La década del 50 del siglo XX, marcó una indiscutible explosión en materia de surgimiento de figuras en el boxeo argentino. Época de notables pugilistas que marcaron a fuego la historia del género. Algunos tuvieron gran trascendencia mediática, otros no tanto.
José Bruno fue uno de ellos. Nacido en el popular barrio porteño de Villa Urquiza, el 17 de febrero de 1931. Un chico como tantos, atraído primero por el pique esquivo de una pelota y por los el enigma de los guantes, después. Se inició como amateur a los 17 años de edad. Hizo 70 combates con sólo 4 derrotas. Ingresó al campo profesional en momentos que lucían grandes fondistas. Sobresalían: Alfredo Prada, José María Gatica, Oscar Pita, Eduardo Lausse. En el orden internacional, en tiempos de un campeón por categoría, reinaban: Rocky Marciano, Joe Louis, Kid Gavilán, Sandy Sadler.
José Bruno, apodado “Cucusa”, era de aquellos peleadores que no se guardaban nada en cada presentación. Encuadrado en la categoría pluma, fue sinónimo de espectáculos intensos, adornados con perfume de nocaut. No especulaba. Se jugaba a suerte o verdad. Temperamento y orgullo. Entrenado por Vicente Gullo, transitó una campaña exitosa. Sesenta victorias con 48 definiciones antes del límite, sellaron una historia reconocida. Hilvanó veintidós triunfos por nocauts consecutivos. Once de ellos en el primer round. La racha la cortó el rosarino Héctor “El Duende” Unzuga en agosto de 1952, al perder en un fallo por puntos.
Costaba encontrarle rivales. Llenaba estadios. El Luna Park era uno de ellos. Recordaba el manager Lázaro Kosci que manejó, entro otros, a Pascual Pérez y Eduardo Lausse: “Alguna vez invité a Bruno a colaborar con Pascualito y vi un boxeador diferente. Pegaba muy fuerte. Cuando metía una mano el rival iba a la lona. Ponele la firma. No perdonaba”.
Kosci que fue peluquero, llegó a desempeñarse como programador del estadio Luna Park. Entre los boxeadores que atendía su carrera, estaban Ricardo González y Alfredo Bunetta. Bajo su tutela estos dos protagonizaron apasionantes duelos que quedaron entre los más celebrados por el público. Según recordaba Kosci: “una vez lo programé a Bruno de semifondo. A ocho rounds con Rubén Dávila. Le ganó en gran forma. Esa noche me dí cuenta que era un gran boxeador. Llamado a ser figura. Y lo fue.”
El año 1952 fue de gran actividad personal para Cucusa Bruno. Realizó nada menos que veintidós peleas. Las ganó todas, con veinte nocauts. Entre éstos se recuerda el triunfo en dos vueltas ante el chileno Alberto Reyes, consideradas de las mejores en su carrera. La Guía Pugilística del año la calificó “Dos rounds para la historia”.
Bruno, era muy ordenado y cuidaba las ganancias que tanto le costaban obtener. Invirtió en instalar un almacén-fiambrería en la calle Triunvirato, en Villa Urquiza. Vecinos contaban que en los ratos libres, se lo veía atendiendo en el mostrador. También supo ganarse unos pesos recomendando, publicitariamente, el uso de una crema para tonificar la piel y los músculos: Belmus.
La empresa Luna Park organizó el sábado 14 de noviembre de 1953 la pelea por el título argentino de la división pluma. Estaba vacante. El campeón anterior Vital Coccio, reinó entre 1941 y 1953. Caso inédito: nunca defendió la corona. Increíble. José Bruno enfrentó a Mario Lopiano. Ya habían combatido unos meses antes y Bruno había ganado por puntos. Fueron doce capítulos intensos. Ásperos. De cruces violentos. Se conocían bien. Ganó Cucusa Bruno por decisión unánime.
En 1953 decidió probar suerte en Estados Unidos. Hizo tres peleas. Venció por puntos a Jimmy Ithia y noqueó en un round a Pat Thomas y en tres a Max Little.
La temporada 1954 no fue lo buena que esperaba. Se encontró con la horma para su zapato. Apareció en su camino: Alfredo Bunetta. El notable rosarino, el 16 de enero le ganó en las tarjetas. Esa noche le cortó el invicto en cuarenta y dos peleas. La revancha quedó en el aire. No se hizo esperar. El Luna Park la programó el 26 de setiembre. Nuevamente Alfredo Bunetta venció a José Bruno. La pelea fue vibrante. El estadio colmado. El jurado fue unánime. Sin dudas, se había instalado un duelo en la categoría pluma. El público pedía la tercera. El periodismo se hizo eco. La chance llegó el 19 de marzo de 1955. Cucusa Bruno lucía el título de campeón argentino. Lo puso en juego esa noche. Alfredo Bunetta con todas las luces a pleno, lo noqueó técnicamente en 11 vueltas. Bruno siguió combatiendo. Alternando buenas y no tanto. La última campana sobre un ring la escuchó el 1 de marzo de 1957, perdiendo por decisión en Mar del Plata, ante Adolfo Ramón Pendás.
Dejó el boxeo profesional. Tomo una decisión: volver a probar suerte en Estados Unidos. Sin dudas, su paso años atrás por el gigantesto país del norte habían dejado huellas y recuerdos especiales. Aterrizó una mañana del 23 de junio de 1957. No volvió a Argentina. Se radicó en la ciudad de Chicago. Su vida fue tranquila y dedicada a diversas actividades. Lejos de los titulares deportivos y las luces del ring- Lo recuerda mi querido amigo y prestigioso periodista, Carlos Irusta al verlo una noche en Las Vegas : “ canoso y de anteojitos, no parecía emparentarse su figura con aquel tremendo peleador que fue “.
José Bruno. Desconocido para los jóvenes de hoy en día. Recordado, con afecto y muchísimo respeto, por los muchachos memoriosos de ayer. Sin discusiones, está instalado en el podio de los elegidos por el pueblo. Así lo dice y testimonia un tango con letra de Alberto Corés y música de Juan Diosdado: “Cucusa”, cuando dice: “Venciste en toda porfía y de tu categoría te tuviste que apartar tus nocauts son fulminantes y malparado dejaste a más de un as popular”.