Juan Guaidó sobrevivió a una de las peores tragedias naturales de Venezuela cuando era un quinceañero y Hugo Chávez cimentaba su revolución. Hoy, autoproclamado presidente interino del país, es el mayor enemigo del mandatario socialista Nicolás Maduro.
«Juro asumir formalmente las competencias del Ejecutivo Nacional como el presidente encargado de Venezuela para lograr el cese de la usurpación, un gobierno de transición y tener elecciones libres», dijo este miércoles el jefe del Parlamento, de mayoría opositora, ante miles de opositores en Caracas.
Inmediatamente el mandatario estadounidense, Donald Trump, lo reconoció como «presidente interino» del país con la mayor reserva petrolera del planeta.
No obstante, Maduro define a Guaidó como «un muchacho jugando a la política» en el Legislativo que lo declaró «usurpador de la presidencia» tras asumir su segundo mandato de seis años el 10 de enero pasado.
Espigado y de corto cabello negro que empieza a pintar sus primeras canas, Guaidó se convirtió el 5 de enero último en el presidente más joven que haya tenido la Asamblea Nacional.
No era el hombre de los grandes discursos, pero le tocó ponerse a la cabeza de una oposición dividida, con sus principales dirigentes encarcelados, exiliados o inhabilitados.
Pero bajo su dirección el Congreso aprobó una «amnistía» a militares que desconozcan a Maduro, a quien llama «dictador» y cuya reelección tilda de fraude. Sin embargo, todas las decisiones del Legislativo son consideradas nulas por la Justicia, de línea oficialista.
«Una de sus principales virtudes es que entiende las distintas posturas y hace lo que está a su alcance para que sean una sola», comentó a AFP Juan Andrés Mejía, diputado de 32 años formado con Guaidó en el partido Voluntad Popular (VP), de Leopoldo López.
Con el paso de los días se le ve más seguro –sonríe en mítines y habla con mayor soltura–, mientras recibe apoyo internacional.
«Cara fresca»
Guaidó reconoce, sin embargo, que su desafío a un gobierno que controla la Fuerza Armada le traerá problemas.
«Esto va a tener consecuencias», admitió el diputado, quien el 13 de enero fue detenido durante una hora por agentes de inteligencia, que según el gobierno se confabularon con la oposición para desprestigiarlo.
Al asumir la jefatura del Parlamento, Guaidó, casado y padre de una bebé, se comprometió a encabezar un gobierno de transición que convoque a elecciones, y en todos sus mensajes invita a los militares a romper con Maduro.
«Soy un sobreviviente, no una víctima», dijo, recordando la tragedia de Vargas, cuando gigantescos aludes mataron a miles en diciembre de 1999. Chávez, quien gobernó hasta su muerte en 2013, tenía sólo 10 meses en la presidencia.
Guaidó vivía entonces con su madre y sus cinco hermanos menores en el costero estado Vargas. «Sé lo que es tener hambre», afirma.
Comenzó en la política con la generación de universitarios que se opuso a Chávez con masivas manifestaciones en 2007. El movimiento derivó en la única derrota electoral del fallecido líder socialista, en un referendo para reformar la Constitución.
«Guaidó es una cara fresca, considerado un hombre de consensos por los moderados y respetado también por los radicales», comentó a la AFP el analista Diego Moya-Ocampos.
En 2009 fue miembro fundador del partido Voluntad Popular, del que ha terminado siendo el rostro más visible, pues López guarda prisión domiciliaria por las protestas contra Maduro de 2014 y Freddy Guevara –llamado a sustituir al líder mayor– se refugió en la embajada de Chile, acusado por las violentas manifestaciones de 2017.
«Ojalá no nos defraude»
Guaidó, quien participó activamente en las protestas, fue elegido diputado suplente en 2010 y legislador titular en 2015, por su natal estado Vargas.
Se abrió paso con denuncias de corrupción en la estatal petrolera PDVSA, mientras la producción de crudo colapsaba y la crisis se agravaba, con hiperinflación y escasez de alimentos básicos y medicinas.
Pero estaba lejos de los primeros planos. «De verdad, no sabía quién era. Ojalá no nos defraude», reconoció a AFP José Hernández, administrador de 24 años que asistió a un acto en su apoyo.
