Necesidad de agua potable y elementos de higiene, problemas económicos por la imposibilidad de salir a trabajar y deserción escolar, son algunas de las dificultades de unas 30 comunidades indígenas durante la cuarentena, según una investigación del Conicet.
El trabajo se desprende del relevamiento del impacto de la medida social de aislamiento que decretó el gobierno nacional a mediados de marzo por el coronavirus, y reveló la realidad de comunidades aborígenes en medio “de una invisibilización histórica y reclamos territoriales, lingüísticos y culturales sostenidos, en algunos casos, desde hace más de un siglo”.
El informe constó de 500 páginas, participaron cien autores, y grupos de investigación en antropología del Conicet y universidades nacionales que relevaron a 30 pueblos indígenas en menos de dos meses.
Pueblos con los derechos sistemáticamente vulnerados
“Los lineamientos bajo los cuales se pensó el documento eran expresos: queríamos aclarar que no son sectores vulnerables, sino pueblos cuyos derechos han sido sistemáticamente vulnerados, y tampoco se trata de víctimas: son personas que tienen la capacidad de pensar, soñar y organizarse, y eso les permite seguir existiendo a pesar de todo lo padecido”, dijo Liliana Tamagno, investigadora del Conicet jubilada y directora del Laboratorio de Investigaciones en Antropología Social de la Universidad Nacional de La Plata (LIAS, UNLP).
El trabajo incluyó registros de comunidades que habitan las regiones Metropolitana, Pampeana, Noroeste, Noreste, Cuyo y Patagonia.
La dinámica se basó en comunicaciones a través de conversaciones telefónicas, redes sociales, WhatsApp y videollamadas con los referentes de cada pueblo para hacer un seguimiento de la cotidianidad en el contexto de pandemia en cuanto a problemáticas de ambiente y salud, alimentación, y acceso a la educación, información y justicia.
En todos los casos se describieron situaciones de necesidad, de agua potable y elementos de higiene, dificultades económicas por la imposibilidad de salir a trabajar, y deserción escolar.
Un racismo siempre presente
Sofía Silva, integrante del LIAS explicó que se trata de una segunda parte del informe, que “es un trabajo propositivo en el que se brindan recomendaciones y líneas de acción concretas para proceder ante este acontecimiento de covid-19”.
Para las autoras, en el informe quedó reflejado cómo impacta la pandemia en los pueblos indígenas, las dificultades que atraviesan y los modos en que la crisis contribuye a ponerlas de relieve.
“Se habla de la necesidad de tener una educación bilingüe o una salud intercultural tal cual lo dispone la legislación, pero son prácticas difíciles de llevar a cabo, cuando no imposibles.
La interculturalidad por la que tanto se brega sólo va a ser posible cuando se reviertan las inequidades”, dijo Tamagno. El otro tema que apareció en el estudio fue el racismo.
“Nos preguntamos por qué razón esta práctica, que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) denuncia desde 1946, sigue presente”, señaló la investigadora.
Saberes y utopías que siguen en pie
Las especialistas destacaron las formas de organización de las comunidades y reflexionaron sobre la visión de sí mismos que tienen sus integrantes. “Los pensamientos hacia el futuro, lo que quieren para ellos, y la naturaleza.
Ahí aparecen sus saberes y utopías, que siguen en pie a pesar de las expropiaciones, arrinconamientos y explotaciones sufridas. Ellos denuncian esas situaciones pero no como una queja; se puede ver en la manera en que lo asimilan y transmiten a sus jóvenes”, sintetizaron.
El coronavirus se cuela por todos lados
El Impenetrable, un frondoso bosque en el norte del país de naturaleza insondable, como su nombre advierte, ha registrado en los últimos días al menos 54 casos de la covid-19. Allí donde las carreteras son de tierra y escasea el agua, la pandemia ha logrado abrirse paso en las pequeñas comunidades, gran parte de ellas formadas por indígenas wichis y qom.
La situación ha alarmado a los habitantes, unas 60 mil personas desparramadas en 40 mil kilómetros cuadrados, por los riesgos que implicaría una crisis sanitaria en esa región.
La visita inoportuna de una comitiva de funcionarios, entre quienes se reportó luego un contagio, y el tránsito de trabajadores que llegan para desmontar las tierras han quedado en la mira de quienes intentan encontrar el origen del brote.
“Siempre pensamos que sería el último lugar al que llegaría el virus”, lamenta Daniel Liberatti, habitante de Villa Río Bermejito, un poblado en medio del bosque de poco más de 4 mil habitantes.
La mayor parte de la extensión de El Impenetrable se encuentra en la provincia de Chaco, el tercer distrito con más contagios en el país, por detrás de la ciudad y la provincia de Buenos Aires.
Pero hasta principios de junio, el virus se había concentrado en la ciudad de Resistencia y no había alcanzado a la región del bosque. Liberatti apunta contra la visita de la presidenta del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas, Magdalena Odarda.
A principios de junio, la funcionaria nacional recorrió El Impenetrable junto a una comitiva “para analizar la situación de la covid-19”. En aquellas tierras inhóspitas donde creció, explica, se junta la falta de agua con la desnutrición y se registran cada año centenares de casos de dengue, chagas y tuberculosis.
Lo más parecido a un hospital en esas tierras son pequeños centros de atención sanitaria y, los mejor provistos, cuentan con una ambulancia vieja para trasladar a los pacientes a los núcleos urbanos. “El Impenetrable es una de las zonas más vulnerables del país, si entra gente de afuera y trae el virus, es como si viniera a tirar una bomba”.
La tala como propagadora
Riccardo Tiddi, activista de la organización Somos Monte Chaco, expresó: “El punto no es echarle la culpa a una persona, es evitar el tránsito de personas para restringir el contagio.
Ninguno de todos los pueblos de El Impenetrable cuenta con recursos para hacer frente a una crisis sanitaria”. La otra preocupación de Tiddi es la trasmisión del virus a causa de la actividad forestal, una de las principales actividades económicas en la región.
Somos Monte Chaco lleva años defendiendo el bosque de la tala. Pero el problema en la pandemia, dice Tiddi, es la continua circulación de trabajadores de empresas privadas que llegan a buscar la madera incluso desde otros países.
Según Tiddi, “han resistido al desmonte durante toda la cuarentena” pese a las restricciones iniciales. Y lo han hecho con miedo a contagiarse. “Si autorizás una actividad como esta, abrís el paso al virus.
Nos va a llegar a través de los camioneros que vienen de afuera”, aseguró.