Netflix estrenó el 25 de este mes otra serie que, gratamente, se corre bastante de su habitual medianía. Se trata de El Decamerón, un proyecto de Kathleen Jordan (Teenage Bounty Hunters) protagonizado por Zosia Mamet, Saoirse Monica-Jackson, y Tanya Reynolds, entre otrxs. Se trata, claro, de una adaptación de la novela de Giovanni Boccaccio, pero tomándola en realidad apenas como punto de partida para construir otra cosa diversa. Este Decamerón es una sátira histórica desbordada que juega con distintas referencias, entre la picaresca, el reality show y las intrigas de palacio. Todo a un ritmo vertiginoso que no da respiro.
De algún modo, El Decamerón de Kathleen Jordan tiene puntos en común con otras series como White Lotus, de HBO, o con la película El triángulo de la tristeza, de Ruben Östlund. Lo que las acerca, de forma tal vez algo sesgada, es la mirada paródicamente despiadada puesta sobre los privilegios de las clases altas y sus miserias evidentes. Pero allí donde aquellas no lograban salir intactas de la burla ostensible dibujada en trazos (muy) gruesos, y recurriendo incluso, en la película citada, a un estilo forzadamente sofisticado que puede causar molestias y dudas al respecto, esta serie logra quedar mejor parada por no tomarse tan en serio a sí misma, desplegando un frenético humor corrosivo con un espíritu juguetón y festivo.
Allí, anclar incluso esa mirada crítica a los privilegios de la nobleza en la distancia del pasado histórico, permite que el trazo grueso de caricatura funcione más natural y efectivamente evitando la molesta impostación de aquellas.
El Decamerón toma, principalmente y con mucha libertad, a la novela de Boccaccio como punto de partida. En medio de la catástrofe de la peste negra en el siglo XIV, un grupo de nobles reciben una invitación para retirarse a una fastuosa villa en la que podrán pasar unos días alejados de la fatal amenaza. De las historias troncales que se cuentan en la novela, aquí quedarán apenas apuntes tangenciales.
Allí, con la invitación, comienza una pintura de personajes miserables y estrafalarios. Nobles y sirvientxs delinean la brutal estructura jerárquica que configurará uno de los ejes del ataque. Pero ahí donde la estratificación de clases parece sólida, el inusual acontecimiento de la peste y el aislamiento paradisíaco trastocarán sus cimientos haciendo que los roles de poder se vuelvan fluctuantes. Las intrigas “palaciegas” trazarán un tablero de juego en el que cada quien, sea quien sea y ocupe el rol que ocupe, aboga por sus propios intereses, de forma mezquina y no menos brutal.
Con inteligencia, los apuntes históricos acerca de los cambios sociales que se empiezan a dar en la Europa de la Edad Media entran en un gracioso diálogo con el presente. Incluso, claro, con la reciente situación pandémica y los “padecimientos” de lxs acomodadxs. Los detalles anacrónicos de diversa índole fuerzan estas relaciones, como el uso de una notable banda sonora que incluye a Joy Division, Iggy Pop y Pixies entre otrxs (a veces, vale decirlo, esas canciones no se insertan tan orgánicamente como se esperaría).
La Villa en la que convivirán los personajes funciona, además, como el plató de una suerte de Gran Hermano. Forzadxs a convivir diariamente, cada quien tejerá sus oscuras redes para lograr sus objetivos. En general, triunfar y quedarse con la Villa. Las relaciones personales no son sino un juego de poder dado en una competencia en pos de la victoria. Y somos testigos de todas las estrategias, de las mentiras y de las manipulaciones. Ninguno de los personajes queda limpio en ese grotesco juego, nadie escapa a la miseria de sus mezquinas intenciones. Si aquí existe una situación apocalíptica, no es estrictamente la peste, sino esa misma miseria individualista de una estructura social irremediablemente descompuesta.
En esa especie de Gran Hermano medieval todo lo vemos. Por eso de inmediato el relato funciona en varios niveles. Todxs mienten. Todxs esconden algo. Sin excepción. Impostorxs. Veremos tejer breves e interesadas alianzas que pronto caerán para edificar otras nuevas. No hay, en ningún momento, ningún sesgo de solidaridad. Todo es máscara y engaño. Y el humor desbordado se despliega a un ritmo frenético, cambiando el juego a cada paso con giros insospechados dados por las oscuras estrategias practicadas y por la inevitable revelación de las mentiras. Cada personaje es un hallazgo que se sobrepone con humor (y en base a grandes interpretaciones) a su propia caricatura.
En algún momento, se puede decir sin develar nada, todas las máscaras caerán. Y si bien la serie es bastante escéptica al respecto, afortunadamente no fuerza su pesimismo, permitiéndose apuntar algún que otro destello luminoso aún sin perder el tono irónico, como la posibilidad real del amor tras el derrumbe de todas las imposturas.
El Decamerón / Netflix / 1 Temporada
Creadora: Kathleen Jordan
Intérpretes: Zosia Mamet, Saoirse Monica-Jackson, y Tanya Reynolds