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José Raúl Mieres, uno de los cartoneros del papa Francisco

Por Graciana Petrone / Silvina Tamous.- Tiene 22 años y con su familia recolecta y separa basura. Hace una semana, en Río, se sentó a la izquierda del Papa.

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Todos los días José Raúl Mieres se levanta a las 7 de la mañana y comienza su trabajo. Se sube a su carro tirado a caballo y recorre la ciudad para meterse en las bolsas de la basura de otros y rescatar los objetos que se transformarán en su pan de cada día; plástico, cartón, vidrio. El recorrido se hace largo, ya que recién termina a la noche, cuando se sienta a la mesa con su familia y disfruta de Tiziano, su bebé de tres meses. Pero un día, la suerte de José Raúl, un joven de 22 años, cambió. Un llamado del Episcopado determinó que en poco tiempo estuviese sentado en la Catedral de Río de Janeiro, a la izquierda del Papa, junto a otros 47 cartoneros de todo el país. Este viaje, este encuentro que ninguno de los integrantes de la extensa familia Mieres esperaba, cambió de golpe la vida de todos y le devolvió la esperanza. Y quizás también les devuelva la esperanza a muchos otros que  encuentran a un Papa que se muestra preocupado por los que menos tienen. Ahora el Papa atesora un regalo rosarino. Una virgen de cartón que le enviaron desde la cooperativa Mieres, hecha con las manos de los trabajadores, que crearon entre la basura la imagen de virgen que los protege a la que llaman “la virgen de los cartoneros”.

Frente a la subcomisaría 24ª del barrio Empalme Graneros, en pasaje 714, un pasillo precario precede a la vivienda de los Mieres, donde vive el padre de José Raúl, su madrastra y sus siete hermanos, y también funciona la cooperativa de cartoneros Mieres en la que trabaja toda la familia, se puede ver el trabajo del día, la separación que hacen a diario de la basura y los carros donde la transportan. La casa que nunca deja de edificarse tiene dos plantas, y desde allí se puede divisar el espacio donde trabajan. La familia espera a El Ciudadano con las fotos de José Raúl con Francisco, y la emoción los invade a todos.

José Raúl no habla mucho. Pero va armando con pocas palabras los momentos más importantes de su vida. Cuando tenía 15 años, su mamá murió. Tenía siete hermanos, así que dejó la escuela y empezó a vivir de la basura. Pronto llegaría Mónica Crespo, que se casó con su padre, y junto con los hijos de ella formaron una familia más numerosa todavía. José Raúl no se queja de su trabajo, ni de su vida. Logró formar una nueva familia con su mujer, y con Tiziano, su bebé que ya pesa siete kilos y tiene tres meses. Sin embargo asegura que le gustaría estudiar, sin renegar del cartoneo.

El llamado llegó primero a la familia por parte de Sergio Sánchez, que preside el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) y en la Federación de Cartoneros. Sánchez se había reunido varias veces con Francisco, cuando era Jorge Bergoglio. El Papa los había convocado a participar de la Jornada Mundial de Jóvenes, para lo cual recibieron becas para alojamiento y comida.

“El Episcopado paga todo y quieren un cartonero que viaje a Brasil en representación de la cooperativa Mieres”. Así fue como Mónica Crespo le dio la noticia a su familia. Y no dudaron, quien viajaba era José Raúl. El joven asegura que el único viaje que había hecho en su vida era en un colectivo de línea. Y, de repente, se vio en Río de Janeiro, a la izquierda del Papa.

Fueron 48 los cartoneros que viajaron de la Argentina. Y todavía recuerda José Raúl la tarde en la que se celebró la misa para los jóvenes argentinos, la misma en la que el Papa les pidió que hagan lío y que salgan a la calle.

En la puerta de la Catedral, los cartoneros esperaron bajo la lluvia. No fue una tarde más, ya que los representantes del Movimiento de los Excluidos tuvieron por primera vez un espacio destacado en la Iglesia. Así lo dispuso Francisco. A su izquierda, a la izquierda de su corazón, los jóvenes aguardaron la llegada del Papa, que los saludó uno por uno, y recibió los regalos. José Raúl no puede borrar de su cabeza la imagen de Francisco emocionado frente a su virgen de cartón. Tampoco la alegría con la que los saludó a cada uno de ellos, algo que repitió al final de la misa, donde sobró tiempo para las fotos.

El sábado llovía. En la misa, al lado del Papa, José Raúl recordó fugazmente que el día de la fumata blanca estaba cartoneando y allí se enteró de que el Sumo Pontífice era argentino. Y ese día, con el Papa junto a los más pobres, entendió que Bergoglio no los había olvidado. La vida de José Raúl sigue siendo la misma. Todos los días, a las siete de la mañana se levanta y sale a cartonear. Sólo que hoy tiene más esperanza.

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