El primer ministro irlandés, Brian Cowen, solicitó ayer de manera oficial la ayuda financiera para su país a la Unión Europea (UE) y al Fondo Monetario Internacional (FMI), para estabilizar su economía, después de varios días de negociaciones y resistencias. Mientras tanto, varios sindicatos alertaron que el país “está al borde” de una ola de disturbios.
El ministro de Finanzas irlandés, Brian Lenihan, que no concretó por ahora una cifra exacta, presentará una propuesta a su gabinete sobre un plan gubernamental para los próximos cuatro años que contempla recortes de al menos 15.000 millones de euros.
Lenihan, admitió que la suma total del paquete de ayuda, será en el orden de las “decenas de miles de millones” de euros.
El anuncio fue hecho mientras una misión conjunta de la UE, el Banco Central Europea (BCE) y el FMI se encuentran en Dublín para finalizar los detalles del acuerdo de rescate, informó la agencia de noticias ANSA.
Durante la reunión de ayer, el gabinete analizó la precaria situación fiscal del país y evaluó alternativas acerca de cómo mejorar el debilitado sistema bancario irlandés, prácticamente nacionalizado en su totalidad.
El gobierno, sin embargo, cuenta con una exigua mayoría para aprobar el paquete de recortes antes de fin de año, con el principal partido de la oposición pidiendo la cabeza del Taioseach, el primer ministro Brian Cowen.
A esa situación se le suma la fuerte presión de los sectores financieros y el creciente malestar entre los irlandeses, molestos por la gestión del gobierno en la crisis, además de fuertes sindicatos que ya anticiparon que darán una dura lucha ante los recortes.
En ese marco, varios sindicatos, grupos de estudiantes y hasta agrupaciones de jubilados están planeando una protesta en Dublín para el próximo sábado 27 de noviembre, que organizada por la confederación sindical de Irlanda Ictu, exigirá una mayor equidad en los recortes presupuestarios.
Jack O’Connor, presidente general del Siptu, el mayor sindicato de trabajadores de Irlanda, (200 mil trabajadores) dijo que un gran número de asistentes a la marcha –sobre 25.000 manifestantes– puede ayudar a “moderar el carácter de los ajustes”.
Irlanda es un país cargado de deudas, casi sepultado por ellas. Públicas, pero sobre todo privadas: las familias, las empresas y los bancos están endeudados hasta las cejas tras una burbuja inmobiliaria que se fue hinchando durante más de 10 años de crédito fácil y barato, según reseñó ayer el diario español El País.
Ese boom permitió a los irlandeses tener mayor renta per cápita que los alemanes; el salario mínimo roza los 1.500 euros mensuales. Pero la burbuja explotó y tras una semana resistiéndose a aceptar la oferta europea de rescate, Irlanda terminó aceptando un fondo de contingencia, una línea de crédito de “decenas de miles de millones de euros”, según su ministro de Finanzas, Brian Lenihan.
Tratándose de economía, ningún rescate sale gratis: junto con la petición de ayuda (en realidad, una línea de crédito a un tipo de interés que podría rondar el 5 por ciento si se repiten las condiciones del caso griego), el gobierno irlandés aprobó un paquete de recortes severo, de 6.000 millones el año próximo y un total de 15.000 millones –el 10 por ciento del PIB– en los próximos cuatro años.
Apenas hay detalles aún, pero lo que es seguro es que los irlandeses pagarán más impuestos –tras unos años en los que el país hizo bandera de la baja fiscalidad– y sufrirán el tijeretazo en el gasto público, por ejemplo en los sueldos de los funcionarios, en salario mínimo, en los subsidios, en las prestaciones sociales y en las inversiones.
En tanto, los sindicatos ya avisaron que no se quedarán de manos cruzadas.