Mauro Federico/ puenteaéreo
Cuando en julio de 1945 Winston Churchill, Harry Truman y Joseph Stalin se sentaron en torno a una enorme mesa redonda ubicada en el salón principal del Palacio Cecilienhof de Potsdam, los tres sabían perfectamente que de lo que acordaran dependía el destino de la humanidad.
La Segunda Guerra Mundial había devastado Europa y los líderes de las tres naciones más poderosas de las fuerzas aliadas, se encontraban tras haber derrotado a los nazis para dirimir cómo administrarían Alemania y de qué modo comenzarían a reconstruir un continente arrasado por seis años de conflictos bélicos. Como enormes estadistas que fueron, desde el comienzo de las acciones beligerantes allá por septiembre de 1939, cada uno de ellos —más allá de sus enormes diferencias ideológicas— entendió que debían unirse para derrotar a Hitler y su “Eje del Mal”. Llegado ese momento, se dispusieron a dividirse el mundo. Y allí empezaron a resquebrajarse las alianzas.
El enemigo externo une, cohesiona, permite superar los contrapuntos en pos de un objetivo superador a la supremacía frente al aliado circunstancial. Pero cuando los intereses unificadores desaparecen, las diferencias pre-existentes emergen y el aliado vuelve a transformarse en lo que nunca dejó de ser: un adversario político.
La alianza circunstancial entre el gobierno de Alberto Fernández y un sector de la oposición identificada como “el ala ejecutiva” fue decisiva para articular la estrategia de cuarentenar a la población para demorar el impacto inexorable del coronavirus en Argentina. Los casi seis meses de aislamiento sostenidos por sucesivos decretos que fueron renovándose conforme la evolución de los datos epidemiológicos primero y los humores sociales después, hubiesen sido imposibles sin un acuerdo entre los gobiernos provinciales y la autoridad nacional.
El miedo primero y la necesidad después fueron los factores que permitieron mantener los acuerdos entre dirigentes que, de no mediar una pandemia, jamás hubiesen compartido tantos espacios juntos. Pero el desgaste de la estrategia escogida y la actitud displicente e irresponsable de los opositores sin funciones ejecutivas, terminaron por desgastar el vínculo de los aliados, que hoy se ve resquebrajado.
Este viernes por primera vez desde el inicio del Aspo, Alberto Fernández optó por grabar un breve mensaje sin la compañía de sus adláteres tradicional, con quienes ya había conformado un trío que parecía indivisible. Y tras el anuncio, editado con formato de spot publicitario, sobrevinieron los primeros chisporroteos.
Tras una semana en la que el número de contagiados diarios superó la barrera de los diez mil y la de muertos la de los dos centenares —con los conocidos focos del AMBA y Jujuy a los que se sumaron Mendoza y Río Negro—, desde la Ciudad de Buenos Aires se entusiasmaban con nuevas flexibilizaciones.
“No entiendo cómo va a explicar Larreta las aperturas que anunció con los números de esta semana, sólo mintiendo con las cifras”, dijo a #PuenteAereo una fuente con acceso a los despachos más importantes de Olivos. “Macanean, fuerzan la estadística, en la conferencia de prensa que dio el viernes, dijo que el promedio de contagios diarios de covid-19 sigue siendo de 1100 casos, si tomamos 7 días, pero ellos mismos saben que no es así, porque la última semana, el promedio de casos fue de 1283. Y ha sido un promedio alto, de las más altos”, dijo un funcionario nacional.
La otra gran “sanata” tiene que ver con el número de camas disponibles de Terapia Intensiva. Según el jefe de gobierno, el porcentaje de ocupación no supera el 60 % de la capacidad instalada. “Larreta y Quirós se desentienden del sector privado, como si no formara parte de la ciudad, alegando que las clínicas y sanatorios son parte del sub-sector de la seguridad social y que eso depende de Nación y por eso no contabilizan la saturación que registran los efectores privados porteños”, analizó otra fuente relacionada con la cartera sanitaria.
