La tarde del miércoles 30 de julio de 1975, Jimmy “Barreta” Hoffa, el influyente y temido fundador del poderoso sindicato de los camioneros (teamsters) estadounidenses, fue a reunirse con alguien en un restaurante de Bloomfield, Detroit. Pero en el camino desapareció misteriosamente sin dejar rastro alguno. Y el hecho de que su cuerpo jamás fuera hallado contribuyó a crear una suerte de mito alrededor del sindicalista. Mucho se escribió desde entonces sobre Hoffa y su enigmática desaparición, presuntamente a manos de la mafia italonorteamericana, que para entonces quería desprenderse de uno de sus principales socios en el control de los sindicatos estadounidenses.
Los artículos periodísticos de la época recuerdan que la Cosa Nostra estaba furiosa por las desmedidas pretensiones de Hoffa, un burócrata sindical que en sus tiempos de esplendor era capaz de paralizar el transporte de cargas en todo el país con sólo una palabra. Por eso se cree que, aquel 30 de julio del 75, Hoffa acudió a una cita pactada con los jefes mafiosos en un restaurante de Detroit, pero nunca llegó a destino.
Años antes de desaparecer de la faz de la tierra, Hoffa había convertido al sindicato de los camioneros en una potencia económica y política de Estados Unidos, aunque también se había convertido en un instrumento de la mafia italonorteamericana.
Por eso, 42 años después del hecho, casi todos apuntan a la Cosa Nostra como responsable del secuestro y desaparición de Hoffa. Algunos investigadores sostienen que fue el sicario conocido como Tony el Griego quien asesinó a Hoffa por encargo de Sam Giancana, jefe de la mafia en Tampa. Fue declarado legalmente muerto el 30 de julio de 1982 y aunque nunca se halló su cadáver aún abundan los rumores sobre el lugar donde estaría sepultado.
En febrero de 2005, pruebas de ADN en manchas de sangre en una casa donde se suponía que estuvo secuestrado Hoffa dieron negativo. Las autoridades ordenaron remover algunas tablas de madera del piso de una casa en Bloomfield, Detroit, donde un sindicalista rival, Frank “the Irishman” Sheeran, dijo haber asesinado a Hoffa. Pero no se halló el cuerpo ni ninguna evidencia que contribuyera a resolver el enigma.
Con todo, la vida del sindicalista y su desaparición inspiraron una decena de libros y también la película Hoffa (1992), dirigida por Danny De Vito, en la que Jack Nicholson interpreta al camionero.
Además, por estos días, Martin Scorsese está por comenzar a rodar una película sobre la vida de “Irishman” Sheeran, un temible sindicalista a quien se le atribuyen más de 25 crímenes, con Robert De Niro en el papel del personaje principal y con Al Pacino interpretando a Jimmy Hoffa.
El poder sobre ruedas
James Riddle “Jimmy” Hoffa nació el viernes 14 de febrero de 1913 en Brazil, Indiana, en un hogar humilde. El padre de Hoffa era un trabajador del carbón en Illinois. Tras la muerte de su padre, en 1929 y poco antes de que estallara la Gran Depresión, el joven Jimmy dejó la escuela y se trasladó a Detroit, Michigan, para trabajar en un depósito como cargador de camiones. Desde un primer momento se reveló ante los abusos perpetrados por los diversos patrones de dicho negocio, que eran moneda corriente. En ese contexto y en la capital de la industria norteamericana del automóvil, en 1931 el joven Hoffa, de sólo 18 años, comenzó sus actividades como líder sindical. Jimmy organizó la primera huelga de los llamados Swampers, trabajadores de carga y descarga. Por su actividad con esos trabajadores Hoffa hizo sus primeros contactos con los teamsters, a quienes organizó sindicalmente en los estados del cercano oeste estadounidense. Desde ese territorio Hoffa fue extendiendo su influencia a todo el país, con métodos de lucha como los paros sorpresivos y el boicot, no exentos de violencia.
