a cantar, sin preámbulos.

Entre las clases, Fernanda compartió una huella en su vida y fue el suicidio de su padre cuando ella tenía 28 años. Es más, en una de las clases intentó cantar “Canción del adiós” (de Horacio Guaraní), que él le había enseñado, y las lágrimas no le permitieron que la cante completa. “Valei me dijo que ésa iba a ser la canción a presentar en la muestra, porque una vez que la pudiera cantar completa mi alma iba a sanar”, recordó Muñoz. Y si bien confesó no haber entendido mucho de qué hablaba la creadora de Nueva Atlantis, siguió su consejo y la practicó cientos de veces sin éxito. “Cuando llegó el día de la muestra, Valei me dijo que si me olvidaba la letra o tenía ganas de llorar que la mire y ella me daba un empujoncito. Y así fue, cuando sentía ese gran nudo en la garganta y en el pecho, busqué su mirada, me balbuceó lo que seguía y pude terminar la canción, por primera vez después de la muerte de mi papá”, reveló.

En 2018, Fernanda decidió avocarse más a la preparación holística y por eso dejó las clases con Valei. Para entonces ya se conocía su diagnóstico. Según Fernanda, la decisión de donarle el riñón a Valei tuvo que ver con devolverle el gesto que tuvo con la canción. “Tenía la idea en mente, me daba vueltas. Si tengo dos y funcionan perfecto, mis hijos están sanos, mis hermanas y mis amigas también, ¿por qué no dárselo a alguien a quien no le funciona ninguno? Fue difícil, no por miedo sino por dudas, y le pedí a Dios que me de una señal si estaba actuando bien”, recordó Fernanda y para su sorpresa comentó que ese día cruzó a Valei en la calle. “Estaba paseando con mi hija y mi pareja, por 27 de Febrero. Al llegar a Uriburu, Valei me saludó, no la había visto. Ella estaba con su perrita y hablamos un rato del calor y el año que le tocó al mundo, fue el año pasado. Cuando llegué a casa supe que tenía que hacerlo, así que a los días la llamé y se lo dije. Le dije que le iba a dar mi riñón”.

Confiar

Ante el llamado, Valei se emocionó por la buena onda de Fernanda y le agradeció, pero nunca creyó que su ex alumna hablaba en serio, de manera literal. “Le pregunté por qué; ella tiene hijos, si había pensado en todo y me dijo «yo educo con el ejemplo». Al  principio no caía, y de a poco empezamos con las consultas, ya que no somos parientes y para esto debemos tener un permiso legal por el tema del tráfico de órganos. Así que en diciembre iniciamos todo, lo legal llevó varios meses, tuvimos encuentros con la jueza, peritos psiquiátricos y asistente social. Juro que fue muy fuerte escucharla en el juzgado explicando por qué me donaba ese riñón”, sostuvo Valei.

Valei y Fernanda, las protagonistas de esta historia.

 

A su vez, Fernanda expresó: “No me perdonaría que pudiendo ayudar a alguien no lo hiciera. Sólo tuve dudas sobre la opinión de mis hermanas y una noche de insomnio le escribí un mensaje por Instagram a Sandra Mihanovich, quien había donado un riñón a su ahijada. Le  pregunté cómo era la vida con un sólo riñón. Al día siguiente tenía su respuesta diciéndome: «Hacelo, porque vos sabés que cuando das, recibís más de lo que das. Se vive perfecto con un sólo riñón. La tiene más difícil siempre el trasplantado, pero se puede». Así que no hubo más de qué hablar”.

Por otro lado, mencionó que muchos, al enterarse de su decisión, le dijeron que no había pensado en sus hijos por si llegaban a necesitar su ayuda más adelante. Frente al planteo, Fernanda sostuvo: “Mis hijos tienen papá y si yo me guardo mis órganos por si alguien de mi familia los necesita más adelante, es de alguna manera decretar al universo de que ellos los van a necesitar. Yo tengo que confiar en el universo, en la prosperidad y seguir adelante”.

El análisis de compatibilidad tuvo sus resultados el pasado viernes 3. Fernanda recibió un mensaje de texto (sí, la noticia que cambiará la vida de Valei llegó por mensaje de texto) y de inmediato llamó a la cantante al grito de “¡somos compatibles, somos compatibles!”. Una noticia que se concretará a fin de mes, cuando sean operadas. Por ello, ahora deberán ambas permanecer aisladas de manera preventiva para poder cumplir también con el protocolo sanitario del covid-19 y atravesar ambas la intervención sin problemas.

“Con la noticia quedé de cama”, dijo Valei. Y agregó: “Fueron tres años de una tormenta constante, cambios repentinos, llanto, que ya sabiendo cuándo terminará, mi cuerpo se quedó sin energías. Apenas corté con Fernanda llamé a mi hija, no lo podía y aún no lo puedo creer. Es mucha emoción junta, no me salían las palabras y desde que lo hicimos público en las redes venimos recibiendo muchas demostraciones de amor, lo cual te hace sentir viva y lejos de ese martes en la bici, llorando, con un diagnóstico terrible”.

El ejemplo de Sandra

Tanto Valei como Fernanda concluyeron que su travesía juntas no era una locura ya que en 2012 la cantante Sandra Mihanovic le donó un riñón a su ahijada, Sonsoles Rey. Para hacerlo, la cantante debió enfrentar un proceso judicial y obtener la aprobación de un juez, ya que la ley argentina impide la donación entre personas vivas que no sean familiares directos. En el proceso, Mihanovich debió demostrar la relación de amistad que tenían ambas familias y tanto su deseo de donar el riñón  como el de su ahijada de recibirlo, además de los estudios correspondientes para constatar que eran  compatibles.

Sandra Mihanovich le donó un riñón a su ahijada

“Sandra Mihanovich marcó un antes y un después en todo esto. Mucha gente, gracias a ella, se enteró de que es posible donar sin ser parientes y seguir con una vida normal. Ambas viviremos con un riñón y está bueno que la gente hable del tema”, expresó Valei.

Por su parte, Fernanda sostuvo que no concibe la vida de otro modo: “En mi casa me enseñaron que si tengo dos caramelos y el nene que te mira no tiene ninguno, hay que compartir”.

Consultada sobre qué le diría a quien quiera tomar la misma decisión que ella y aún no se anima, Fernanda advirtió: “Desde chica escuché que lo que nos pasa es culpa del presidente, del intendente, del gobernador, del otro. No es así. Si queremos cambiar el mundo tenemos que empezar por casa, por uno mismo, por adentro. Yo quiero que mis hijos hagan un mundo mejor, y por eso tengo que ser yo quien les muestre cómo se puede lograr, y pude ver que han disfrutado mucho, desde chicos, de poder dar una mano. Me acuerdo una vez, en Salta, repartiendo galletitas con mi hijo, se hizo una chocolatada en un lugar y me di cuenta de lo feliz que era él compartiendo y me marcó mucho su carita, su emoción por ayudar. Creo que por ahí va la mano. No sólo ayudás al otro, te ayudás a vos mismo”.

Y cerró: “Cuando escuché a Valei contar que estaba once horas diarias conectada a una máquina fue shockeante. Eso no es vida. Sé que hay muchos más casos como el de Valei y la gente necesita saber que existe esta posibilidad de donación. Todo esto nos ha sensibilizado y nos hace pensar que sentido tiene vivir si no hago valer la vida. No me gusta decir «vale la pena», a mí las penas no me gustan, prefiero decir que vale la alegría, vale el esfuerzo. Cuando la escucho hablar a Valei con tanta esperanza en poder recuperar su vida más normal, realmente, vale toda la alegría del mundo”.

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