El registro efectuado por el sistema de monitoreo del sistema de asistencia privado muestra cuáles fueron los verdaderos porcentajes de ocupación que se registraron durante la última semana de agosto en las UTIs de los nosocomios porteños que no son de gestión pública. En la planilla, puede apreciarse con claridad que entre el 24 y el 29 de este mes hubo establecimientos que llegaron a tener 105 y hasta 110 % de camas ocupadas, como es el caso de la Clínica Suizo Argentina, perteneciente al Swiss Medical Group. Otros como el Sanatorio Anchorena, el Güemes, el Otamendi o la Clínica Zabala, estuvieron con su capacidad colmada a tope durante varias jornadas, mientras que el resto oscilaron entre el 65 y el 95 %, promediando el análisis global del período en un 85 % aproximadamente. Desde el gobierno de la Ciudad prefirieron evitar la polémica. “Nosotros publicamos continuamente la situación de las camas y no vamos a responder ninguna chicana política”, afirmó un vocero ministerial.
El doctor Fernando Araneo es médico del Same y, además, trabaja en el Sanatorio Güemes. Forma parte de la comisión directiva de la Asociación de Médicos de la Actividad Privada (AMAP) que nuclea a los profesionales que trabajan en los sanatorios y clínicas de todo el país. Desde la trinchera donde combate diariamente contra la enfermedad, aporta su visión del problema. “Las camas ocupadas que se informan son sólo covid y no cuentan las otras patologías, hoy en CABA la ocupación de camas de UTI entre privado y pública ronda entre el 80 y 95%, teniendo en cuenta q muchos centros están al 100%”, relató a través de su cuenta de twitter.
La pregunta que muchos se formulan es por qué desde la Ciudad de Buenos Aires harían algo semejante. “La razón es eminentemente política, la grieta se ha instalado en salud y a ellos les va bien poniéndose el sayo de los buenos que piensan en liberar a la gente, así nosotros nos transformamos por contraste en los malos que negamos las aperturas, esto es lisa y llanamente especulación política y lo peor es que se les va a ir a la mierda todo”, culminó la fuente nacional.
¿Y por el resto del país cómo andamos?
Las primeras provincias en evidenciar los rebrotes de la pandemia fueron las del NOA, fundamentalmente Jujuy y Salta. Pero las últimas dos semanas ingresaron en una situación de emergencia Mendoza y Río Negro, que experimentaron crecimientos exponenciales en el número de contagios. El problema principal es que ninguno de estos distritos cuenta con la capacidad asistencial para abastecer una demanda importante de casos complicados.
“Mendoza está detonada y la situación se volvió inmanejable, la capital ya está derivando pacientes a localidades cercanas porque no tienen camas de UTI y el número de muertos empezó a preocupar”, comentó uno de los especialistas consultados. Un dato de color que muestra el nivel de complicación en el que se encuentra la provincia del sol y del buen vino es que José Luis Sánchez Rivas, titular de Confederación de Clínicas y Sanatorios de la República Argentina (Confeclisa), contrajo Covid. El virus no respeta a nadie.
Otro territorio caliente es el conurbano bonaerense. La circulación viral no es menor en el Gran Buenos Aires que en la Capital Federal y Axel Kicillof tiene problemas para controlar las flexibilizaciones dispuestas por los intendentes, aún a pesar de los sucesivos planteos efectuados por el gobernador.
El transporte público creció en todo el Amba y junto con él, la circulación de personas que se exponen a la enfermedad. Esto potencia aún más los riesgos de propagación del virus que, a estas alturas, ya parece incontrolable. De hecho, el propio Ginés González García dijo esta semana que “ya no le preocupa tanto el crecimiento de los contagios sino evitar que crezca el número de fallecidos”.
Es evidente que la Argentina ingresó en la peor etapa de la pandemia. No sólo por lo alarmante de las cifras que cada día se agrandan más, sino también por la falta de cohesión de las autoridades a la hora de instrumentar una estrategia conjunta para enfrentar a este enemigo invisible que viene ganando la batalla. Dependerá de la capacidad de nuestros gobernantes para timonear en la tormenta que esas diferencias que quedaron al descubierto esta semana entre los integrantes del Trío Cuarentena no sean la razón que haga naufragar la pequeña embarcación en la que venimos sorteando una de las peores tormentas de la historia contemporánea.