Italia comenzó a vivir su nueva normalidad, con la apertura de bares, restoranes y el regreso al trabajo de la inmensa mayoría de las actividades. El miedo comienza a ceder después del caos y la gente sale a la calle en la desescalada de las restricciones, aunque con un clima de grieta política que genera una sociedad dividida por cómo manejo el gobierno la pandemia.
Matías Príncipe está radicado hace ya varios años en Udine, en la que comenzó como una aventura deportiva y profesional para este basquetbolista que surgió en Caova pero se convirtió en una elección de vida. Hoy puede contar en primera persona cómo se vivió la situación en un país que durante un tiempo fue epicentro del brote de coronavirus. Y sobre todo, cómo son los días después del pico, cuando la curva parece achatarse definitivamente.
“Se dijeron tantas cosas, nos bombardearon desde gobiernos y medios con informaciones de todo tipo. Un día hay que usar barbijo, otro día no. Después había que ponerse guantes, pero a la semana no había que usarlos. La verdad es que fueron más de dos meses de mucha incertidumbre”, analiza el rosarino, quien aprendió a dudar hasta de su sombra: “Las informaciones que se brindan es que los casos bajaron muchísimo en todo el país, pero se avisó que en el caso de que recrudezca la pandemia se va a volver atrás con la apertura. Por eso en algunos sectores se llega a pensar que las regiones no siempre informar todos los contagios y muertes por miedo a que los obliguen a cerrar las actividades económicas, porque la situación es muy complicada”.
“Desde el 18 de abril se habilitaron en la región del Friuli algunas visitas familiares y desde la semana pasada están abiertos los bares y restoranes con medidas sanitarias. Lo que hicieron fue sacar las mesas al aire libre y con distancia. Y adentro de los locales separarlas. Tenés que usar alcohol en gel y barbijo. Ahora podés sentarte con otras personas y te sirven en tazas, aunque siempre recomiendan que sean aquellos con los que uno convive. Antes era sólo take away”, relata Príncipe, quien se encuentra en una zona que no fue tan golpeada por el virus: “Yo suelo preguntar a mis amigos y clientes si conocen a alguien que haya tenido la enfermedad y la verdad que la respuesta es negativa. Lo peor fue en Milano o en Bérgamo, donde murió mucha gente. Aquí no se superó la capacidad de atención en las camas de terapia pero en otras ciudades sí y tenían que elegir a quién le ponían respirador y a quién no”.
Matías había firmado su contrato laboral meses antes de la cuarentena, mientras que su pareja es psicóloga y ya pudo retomar las actividades, por lo que económicamente el golpe no fue tan duro como en otros casos, que no están amparados por el sistema: “Existen bonos y ayudas, pero la gente está sin plata. No llegó la ayuda anunciada en tiempo y forma. Además, en las empresas se explicó que el gobierno iba a hacerse cargo de los sueldos, pero por ahora eso no se hizo efectivo y los dueños no saben cuánto van a aguantar. Porque lo que viene saben que también va a ser duro”.
“Por ejemplo, en el básquet la situación venía mal y esto fue la patada que faltaba. Piensan en jugar desde septiembre a puertas cerradas, pero sin auspiciantes que pongan plata y sin gente no tiene mucho sentido jugar en las categorías de ascenso. Ya me contactaron de mi equipo, pero con el panorama económico que hay creo que me voy a quedar tirando al aro con mis nenas”, cuenta Príncipe un poco en broma, un poco en serio.
La pandemia no sólo trastocó sus planes en el básquet, sino también en la vida, ya que junto con su pareja debieron posponer los planes de boda: “Iban a venir desde Estados Unidos y de Argentina familiares, pero bueno, la fiesta se tuvo que cancelar. Soy medio cabezón, así que nos vamos a casar igual por civil”.
La situación de las escuelas es distinta a la de la mayoría de las actividades, ya que no se permitió la reanudación presencial y la educación es a distancia. Camila, la hija mayor de Matías, está en cuarto grado y por eso tiene presente la situación: “Acá ya estamos en la etapa final del ciclo lectivo y en este tiempo los chicos recibieron las tareas y trabajos por mail. En algunos colegios que tienen la posibilidad y en los cursos de chicos de mayor edad lo que se hizo fue dar tres horas de clases online. Pero el acceso no es igual para todos”.
“A nadie parece preocuparle demasiado la educación de los chicos, pero sí hacen tremendo lío por el regreso del fútbol. Como se mueve mucho dinero, tiene que terminarse y por eso a mitad de junio van a volver a jugar”, explica Matías, quien también le dedica su tiempo a Oriana, la pequeña de un año y medio.
El humor social fue variando y Matías hace una radiografía: “Apenas se anunció la cuarentena se tomó como una medida acertada y la gente le vio el costado bueno de estar con la familia y tener un poco más de tiempo, pero como se hizo largo todo fue cambiando. Y como la oposición comenzó a criticar al gobierno por algunas medidas, es como que mucha gente se enojó. Igual hay de todo, porque personas que en su vida salieron a correr pedían que los dejen salir a hacer actividades, y otros los filmaban corriendo y los denunciaban. Imagino que son cosas que suceden en todos los países”.
Príncipe cierra con una descripción de lo que dejó como mensaje la pandemia: “Hay que aprender a ser solidarios y a darnos cuenta del lugar que tenemos en el mundo. Al virus no le importó quién tenía una Ferrari y quién un Dodge 1500″.