Leila Torres – Télam
Iván Hochman, el actor que encarnó a Fito Páez en la serie de Netflix sobre la vida del músico, sorprende con su faceta de escritor en el libro Por qué te vas, en el que narra la historia de Milo, un personaje que ensaya formas de independizarse y para eso desenreda las ataduras de la convivencia familiar, entrevista a jóvenes que ya han dejado el nido y realiza listas, al estilo de Instrucciones para subir una escalera, de Cortázar, en las que lo cotidiano renueva su sentido rutinario.
Hochman tiene 29 años, es actor, docente y escritor. Tras un casting de seis meses, consiguió el papel protagónico en la serie biográfica de Fito Páez, El amor después del amor, una biopic del músico rosarino.
Su novela es previa al éxito que alcanzó esta producción cinematográfica y fue publicada inicialmente por la editorial Milena Caserola. Luego, la obra pasó a manos del Penguin Random House. Recientemente recibido en la licenciatura de Artes de la Escritura en la Universidad Nacional de las Artes, Hochman dialogó con Télam sobre el proceso creativo de la novela y, según dijo, sobre «las preguntas a las que uno se enfrenta cuando empieza a vivir solo».
«Me fui de casa a tocar rock and roll y no volví nunca más», canta Fito Páez en la canción «La Rueda Mágica», parte del álbum El amor después del amor, el disco de larga duración más vendido en la historia de la música popular argentina. «Esa frase de la canción de Fito me encanta, siempre me emociona mucho y creo que ese irse de casa a tocar rock and roll un poco habla de irse a hacer lo que uno tiene que hacer», señaló Hochman.
«Todos nos vamos a tocar rock and roll, a hacer ese sonido propio, y el rock and roll también como algo desafiante, difícil, siempre es llano y fácil hacer tu camino. La experiencia que cuento en la novela es la de un pibe que se va descubriendo, se va formando, se va separando de lo que era con su familia, de lo que era en conjunto, que se va distanciando de esa tribu con sus tabúes, sus normas, sus reglas, sus convenciones y empieza a tomar sus propias decisiones, a encontrar sus tiempos, su respiración y sus deseos», analizó el escritor.
Desde la perspectiva de Milo, la novela narra las acciones y emociones que se desencadenan cuando encara el proyecto de irse a vivir solo. Sin embargo, su voz no monopoliza la novela y da lugar a testimonios de conocidos que pasaron por la experiencia de independizarse.
«Era muy importante que no estuviera tan anclada en una sola mirada y una sola experiencia. Por eso empezaron a entrar otras voces, otras miradas, otras formas de pensar. La misma experiencia de irse a vivir solo se convirtió en el texto en una cosa más polifónica», explicó Hochman sobre esta decisión narrativa.
«Me interesaba que apareciera una forma narrativa muy distinta. Entonces en el hilo del relato se cuenta la historia desde la mirada de Milo en el presente y con estas voces aparece una cosa mucho más coloquial, también rota porque es un lenguaje que aunque es muy reconocible en esta cuestión cotidiana, cuando lo leés es gracioso», dijo el joven escritor.
La novela también está hecha de objetos, piezas fundamentales de todo hogar. «Son recuerdos que se cuentan en pasado y que traen nostalgia», indicó Hochman, para quien «la experiencia de lectura del libro configuró mucho la búsqueda y la escritura».
«Quería un libro que fuera una invitación a leer y a seguir leyendo, que la gente se sienta identificada, que disfrute de estar ahí conectada con el texto», aseguró.
Voz a voz, objeto a objeto pero también lista a lista se va construyendo una bitácora colectiva del viaje que implica irse a vivir solo. ¿Qué papel juegan las listas en la novela?
Para el escritor, una referencia de este recurso fue Alejandro Zambra en la novela Facsímil. «Toda la novela está escrita utilizando como base y como estructura la prueba de aptitud para entrar a la universidad chilena, a la secundaria, no me acuerdo, en Chile, que se usó durante muchos, muchos años, y que era una prueba genérica, que él toma y retoma para cambiarla y ahí cuenta la historia del país y de la dictadura y suya propia», explicó.
«Así que me emocionaba mucho también esa cuestión tan personal y tan estructurada y estructural al mismo tiempo. Entonces cuando empecé a escribir esto de las listas me pasaron este texto y me sirvió mucho para darle potencia y profundidad a esa búsqueda», repasó.
Algunas veces, contó Hochman, llegaban «en forma de mandamientos» porque «es la forma que le deja el amigo cuando se va de la casa y le dice: «Mirá que yo me organizo a través de listas. Probalo. Si hacés listas vas a ser adulto, responsable», entonces Milo empieza a hacer sus propias listas»; otras veces eran como «un diálogo interno», una forma de presentar «el modo de pensar el mundo» del protagonista: «de organizar el mundo, de sentirlo un poco más racionalizable, cercano y abarcable».
En las listas el escritor se sintió identificado. «Es algo que yo y muchos amigos o gente que conozco hacemos y me parecía gracioso que las listas se fueran rompiendo a lo largo del libro, sobre todo en ese segundo capítulo donde él prueba vivir solo», reveló Hochman, quien, conforme avanza la narrativa, va enrareciendo y ridiculizando esas listas.
«Cuando dice «teléfonos en caso de emergencias», no es solo una lista de teléfonos, sino que leés que pone al papá primero, después al resto de la familia, después al Same y al final pone a la madre como último recurso», graficó.
«También te está diciendo algo de lo que le pasa al personaje. Me interesaban las dos cosas, la cuestión atípica de las listas en un texto y lo que le daba de vertiginoso, de ritmo, de cambio de textura, pero también la pregunta de cómo seguir narrando a través de las listas», concluyó el escritor.