Juan Pablo Funes / Especial para El Ciudadano
Con solo empezar, el vertiginoso inicio de “Tangótico” en manos de Tortul (piano), puso al concierto a rodar, traccionando siempre sobre el piano como un faro en la oscuridad de la sala. Junto a Pablo Farhat (violín, bombo y voz), pilar melódico, comandaron la orquesta de cuerdas con el ímpetu con el que late la música folclórica.
El concierto se basó en una selección de clásicos y mixturas que sobrevolaron la diversidad de la música litoraleña, ciudadana, del noroeste argentino y creaciones del propio Tortul. Todas ellas, amalgamadas en la misma tesitura de los arreglos compositivos, envolvieron al espectador en la obra.
Luego del tango, llegó la zamba con “Oigo tu voz” y la canción litoraleña “Caudal”, dedicada al río Paraná. Tortul se acerca a estas orillas alejándose de su Fuentes natal, un pequeño pueblito del Departamento San Lorenzo, pero sin olvidar su origen. Debajo del brazo trae “El Chacarita”, un chamamé inspirado en su barrio con el que pinta su infancia, su significado, el lugar donde se “hizo”. Del que relata: “Yo sigo viviendo acá, así que en parte, es una música de mi lugar”.
Como dato anecdótico, las canciones “Tangótico” y “Oigo tu voz”, fueron estrenadas en el año 2012, en un concierto con esta misma orquesta. Tortul las incluyó para recordar aquel momento, hace ya tantos años.
Todos los arreglos fueron realizados por el compositor, que al sumar la orquesta hizo que no luzca el virtuosismo al que nos tiene acostumbrados. Sin embargo hizo sentir su calidad plasmándose en otras delicadezas interpretativas.
Joel es un músico de contrastes. No se queda quieto un instante. Sus pies parecen imitar el ir y venir de sus manos sobre el teclado. Pareciera que está jugueteando con una pelota de fútbol bajo las suelas. Se inclina hacia los costados, da pequeños saltos sobre la butaca. Mareando, tirando fintas, eludiendo adversarios. Pero no está jugando, es la intensidad que abarca el piano: con todo su cuerpo.
Llega un momento en el que el dueto homenajea a dos grandes violinistas de nuestro país. A Enrique Mario Francini con “Tema otoñal” y a Sixto Palavecino con “El Miskisitu”.
Farhat se luce en estas obras y evidencia el vínculo que tuvo con Palavecino: Cuando era pequeño iba a tocar en el programa que Sixto tenía en Radio Nacional. Lo rememora también explicándonos que no era violinista. Palavecino era “violinisto”: un músico que toca el violín, del monte de Santiago y que es autodidacta.
Farhat lo plasma sobre el escenario, violín en mano, con gestos corporales igual de gráciles que los brazos de un director de orquesta, comanda los inicios, ribetes y tiempos para que el conjunto de cuerdas abrace las melodías danzables. No sólo con el violín, si no también dejándolo de lado en ocasiones, para acompañar sutilmente con el bombo y dar el matiz folclórico que nunca perdió el concierto. También puso su voz a canciones como “La retobada” y “Grito santiagueño”, o recitando en idioma quichua, demostrando la academia de las “peñas” con las que también se formó.
En “Gatito de Tchaikovsky”, el santiagueño, en un guiño llama a la orquesta, la invita al diálogo y al juego entre lo académico y lo folclórico. La Orquesta da el puntapié con “El lago de los cisnes” del compositor ruso, que en 25 segundos se transforma en una melodía de los hermanos Ávalos, finalizando la pieza con ambas entrelazadas.
En escenario, el dúo domina la interpretación musical de punta a punta. Además, se da un lujo para el derroche y suma como invitado especial al querido músico rosarino, Martín Tessa, para acompañarlos en guitarra. Afortunadamente, estos mantienen una agenda variada de presentaciones en la ciudad, que nos brinda la posibilidad de tanto en tanto, tenerlos cerca. Ellos agradecerán también el aporte de la Orquesta de Cámara, de la cual destacan, se encuentra en un momento en el que está ampliando su horizonte más allá del repertorio clásico.
Llega “Barro tal vez” y “Grito Santiagueño” que son presentadas como una selección de zambas de dos compositores de la misma época: Raúl Carnota y Luis Alberto Spinetta, uno más del lado del rock y el otro, obviamente del folklore. Como los dos vivieron en el mismo tiempo, Tortul y Farhat juegan con la contemporaneidad y los entremezclan.
A continuación la orquesta descansa sus arcos. Da paso a un segmento, una selección de chamamés en el que el dúo interpreta “Posadeña linda” (Ramón Ayala), Villanueva (Chamorro) y La calandria (Isaco Abitbol).
Luego Tortul nos ilustra y explica que el ritmo 6/8 es transversal a toda la música latina y que de un juego sonoro, un experimento, nació su composición “Santiago de Cuba” a la cual Leonel Capitano pone letra. Haciendo el paralelismo entre ambas ciudades, la del estero y la de la isla. Como resultado, reflejó una melodía donde los gentilicios, allí, donde habita la gente y su música, “santiagueños” y “santiagueros”, bien podrían bailar chacareras al son o zapatear al ritmo de los tambores.
La trascendencia de las fronteras y el sentido latinoamericanano nos trae de vuelta a nuestras tierras, para que justamente “el día de la independencia”, no dejemos de lado la hermandad y apoyemos al pueblo jujeño en este difícil momento político y económico que atraviesa. Como muestra de ello, Torul, ata la bandera de los pueblos originarios al piano.
El público aplaudió cada una de las piezas musicales con un sentir colectivo de agradecimiento, incluso de pie al finalizar. Este gesto fue capitalizado para el bis cuando, con los primeros acordes de una versión del Himno Nacional, mantuvo a todo el auditorio en alto, cantando nuestro emblema y con una cuota de emotividad que estuvo acorde al día y al espectáculo.
La canción del final “Chacarera del Mishki Mayu” fué anecdótica, para terminar la noche con sabor dulce en el paladar. Los ritmos indomables de las chacareras como siempre llaman a las palmas y la mínima insinuación de este ritmo hace que la gente salga a bailar. La invitación estuvo y varias parejas se adueñaron de los pasillos del teatro para el zapateo y zarandeo.
Cabe destacar que se pudo disfrutar de un espectáculo de calidad, gratuito, que en ocasiones puede pasar por alto al rosarino de a pié. Por suerte no lo fué. Tortul, Farhat y la Orquesta de Cámara se llevaron una gran cantidad de aplausos merecidos a sus casas.