Hasta que en 1957 llegó a la presidencia de la Fraternidad Internacional de Camioneros, al suceder en el cargo a Dave Beck, quien había sido encarcelado por fraude impositivo. Desde la presidencia del sindicato Hoffa logró agrupar a todos los camioneros del país en un solo convenio nacional. A la vez pretendió incorporar a su gremio a trabajadores de líneas aéreas y de otras actividades ligadas al transporte. Para entonces ya tenía acuerdos con el capo mafioso Tony Provenzano y con líderes del Partido Republicano.
Sin embargo, desde la Casa Blanca, los presidentes demócratas John Fitzgerald Kennedy y Lindon Baynes Johnson se convirtieron en un serio obstáculo en la trayectoria de Hoffa y ordenaron al FBI que investigara sus actividades.
En el marco de esa guerra declarada entre el cacique gremial y los demócratas, las revelaciones de los detectives privados Fred Otash y John Danoff, contratados por Hoffa para grabar las confidencias de alcoba de Robert Francis Kennedy a Marilyn Monroe, su amante, pusieron en un brete la presunta honorabilidad de los hermanos Kennedy en su guerra contra la Mafia.
Hasta que 1964 marcó el final de la carrera de Hoffa al ser condenado por sobornar a un jurado que investigaba sus vínculos con jefes de la Mafia a 15 años de prisión. El presidente republicano Richard Milhaus Nixon le conmutó la pena en 1971, con la condición de que debería abstenerse de volver a realizar actividades sindicales al menos por diez años.
Justo cuando Hoffa se proponía presentar una demanda legal para que se le levantara esa restricción y poder retomar el control del sindicato, desapareció sin dejar rastro alguno a las 14.45 del miércoles 30 de julio de 1975 en el estacionamiento del restaurante Machus Red Fox en Bloomfield Township, un suburbio de Detroit. Había sido citado a encontrarse con dos líderes de la mafia, Anthony “Tony Jack” Giacalone, de Detroit y Anthony “Tony Pro” Provenzano, de Nueva York.
No obstante, antes de su misteriosa desaparición, Hoffa ya había logrado abrirle las puertas del gremio de los camioneros a su hijo James Phillip Hoffa, quien aún hoy, 42 años después de la desaparición de su padre, lidera a los Teamsters de Estados Unidos.
En la mayoría de los países del mundo el sindicato de camioneros tiene una fuerza espectacular que no pocas veces ha puesto en jaque a varios gobiernos.
Apenas dos años antes de la desaparición del mítico gremialista estadounidense Jimmy Hoffa, en 1973, el chileno León Vilarín, al frente de sus 45.000 camioneros, fue una pieza importante de la que se valió la CIA para paralizar el país trasandino, dando un golpe mortal a la economía chilena, y preparar el derrocamiento del presidente socialista Salvador Allende.
Del otro lado de la Cordillera, en la Argentina el también camionero Hugo Moyano (confeso admirador de Hoffa) fue acumulando en los últimos años un poder nada despreciable y con una gran capacidad de presión.
Para Moyano, todo lo que se mueva sobre un camión o camioneta es resorte de su gremio, ya sea choferes, ayudantes, estibadores o lo que fuere. La pretensión es obvia: cuanto más afiliados, más se recauda y más poder tiene el gremio. Moyano quiere conquistar para sus compañeros el histórico sitial que en una época llevó a los metalúrgicos, con más de 400.000 afiliados, a ser dueños y señores del poder sindical argentino.
Con esa táctica Moyano fue construyendo poder interno en su sindicato y llegó a convertirse en el único conductor de la Confederación General del Trabajo (CGT). Pero su estrategia y estilo pusieron en pie de guerra a los Gordos –caciques de los gremios de servicios–, entre ellos el mercantil Armando Cavalieri, quien lo acusó, precisamente, de emplear prácticas mafiosas, al mejor estilo Hoffa. Las similitudes entre Hoffa y Moyano son varias. Al igual que el desaparecido gremialista estadounidense Hugo proviene de un hogar muy humilde. Y, como lo hizo Hoffa, él también logró que uno de sus hijos, Pablo, lo sucediera como líder sindical de los camioneros de la Argentina.
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