Es un «juego complicado», dice Mejía. Venezuela, agrega, «es un país acostumbrado al personalismo y al caudillismo y se está colocando una carga grande sobre Juan. El cambio no depende solo de él, depende de todos».
Maduro lo tildó irónicamente como «presidente de la república de Wikipedia», ante ediciones en los perfiles de ambos en esa página web. En el del líder socialista se lee «legitimidad discutida».
Iris Varela, la ministra de Servicios Penitenciarios, le amenazó con cárcel: «Ya te tengo lista la celda», dijo antes de su fugaz arresto.
Una sorpresa
¿Quién es Juan Guaidó? Para tratar de entenderlo es útil repasar su última declaración de intenciones, difundida horas antes del comienzo de las marchas. “Recuerdo las palabras de mi hermano Leopoldo López, quien hoy se encuentra injustamente preso por levantar su voz contra el régimen, ese mismo que hoy usurpa el poder. Nuestra lucha continúa”. Esas palabras son las que el líder del partido Voluntad Popular, en arresto domiciliario desde 2017 tras pasar más de tres años en la cárcel de Ramo Verde, pronunció el 23 de enero de 2014: “Queremos hacer un llamado a los venezolanos (…) a que nos alcemos ante lo que significa un gobierno que quiere impulsar la opresión de nuestro pueblo”.
Guaidó, diputado de esa formación por el Estado Vargas (norte), representa hoy lo que la oposición venezolana se dejó por el camino en medio del hostigamiento del oficialismo: la unidad o, al menos, el intento de conciliar ese espectro de sensibilidades, tradiciones e incluso ideologías que conformaban la desparecida Mesa de la Unidad Democrática (MUD).
“Representa una gran sorpresa y, evidentemente, detrás de esa sorpresa hay un vínculo generacional importante que tiene que ver con unos estudiantes que se rebelaron en su momento contra la idea de una reelección indefinida”, apunta el analista político Michael Penfold. Estudió ingeniería en la Universidad Católica Andrés Bello de Caracas y, según su currículum, continuó su formación con dos posgrados en gerencia pública, uno de ellos en la Universidad George Washington. “No es casual que su posición haya logrado aglutinar factores muy diversos. Tiene esa destreza política. Lo que estamos viendo lo hacía dentro del partido, ha logrado combinar grupos que tenían estrategias muy diferentes. La gran pregunta es si esto es sostenible”, prosigue.
En las últimas dos semanas, Guaidó ha arengado a decenas de miles de personas en asambleas vecinales llamadas cabildos abiertos para tomar el pulso del malestar ciudadano, que estaba soterrado desde la ola de protestas de 2017 que dejaron alrededor de 150 muertos.
Su discurso no tiene matices contra el régimen, pero tenía hasta hoy un fondo calculadamente difuso en lo que respecta a los procedimientos con los que pretende poner en marcha un proceso de transición. “Ha manejado una especie de ambigüedad deliberada cuando dice que a él le toca tomar las funciones del presidente porque Maduro es un usurpador. Sabe que una toma de juramento sin tener la fuerza o la capacidad para convertir ese hecho simbólico en un hecho real de poder puede convertirlo primero en un nuevo preso político y (suponer) su fin, pero sobre todo puede ser una gran frustración”, considera Luis Vicente León, presidente de la encuestadora Datanálisis.
Guaidó llegó a la presidencia de la Asamblea Nacional el pasado 5 de enero casi porque no había otras opciones viables. Tras la toma de posesión de Maduro dijo estar dispuesto a tomar las riendas del cambio, ya que según la interpretación de la oposición, este nuevo mandato, que se prolongará hasta 2025, es inconstitucional. Tres días después fue detenido por la policía política, el Servicio Bolivariano de Inteligencia (Sebin), mientras se dirigía a un acto. Fue puesto en libertad al cabo de una hora y el Gobierno desautorizó lo ocurrido. Desde ese momento, se disparó su proyección. «La gran pregunta es cómo es que un país que estaba aletargado se ha movilizado tan rápidamente en un contexto donde el liderazgo opositor estaba muy debilitado. Hay un sustrato detrás del descontento que tiene que ver no solamente con la depresión económica e hiperinflación. El país empieza a buscar salida y encuentra en esta figura una respuesta diferente, abierta, distinta», opina Penfold.