Diana Cazaux, disertará mañana en Rosario sobre: “La comunicación de la ciencia y la salud en la sociedad del conocimiento y la información”, en el Iset N° 18 “20 de Junio” de Moreno 955; es licenciada en Ciencias de la Información y Opinión. directora de la Diplomatura en Divulgación Científica de la Universidad de Morón, investigadora principal, consejera académica y profesora titular en la Facultad de Informática, Ciencias de la Comunicación y Técnicas Especiales de la Universidad de Morón. Además, preside la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico y de la Asociación Argentina de Periodismo Científico.
—¿Por qué habrá de interesarse en la ciencia un ciudadano ‘común’?
—Porque la ciencia no es per se, buena o mala, su valor depende del uso que se le dé. Interesarse sobre la ciencia le otorga al ciudadano la posibilidad de establecer una mirada crítica sobre los adelantos científicos y, por lo tanto, poder determinar qué desarrollo de la ciencia le es conveniente y cuál no. Teniendo la información se pueden consultar diferentes fuentes y sacar las propias conclusiones. Se tiene así la posibilidad de no actuar como dulce borrego que aplaude y apoya las bondades de la ciencia y la tecnología, si no, si cabe, puede refutarlas y, también, defender su postura.
La divulgación científica
Alguien, por los años 80, se preguntaba ¿para qué sirven todos los progresos de las ciencias y de la tecnología, los avances económicos y culturales, si dada la cantidad de conocimientos nuevos, éstos no encuentran canales de comunicación hacia la gente?
Para Marcelino Cereijido, “con el actual número de habitantes, la ciencia y la tecnología ya no se necesitan cultivar por mero amor al conocimiento, sino como las únicas herramientas con que podemos contar para mantenernos vivos”.
Toma relevancia, entonces, la divulgación científica como una actividad sobre la cual la sociedad debe poner su atención. Diana Cazaux la define como “todo tipo de actividad que se realice como ampliación y actualización del conocimiento, fuera de las tareas escolares”.
Museos, ferias, exposiciones científicas, libros de divulgación, conferencias, documentales son, junto al periodismo científico, manifestaciones de la divulgación científica.
Para la presidenta de la Asociación Iberoamericana de Periodismo Científico, éste representaría “una especialidad periodística que consiste en informar y divulgar sobre ciencia y tecnología a través de los medios de comunicación masiva”.
A la divulgación científica se la da a conocer por otros nombres como ‘vulgarización’ de uso francés, y ‘popularización’, de uso anglosajón y adoptado por el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva.
Para Diana Cazaux, ambas denominaciones connotan cierta mirada peyorativa hacia los destinatarios de estos mensajes e invita a reflexionar sobre la comunicación de la ciencia que, según su criterio “siempre estuvo asociada a una visión dominante de la divulgación”.
Un modelo de comunicación en un sentido único, de arriba hacia abajo, en el que los científicos –con toda la información necesaria– llenan el vacío de conocimiento de un público general que es científicamente analfabeto. Es decir: los científicos saben, el público no sabe, y los divulgadores y periodistas científicos son los imprescindibles intermediarios que deben traducir lo que los científicos (sabios) dicen para que el público (ignorante) aprenda”.
La doctora Cazaux recurre a una denominación de inclusión reciente: Comunicación Pública de la Ciencia y la Tecnología (CPCyT), que es la traducción al español de la expresión inglesa Public Communication of Science and Technology (PCST). “Este modelo, afirma Cazaux, postula la comprensión de la ciencia realizada por un receptor activo capaz de invertir el flujo comunicativo y darle un nuevo contenido al mensaje. El mejor ejemplo de esta intención son los Museos Interactivos de Ciencia y Tecnología”.
—¿Quién debe hacerla? ¿El mismo científico? ¿Un periodista o comunicador “general”? ¿Alguien de las ciencias de la comunicación “especializado”?
