En apenas once años las personas que en Argentina profesan la fe católica restaron un 13,6%: si en 2008 el 76,5% de la población se identificaban con esa religión, este año la proporción se redujo al 62,9%. En el mismo período, las personas “sin religión” aumentaron a casi el doble y casi dos de cada 10 se ubican en esa posición. En tanto, los fieles del culto evangélico treparon del 9% al 15%. Los datos forman parte de las conclusiones de la Segunda Encuesta Nacional de Creencias y Actitudes Religiosas en Argentina, realizada por 30 investigadores y becarios de Conicet y unos 70 encuestadores que recogieron datos en todo el país. Financiada por la Secretaría de Ciencia y Técnica de la Nación, la encuesta recogió un muestreo de más de 2.400 casos y tiene un margen de error del 2%. La primera se había hecho en 2008 y antes de eso sólo hay registros de entre 1947 y 1960, cuando los Censos Nacionales incluían preguntas sobre adscripción religiosa y arrojaban que más de 90% de la población se autodefinía católica. “Saber cómo es la distribución de las adhesiones religiosas es un insumo para políticas públicas, para los decisores políticos o para definir normativas en términos de diversidad”, dijo a El Ciudadano el sociólogo Juan Cruz Esquivel, que dirigió el proyecto junto con sus pares Fortunato Mallimaci y a Verónica Giménez Béliveau. Además, el estudio revela que la fe que se profese no implica adherir linealmente a todos sus dogmas. Entre católicos y evangélicos hay quienes están a favor del aborto: casi 8 de cada 10 considera que debe ser un derecho de la mujer o que debe estar permitido bajo ciertos causales.
—¿Para qué sirve investigar sobre la religión en un país?
—Investigar sobre la religión es una entrada privilegiada para saber cómo funcionamos y cuál es el termómetro cultural de la sociedad argentina. Por un lado, muchas veces vemos que se instrumentan la religión o íconos religiosos para legitimar procesos políticos. No es sólo saber cuántos católicos o cuantos evangélicos hay, sino cómo se comportan esos católicos, cómo se comportan esos evangélicos, como se vinculan con dios. Si es a través de una institución, por cuenta propia, qué opinan del aborto, de la legalización de las drogas, del financiamiento del Estado a las religiones o de la enseñanza de la religión en los colegios públicos. Y eso genera un panorama, una radiografía de la sociedad argentina en tópicos que siempre están vigentes, que son controversiales, que están en la agenda pública. Y además, saber cómo es la distribución de las adhesiones o las adscripciones religiosas es un insumo para políticas públicas, para los decisores políticos o para definir normativas en términos de diversidad.
—La investigación da cuenta de que la adscripción a una religión no implica estar de acuerdo con todos sus dogmas.
—La clave es ver cómo los creyentes se vinculan con dios. El 60% de la población argentina lo hace por cuenta propia. Hay un abanico de consumos y de creencias que son estructurados por la persona tomando fragmentos de diferentes espacios, incluso no religiosos, y eso nos lleva a hablar de cuentapropismo. Es decir: el vínculo con lo trascendente, con lo divino, con dios, no es mediado por una institución religiosa, sino por propia cuenta. Eso después repercute también en los niveles de asistencia al culto, que mayoritariamente los argentinos no frecuentan. Sólo van en algunas ocasiones especiales como alguna ceremonia como un bautismo, pero no en asistencia al culto dominical. Entonces, teniendo en cuenta que la asistencia al culto es baja y que el vínculo con dios es por propia cuenta, allí uno encuentra factores explicativos para dar cuenta que en la opinión respecto de la legalización del aborto, al consumo de drogas o incluso la actitud a tener frente a una enfermedad irreversible al final de la vida, hay una autonomía en el pensamiento, hay una autonomía en la forma de elaborar las respuestas, en la convicción con respecto a esos temas, que va más allá que los que las instituciones religiosas y de pertenencia plantean. No hay contradicción entre ser católico y estar a favor del aborto en algunas circunstancias, o estar a favor de que un matrimonio del mismo sexo pueda adoptar con un niño. Por ejemplo, cuando se discute sobre sexualidad y reproducción en el Congreso, van líderes religiosos y hablan en nombre de sus religiones. Y lo que reflejan los resultados de esta encuesta es que una porción importante de la ciudadanía se define como católica o como evangélico y no por ello sigue al pie de la letra las prescripciones dogmáticas o normativas de la religión de la cual forma parte.
—¿Qué análisis político se puede hacer de los resultados?
—Lo que muestra la encuesta es que estamos en un tránsito a una sociedad más diversa, más plural, donde el catolicismo decrece y ese decrecimiento es a expensas, en primer lugar, de los sin religión. Es decir: ateos, agnósticos y personas que se consideran creyentes pero que no se identifican con ninguna institución religiosa. Y también a expensas de los evangélicos, que han crecido de un 9% a un 15% entre 2008 y 2019. Lo que vemos es que hay una tendencia a una mayor pluralización de la sociedad argentina en términos religiosos.
—¿Entienden que sólo es un proceso local o que se puede comprar con otros países de Latinoamérica?
—Son tendencias mundiales. El proceso argentino, por la velocidad en que se dan estas transformaciones, es muy similar a los casos de Brasil y de Chile; y no tanto a los países andinos, como Colombia o Perú. Chile y Brasil tienen guarimos muy similares a los de Argentina, sobre todo Brasil donde los evangélicos ya superan el 20%.
—¿Cuáles son los objetivos que se pusieron al realizar esta segunda encuesta?
—En principio, comparar los resultados de 2019 con los de 2008 y así analizar continuidades y rupturas en las creencias, en las prácticas y en las actitudes religiosas, pero en general comprender las creencias en general, las identidades, las sociabilidades en la sociedad argentina en su conjunto, teniendo en cuenta también particularidades regionales, por franja etaria, por nivel socioeconómico, por tamaño de ciudad. Todas estas cuestiones fueron contempladas y nos permite hacer un análisis más desagregado.
—Se trata de un estudio cuantitativo.
—Sí. Se hizo una muestra representativa de 2.421 casos de todo el país por lo cual los datos son extrapolables con un margen de error del 2% a toda la Argentina. Es un relevamiento domiciliario, fue cara a cara en los domicilios y para conformar la muestra se tuvo en cuenta las proporciones de nivel socioeconómico, de edad y de sexo de la población. El diseño muestral fue el mismo que en 2008, pero eso no quita que se haya encuestado en las mismas ciudades, porque eso se hace por sorteo, pero el diseño muestral fue idéntico. El grueso del cuestionario reproduce las preguntas del 2008, pero hay algunas que son nuevas, por temas de agenda pública que requieren datos de la ciudadanía que por ahí en 2008 no estaban presentes y que en los últimos tiempos adquirieron mayor relevancia. Incluso está el capítulo del papa Francisco, que antes de 2013 lógicamente no era pertinente.