La red social Instagram cumple este martes 10 años desde su lanzamiento al público, una década en la que dejó de ser la app de las fotos de mascotas y comidas para convertirse en una plataforma visual con mil millones de usuarios mensuales en todo el mundo, así como múltiples opciones de comunicación y comercialización.
La historia de Instagram comenzó cuando Kevin Systrom y Mike Krieger, dos egresados de la californiana universidad de Stanford, dejaron sus trabajos a mediados de 2010 para desarrollar una red social basada en imágenes que fue dada a conocer en octubre de ese año y que consiguió su primer millón de usuarios dos meses más tarde.
Desde ese momento, pasaron poco más de 9 meses para superar la cifra de 10 millones de instagramers, y algunos más para entrar en el radar de Facebook, la empresa de Mark Zukerberg: la declaración de Systrom anunciando la venta aclaraba que Instagram no desaparecería sino que aprovecharía la sinergia de la empresa que manejaba la red social más grande del mundo para «evolucionar».
La curva de usuarios no dejó de crecer: a fines de 2012 eran 80 millones; en diciembre de 2014, 300 millones; a fines de 2016, 600 millones; hasta superar los 1.000 millones en 2020.
En ese transcurso, Instagram fue incorporando diversas herramientas expresivas, desde los filtros para las fotos, la posibilidad de publicar videos, la creación de las «historias» efímeras que duran 24 horas, que luego se pudieron guardar, la posibilidad de emitir en vivo, Instagram TV y, en agosto de este año, Reels que permite grabar videos de 15 segundos para disputar el segmento que domina la aplicación china TikTok.
Aunque sigue siendo una red en la que subsisten aquellas primeras tendencias donde predominaban bellos paisajes, apetitosas comidas y simpáticos cachorros, su versatilidad supuso que la app además se convirtiera en un espacio para otros tres fenómenos como la conversión hacia una plataforma de comercialización de productos y servicios, un escenario para la militancia social y política, y la aparición de lenguaje de odio y bullying.
Respecto del comercio, la primera acción en ese sentido data de octubre de 2013, pero el crecimiento más grande se dio en el segundo lustro de vida de Instagram: el número de anunciantes pasó de 200 mil en 2016 a más de 2 millones en 2017, mientras que la cantidad de cuentas de empresas llegaron, aquel año, a 25 millones.
De hecho, como parte de los anuncios por estos 10 años, desde este lunes se implementó en todo el mundo un sistema de compras dentro de Instagram TV y luego se hará lo propio con Reels.
El modelo de negocios también lo es para figuras públicas que usan sus cuentas como máquinas publicitarias. Solo a modo de ejemplo, la prensa española consignó que Lionel Messi embolsó más de 20 millones de euros por esa vía durante el último año.
Respecto de la militancia, cada vez son más los políticos y activistas que usan la red, y también son cada vez más las ocasiones en que se transforma Instagram en una plataforma para reclamos: el #MeToo y el #NiUnaMenos respecto de la violencia contra las mujeres, la disputa por la legalización del aborto en Argentina y el #BlackLivesMatters contra el racismo en Estados Unidos fueron algunos de esos hitos.
Pero la app, hoy parte del mundo Facebook, no escapó al mal del discurso de odio, el acoso y el bullying que forman parte del uso cotidiano de la red.
La organización internacional Ditch the Label, contra la discriminación, afirmó en su último informe anual que la «gente joven tiene el doble de posibilidades de sufrir bullying en Instagram que en otras redes sociales».
Polémicas por algunas imágenes
Durante estos 10 años, además, debió atravesar otras polémicas relacionadas con los cuerpos y la forma en que son expuestos.
Según una investigación de la organización AlgorithmWatch, realizada en junio, y citada por AFP, el algoritmo de la aplicación muestra más veces una foto de una mujer en ropa interior que cuando se encuentra vestida, pero impone un férreo control a la publicación de imágenes que muestran, por ejemplo, los pezones.
Sin embargo, desde Instagram desestimaron los resultados de ese estudio y afirmaron que «es una leyenda urbana» que la forma de mostrar las publicaciones responda a un cálculo de «porcentaje de piel» expuesta.
Respecto del «sesgo algorítmico», la empresa reconoció que «algunas tecnologías corren el riesgo de repetir los patrones desarrollados por las sociedades y sus prejuicios», y que trabajan «mucho para ayudar a prevenir el sesgo subconsciente» en sus productos.
«Necesitamos analizar más detenidamente los sistemas subyacentes que hemos construido e identificar dónde debemos esforzarnos más para evitar el sesgo en estas decisiones», concluyeron.