—En realidad, no hay un tipo de profesional más apto que otro para dedicarse a la divulgación de las ciencias. Se supone que quien desee comunicar la ciencia debe conocer sobre ella y debe saber manejar adecuadamente la técnica de la comunicación periodística”.
Diana Cazzaux sostiene que no alcanza con “querer” comunicar, también hay que “poder”, para lo cual afirma “que para realizarlo de manera eficaz es necesario contar con esa ‘llama divina’ que viene dada o no. No se adquiere preparándose para hacerlo. Naturalmente, si se estudia la técnica se podrá hacer un buen trabajo, pero un trabajo atrapante, didáctico, entretenido y claro únicamente lo logra quien está dotado para hacerlo”.
Para fundamentar lo antedicho recurre como ejemplo a Carl Sagan, “astrónomo, astrofísico, cosmólogo, con una destacada carrera como científico en importantes universidades norteamericanas tenía un don particular para divulgar una ciencia compleja como es la astronomía, capacidad que quedó demostrada a través de la serie documental de TV emitida en 13 capítulos “Cosmos: Un viaje personal”. Como su presentador hizo gala de su innata carisma, su capacidad para transmitir las ideas científicas al público no especializado con sencillez no exenta de rigor.
—¿Existen otros intereses, aparte del de informar, en la divulgación de temas médicos?
—Muchas veces sí, por eso es importante ser un ciudadano informado en ciencias. Para determinar si existen o no otros intereses cuando se informa sobre un tema vinculado con la salud, es importante analizar las fuentes que consultó el periodista. Si es una única fuente debemos tener cuidado de que no se trate de una “publi-nota”, es decir una publicidad disfrazada de novedad científica. Los medios serios cuando abordan una noticia dan, por lo menos, tres fuentes y si estas discrepan entre sí, mejor. Será el receptor quien saque sus propias conclusiones. Por lo tanto, hay que estar atentos a las notas sobre temas médicos que, por ejemplo, se centren en una nueva droga para tratar determinada enfermedad porque es probable que se trate de una acción de marketing de una empresa farmacéutica. También, la promoción de nuevas vacunas que no estén dentro del nomenclador oficial y cuya aplicación tenga un costo para el paciente.
—¿Cómo distinguir prensa seria de prensa ‘interesada’?
—Fundamentalmente atendiendo a las fuentes que consultan para realizar sus artículos. Sin duda para realizar este análisis lo primero que tenemos que estar es educados para saber distinguir qué intencionalidad tienen los medios cuando brindan una información y entender que los medios son empresas y que como tales se rigen por las leyes del mercado. Por otro lado, debemos comprender que ningún medio es totalmente objetivo, porque la objetividad pura no existe. Así que todos los medios tienen siempre algún interés: económico, político o social que apoyan y por el que los podemos identificar. Lo atinado es saber que cuando consumimos determinado medio estamos consumiendo esa intencionalidad y que será otra si nos inclinamos por otra publicación.
El ébola y los medios: “El temor vende”
Diana Cazaux, presidenta de la Asociación Argentina de Periodismo Científico, se refirió a la mirada de los medios masivos de comunicación sobre el ébola: “Como sabemos, el temor vende. Hemos tenido ejemplos recientes. Recordemos cuando en el 2009, aterrorizados por la pandemia de la gripe A (H1N1), agotamos los stocks de barbijos, de alcohol en gel y atestamos las guardias de los hospitales preocupados por padecer este mal. Todo acicateado desde los medios de comunicación que basaban sus informaciones en la palabra de los directivos de la Organización Mundial de la Salud, de los ministros de salud y de prestigiosos médicos sanitaristas. Luego todo se calmó. Llegó la salvación: la vacuna desarrollada por un importante laboratorio multinacional. Es de esperar que los medios de comunicación hayan realizado su mea culpa frente al tratamiento de aquella enfermedad y con el ébola no vuelvan a repetir el error de comunicación”.