Científicas de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA desarrollaron un método que utiliza hongos para descontaminar las colillas de cigarrillo y poder recuperar este material para usos industriales. Se trata de uno de los residuos más tóxicos para el planeta: una sola colilla contamina 40 litros de agua.
Mucho se habla de los efectos del cigarrillo en la salud, pero poco se difunde su nocivo impacto ambiental. Una sola colilla puede contaminar más de 40 litros de agua, y es el segundo desecho más frecuente en playas bonaerenses, según el último censo de basura costera realizado a comienzos de este año en balnearios del Partido de la Costa.
Para enfrentar esta problemática, un equipo de investigadoras del laboratorio de Micología Experimental de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (FCEN-UBA, INMIBO-CONICET) está avanzando en la utilización de hongos para degradar los contaminantes de las colillas.
“Nuestra propuesta es detoxificar de manera biológica los filtros de cigarrillos para luego poder reutilizar el material, ya que tiene diversos usos en la industria: desde pulpa para papel hasta relleno de placas aislantes en la construcción”, comenta a Télam-Confiar María del Pilar Nuñez, bióloga y becaria del Conicet.
Se trata de un tipo de hongo que crece en la madera y tiene la capacidad de usar las colillas como fuente de alimento. Estos hongos, llamados “de pudrición blanca”, pueden decolorar el típico tono amarillo o amarronado de las colillas y neutralizar su olor, algo que se ve a simple vista.
“También estamos haciendo pruebas químicas en laboratorios de la Universidad de San Martín para determinar la eliminación de los múltiples tóxicos (desde metales como el cadmio hasta compuestos como el alquitrán)”, apunta la bióloga.
La idea de esta investigación surgió hace más de cuatro años, cuando voluntarios de una ONG ambientalista consultaron a Nuñez si conocía algún método de descontaminación para las colillas.
La joven bióloga recogió el guante y decidió transformar esta inquietud en su tema de Tesis doctoral, dirigida por la investigadora Isabel Cinto. Ambas trabajan hoy en el laboratorio de Micología Experimental, a cargo de la doctora Laura Levin, donde desde hace más de 20 años se estudian enzimas fúngicas y sus posibles aplicaciones en distintas industrias para reducir la contaminación ambiental.
Un viaje a la selva
Para obtener los hongos capaces de descontaminar cigarrillos, Nuñez viajó a Misiones, donde recolectó varias cepas fúngicas en bosques nativos con la asistencia de especialistas del IMiBio (Instituto Misionero de Biodiversidad). “Las fuimos a buscar allí porque para sacar una especie del ambiente y estudiarla, tenés que tener permisos, y en el IMiBio tienen el mecanismo de autorizaciones muy aceitado”, apunta Nuñez.
“A partir de un gran número de cepas fúngicas (la mayoría nativas de la selva misionera) se seleccionaron aquellas capaces de crecer usando colillas como fuente de alimento. Luego se hizo una segunda selección, para quedarnos con las cepas que además decoloraban y quitaban el típico olor a cigarrillo. Con esas cepas hicimos fermentaciones en estado sólido, que es el sistema de biorremediación que estamos proponiendo”, explica Isabel Cinto.
“Ahora estamos chequeando el nivel de detoxificación con semillas de lechuga y rabanito y con renacuajos expuestos a las colillas, que antes morían y ahora sobreviven. Esta etapa se puede llevar a cabo gracias a la colaboración de los investigadores Matías Butler (codirector de la tesis) y Carolina Aronzon, del Instituto de Investigación e Ingeniería Ambiental (3IA), de la UNSAM, y comprobamos que el sistema funciona: los hongos no solo degradan la nicotina, sino que la toxicidad baja enormemente”, asegura Nuñez.
Ciencia a pulmón
La pandemia “retrasó el proyecto porque no podíamos ir a los laboratorios, pero ahora estamos trabajando el doble para recuperar el tiempo perdido”, sostiene la becaria del Conicet.
“Hoy nuestro mayor obstáculo es que los materiales para testear presencia de tóxicos son muy caros, y no contamos con presupuesto para hacer la cantidad de testeos que quisiéramos. Es un desafío hacer ciencia con poco presupuesto, pero para esto contamos con la colaboración de colegas muy capacitados. Tenemos planeados nuevos ensayos de toxicidad en comunidades microbianas acuáticas con la participación del doctor Raúl Itria, del Instituto de Micología y Botánica (INMIBO) y determinación de metales pesados pre y post tratamiento con la ayuda de la doctora Paola Babay, de la CNEA (Comisión Nacional de Energía Atómica).
“Existen distintos desarrollos en el país y en el exterior para reutilizar las colillas en la industria, pero no hay estudios como el nuestro que muestren la descontaminación de las mismas”, apunta Cinto.
Una vez publicados los resultados de estos ensayos, el plan de las investigadoras es llevar el proyecto a una planta piloto, y luego transferir esta tecnología a la industria: “La que proponemos es una alternativa verde y económica para descontaminar este residuo que afecta al agua y al suelo”, destaca la investigadora.