Fuente: Nex Ciencia
Ivermectina. Este antiparasitario se hizo aún más popular cuando se lo comenzó a estudiar como posible tratatamiento contra el covid-19. Tal potencial propiedad nueva fue descartada, pero su utilización sigue siendo intensa en amplios campos. En la salud humana pero, sobre todo, en el ámbito veterinario. Se lo aplica a los terneros, por ejemplo, y el problema es que, en un 95%, se libera intacto a través de la orina. Si el ganado está en zona de islas, como ocurre frente a las costas santafesinas, en el Delta del Paraná, la consecuencia es su permanencia en el agua y su interacción con la fauna ictícola. Un equipo de investigadores descubrió que sus efectos sobre los sábalos, base de la cadena alimentaria del río, son preocupantes: les reduce la percepción de predadores y la identificación del sexo opuesto, dos circunstancias que atentan contra la supervivencia de la especie.
El descubrimiento de la Ivermectina, hace más de 30 años, fue premiado con el Nobel en 2015. Se constató que es un antiparasitario seguro y de amplio espectro para tratar numerosas enfermedades de la pobreza. Está incluido en la lista de medicamentos esenciales de la Organización Mundial de la Salud, un registro que incluye los mínimos medicamentos necesarios para un sistema básico de atención de la salud. Ese estatus de “panacea” llevó a que se lo investigara como posible cura del covid-19, lo que luego fue completamente descartado.
Es un fármaco conocido, porque se suele usar para matar a los piojos, para tratar la sarna y para eliminar a las garrapatas. También es ampliamente utilizado por su extraordinario espectro de acción contra diversas especies de gusanos que causan una importante proporción de las enfermedades olvidadas más frecuentes del planeta, como la oncocercosis o la filariasis. Y se lo usa en el control de numerosas parasitosis intestinales.
Aunque este antiparasitario está aprobado para uso humano, su uso extendido se da en el campo veterinario. Su utilización es tan amplia y descontrolada que empezó a circular por los cauces de agua. Y ahora, un trabajo científico demostró que la supuesta panacea no es inocua.
Contaminantes de preocupación emergente: de remedios a champúes
Los ríos que corren por el planeta y los grandes cuerpos de agua reciben continuamente los efluentes industriales y los desechos cloacales. Aún con plantas de tratamiento, algunas moléculas atraviesan los filtros y llegan inalteradas al agua.
En el Laboratorio de Ecotoxicología Acuática (LEA) de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA se dedican desde hace años a estudiar el efecto de los productos de manufactura humana sobre el ambiente acuático. En particular, sobre los peces. Su trabajo demostró el efecto nocivo de los agroquímicos sobre la chanchita, un pez de agua dulce que está presente en los ríos Paraguay y Paraná, entre otros.
“Hace un tiempo, empezamos a dedicarnos a lo que se denomina contaminantes de preocupación emergente. Son sustancias que están dando vueltas en el ambiente, que se está descubriendo que son muy persistentes y cuya toxicidad está alterando a organismos para los cuales esa molécula no fue diseñada”, explica Fabiana Lo Nostro, investigadora del Conicet y directora del LEA. “Son medicamentos, pero también productos de cuidado personal, como champúes y desodorantes”, ejemplifica.
Hormonas anticonceptivas, analgésicos, antibióticos, fármacos para bajar el colesterol, antidepresivos y otras drogas de consumo humano masivo que eliminamos por la orina o por las heces son ingeridas por los peces y actúan en su organismo. Algunas de esas sustancias quedan depositadas en el cuerpo de los animales acuáticos y las ingerimos cuando los comemos.
Recientemente, un trabajo del grupo de investigación de Lo Nostro mostró que las concentraciones de fluoxetina -un antidepresivo- presentes en el ambiente acuático afectan la alimentación y la reproducción de las chanchitas.
Ahora, un nuevo estudio, publicado en la revista científica Science of the Total Environment, da cuenta de los efectos de otro contaminante de preocupación emergente: la Ivermectina.
La ganadería y los peces
En las últimas décadas, la ocupación creciente de la Pampa Húmeda por la agricultura generó un paulatino desplazamiento de la actividad ganadera hacia las islas del Delta del Paraná. La denominada “ganadería de islas” se convirtió en una práctica cada vez más extendida porque allí las vacas cuentan con pasturas abundantes y con agua de alta calidad.
En esos corrales naturales, los animales están la mayoría del tiempo con las patas en el agua, que recibe continuamente la orina y los excrementos del ganado.
La Ivermectina suele aplicarse a los terneros apenas nacen y la mayor parte del producto, alrededor del 95%, se elimina casi inalterado con las heces del animal. Por lo tanto, va al agua
Las islas que están enfrente de la ciudad de Rosario, sobre el río Paraná, son parte del circuito de migración del sábalo, un pez nativo de Sudamérica que se reproduce aguas arriba y recorre cientos de kilómetros hasta llegar al Delta del Paraná.
“Esa zona frente a las costas de Rosario es un área de cría de la especie, donde los individuos juveniles se desarrollan. Por eso elegimos ese lugar para estudiar los efectos de la Ivermectina sobre el sábalo”, señala Lo Nostro.
Sin escape
El trabajo, que forma parte de la tesis doctoral del biólogo Ismael Lozano, se llevó a cabo en el LEA y en la Universidad de Luján. Allí, colocaron a los sábalos juveniles en acuarios que tenían concentraciones de Ivermectina similares a las que se encuentran en su ambiente natural.
Dos semanas después, evaluaron distintos aspectos de su comportamiento natatorio de acuerdo con técnicas estandarizadas internacionalmente y, finalmente, analizaron la sangre y un marcador de la actividad neuromuscular del animal.
“A nivel de comportamiento, el principal hallazgo es que en presencia de Ivermectina los peces no tienen respuesta de escape. En otras palabras, si son atacados por un predador serán predados”, ilustra Lo Nostro. “También encontramos que una enzima involucrada en la detoxificación del animal está alterada”.
Además, comprobaron que otra enzima, relacionada con la actividad neuromuscular, está aumentada: “Es como que el animal está más activo muscularmente y cerebralmente. Casi te diría que hiperactivo. Es como un auto fuera de punto. Muchas veces, cuando están tan excitados o tan fuera de ritmo, no logran ver a la presa o no logran ver al predador.”
—¿Ese estado alterado puede afectar su actividad reproductiva?
—Nosotros no hicimos ese experimento. Pero en ese estado es probable que el animal no pueda detectar al sexo opuesto e, incluso, que tenga dificultades para conseguir alimento.
Cuestión de supervivencia
“Nuestra preocupación es que esa área de cría se pierda”, advierte la investigadora en referencia al sitio de estudio en las islas del Delta. “Puede ocurrir que los sábalos lleguen a ese final de ruta y no puedan sobrevivir porque queden muy dañados fisiológicamente”.
La pesca del sábalo da sustento a miles de familias. Además, en cuanto a los peces de río, constituye el mayor porcentaje en las capturas comerciales destinadas al mercado interno y externo, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca. Los últimos registros señalan que en 2018 se exportaron más de 17.000 toneladas.
“Nosotros pusimos el ojo en el sábalo, pero esa región es riquísima en diversidad de especies. Con lo cual asumimos que lo que le está pasando al sábalo también le está ocurriendo a todas las especies que conviven por ahí. Cualquier animal que esté siendo expuesto a un fármaco que no fue diseñado para aplicárselo a él probablemente esté sufriendo algún daño. Ya lo vimos con los antidepresivos, ahora lo estamos viendo con los antiparasitarios y lo estamos empezando a estudiar con antibióticos y analgésicos”.