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Juan B. Justo, ese socialista argentino

Por: Eduardo Pace

El 28 de junio de 1865 nacía en el barrio de San Telmo, en la ciudad de Buenos Aires, el prestigioso cirujano argentino Juan Bautista Justo. Hombre que aportó a la medicina universal un importante cambio en sus interpretaciones y caracterizándose específicamente por sus enseñanzas como catedrático universitario, aún de joven, el doctor Justo fue ante todo un eximio político que inculcó en la República Argentina la idea del socialismo europeo y su legalización, a través del periódico La Vanguardia, y la fundación de ese partido revolucionario, de izquierda, en el año 1896. Innovador ante todo, frente a los riesgos médicos, antepuso las prácticas antisépticas como método insalvable capaz de generar soluciones en las prácticas quirúrgicas, estimulando también la utilización de otros elementos anestésicos capaces de reemplazar al nada bien visto cloroformo. Además de esto, se caracterizó por un visionario político, un hombre que siempre combatió desde la idea y la palabra el modelo de la Generación del 80.

Europa embriagó a este incipiente medico con las ideas de Marx. Tomó de ellas los parámetros fundamentales para interpretar el rol del proletariado frente a la burguesía explotadora y saber del posicionamiento de la oligarquía terrateniente argentina frente a la inserción del país en un modelo económico de dependencia absoluta: materias primas por manufacturas europeas, una aparente solución frente a los principios desarrollistas.

He aquí algunos de sus testimonios más preciados: “Hay que construir una alternativa política al pillaje y la plutocracia. Los Pereyra, los Unzué, los Udaondo, tan ricos que no tendrían por qué robar, son hoy los preferidos para los altos puestos públicos por los otros ricos, cuya única aspiración política es que sus vacas y ovejas se multipliquen sin tropiezos”.(1)

Juan Bautista Justo entiende que en las esferas del poder la corrupción es tan fatal como la muerte de un paciente por inconsistencia médica. En la época del fraude electoral y del posicionamiento de una clase social capaz de legitimarse en beneficio de sus propios intereses, Justo sabe que un giro revolucionario cambiará el contexto de una sociedad muy radicalizada que a duras penas intenta conformar una clase media poco protagonista de sendas revoluciones que no castigan, como efecto, la impopularidad de los “amigos” del Partido Autonomista Nacional. Es un momento de virar diametralmente para zanjar las diferencias y protagonizar los mismos hechos que la Comuna de París de enero de 1871 que tanto han afectado los intereses de la burguesía industrial explotadora, el producto no menos clásico de la Segunda Revolución Industrial.

La máquina del poder de la Generación del 80 es destructiva; ha articulado conservadurismo provincial con latifundismo agrario bonaerense y es necesario establecer un nuevo factor de presión que resquebraje, ante todo, la indisoluble amistad de los terratenientes con los poderosos intereses comerciales del Imperio Británico.

En la presentación de su carta orgánica socialista Justo enuncia: “El Partido Socialista es ante todo el partido de los trabajadores, de los proletarios, de los que no tienen más que la fuerza de su trabajo; las puertas del partido están, sin embargo, abiertas para los individuos de otras clases que quisieran entrar, subordinando sus intereses a los de la clase proletaria. Lo que es importante es patentizar nuestra independencia de todo interés capitalista o pequeño burgués”.(2)

El oxígeno de la teoría marxista es la solución de la dialéctica opresores-oprimidos. Aunque nunca verá resultar a la lucha de clases como el instrumento que proporcionará al proletariado el protagonismo del poder popular, Justo no entiende del rigor yrigoyenista de la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde. El germen de la protesta del proletariado ha caído bajo las balas de un gobierno democrático, que pese a todo se desentendió de los asuntos de una manera bastante increíble.

Juan Bautista Justo ha sido el protagonista de una parte de la historia argentina que se escribió con creces en las difíciles circunstancias impuestas por la Generación del 80 como grupo dominante. Sus proyectos de ley como diputado nacional y más tarde como senador de la Nación por Buenos Aires hasta su muerte, en 1928, así lo ameritan.

Fundador de la cooperativa El Hogar Obrero, encaró otro tipo de acciones que dieron lugar al prestigio y el protagonismo social del proletariado para la defensa de sus propios derechos e intereses. A lo largo de los años la perseverancia y la conducta coherente de Justo habían logrado la incorporación de valiosas figuras al socialismo como Nicolás Repetto, Augusto Bunge, José Ingenieros, Leopoldo Lugones, los hermanos Enrique y Adolfo Dickman, Alfredo Palacios y Mario Bravo. (3)

Mientras pasaba unas vacaciones con su esposa Alicia Moreau y sus hijos, este ilustre hombre de la izquierda argentina falleció de un síncope cardíaco en Los Cardales, provincia de Buenos Aires, el 8 de enero de 1928. Su fiel compañera legó con orgullo el instrumento de la fe socialista convirtiéndose en una de las protagonistas principales de la política argentina desde la década del 30 en adelante.

(1) Socialismo. Buenos Aires: “La Vanguardia, 1893. Introducción al pensamiento socialista”. Editorial de Portada.

(2) Felipe Pigna. http://www.elhistoriador.com.ar/biografias/j/justo.php

(3)  Felipe Pigna: (íd)

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