Potencias de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otán) decidieron intensificar su ayuda a los rebeldes libios que desde hace dos meses intentan infructuosamente derrocar a Muamar Gaddafi, mientras que el canciller del gobierno libio propuso elecciones libres en seis meses si la alianza atlántica frena sus bombardeos contra sus fuerzas.
Pero Francia prometió intensificar los ataques de sus aviones y reveló que ya tiene militares en suelo libio que colaboran con los insurrectos, Italia anunció que se sumará al Reino Unido y enviará militares para adiestrar a los rebeldes y Estados Unidos decidió suministrarles 25 millones de dólares en asistencia “no letal”.
De todos modos, al igual que el Reino Unido, tanto Francia como Italia reafirmaron su oposición a enviar tropas terrestres de combate al país africano, cuyo ejército atacó ayer pequeñas localidades del oeste del país controladas por los insurgentes y se enfrentó con rebeldes en la sitiada ciudad de Misurata.
Los bombardeos internacionales contra fuerzas del gobierno libio iniciados hace un mes no lograron inclinar la balanza a favor de los rebeldes, luego de haber evitado lo que parecía una victoria inminente del gobierno.
La sublevación contra Gaddafi comenzó el 15 de febrero. Los insurgentes controlan el este del país y el gobierno el oeste.
El único frente de combate activo está ubicado aproximadamente en la mitad del país, pero en los últimos días casi no registró movimientos significativos.
Los rebeldes rechazaron en un primer momento la presencia de tropas extranjeras en Libia, pero ayer pidieron soldados de Estados Unidos y Francia para frenar una ofensiva del gobierno sobre la ciudad de Misurata, en la mitad oeste del país.
La estratégica ciudad portuaria, parcialmente controlada por rebeldes, está bajo sitio y ataques diarios del gobierno desde hace siete semanas, y ayer se registraron enfrentamientos entre soldados libios e insurgentes que controlan el puerto, según informaron fuentes de los sublevados.
La ONU y médicos de Misurata dicen que cientos de civiles murieron en la ciudad y que escasean el agua y los alimentos.
A su vez, la alta comisionada de las Naciones Unidas para los derechos humanos, Navi Pillay, condenó la utilización de bombas racimo por el ejército de Gaddafi evocando “crímenes internacionales”, aunque la acusación fue rechazada por el gobierno de Trípoli.