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Juicio a Los Monos: Ojudo pateó el tablero

Testigo protegido cuyo testimonio impulsó pesquisa sobre el clan Cantero dijo que en el despacho del juez Vienna un policía le prometió salir libre de un caso de homicidio si a cambio involucraba a la banda en el crimen del Fantasma Paz.

“¿Quieren saber cómo llegué acá? Yo tenía una relación con Germán Almirón, de la Brigada (Operativa de la División) Judiciales. Yo caigo detenido y él me dice que me iba a ayudar. Me pidió un dinero para arreglar teóricamente mi libertad. Un día me citan a Tribunales. Yo creía que era por mi causa; yo estaba en el Juzgado de Instrucción 1ª (acusado por homicidio). Pero me encuentro en el despacho del juez (de Instrucción 4ª Juan Carlos) Vienna. Lo saludo y paso a otra oficina donde estaba Almirón, un secretario, que era una persona gorda, y tres más. Ahí Almirón me dice que me iba a ayudar con mi causa. Me preguntaron si conocía a los Cantero”. Así empezó su relato Ojudo, el testigo reservado que fue el principal protagonista en la undécima jornada del juicio que tiene en el banquillo al clan Cantero y a 13 policías en la megacausa Monos por asociación ilícita y algunos homicidios.

La declaración de Ojudo por poco estuvo vedada a la prensa. Una serie de gestiones allanó al camino para que la media docena de cronistas tuviese acceso a un salón casi a estrenar, con muebles todavía embalados y olor a nuevo, y allí se escuchó su testimonio. Claro que no se lo vio: es un testigo protegido. Pero todo el mundo sabía quién era. Hasta Ariel “Guille” Cantero –imputado junto con su hermano Ramón “Monchi” Machuca como jefes de la banda–, dijo al cierre de la jornada que escuchó su testimonio.

En el gélido edificio del Centro de Justicia Penal el acondicionador de aire obligaba a todos a abrigarse, mientras Ojudo respondía, en calidad de testigo, las preguntas de la acusación. Leyó la declaración que le tomaron en el despacho del ex juez instructor del caso Juan Carlos Vienna, cuestionado por sus vínculos con Luis Paz, padre de Martín “Fantasma” Paz, el joven cuyo asesinato dio origen a la tan mentada megacausa.

Contó que conocía a varios de los Cantero de “la calle” y “los boliches” desde hace varios años. Guille, Monchi y otro imputado, Leandro “Gordo” Vilches, eran amigos, dijo. Contó que los conocía de los boliches Yamper y La Tienda. También estaba (otro acusado, el Gordo Mariano) Salomón, dijo.

Las escuetas respuestas de Ojudo naufragaron ante la retahíla de objeciones de los abogados defensores y en especial de los fiscales, quienes lo tildaron de “reticente” y “testigo hostil”, y al final de su presentación pidieron acusarlo por falso testimonio. “El que tiene que hablar no habla”, se escuchó. En un momento la audiencia se empantanó en un ida y vuelta discursivo sobre la naturaleza de las preguntas al testigo. Ojudo insistió: “Déjenme explicar por qué estoy acá”.

Ahí fue cuando contó su vínculo con Almirón, hoy procesado en la causa narco de la banda de Reina Quevedo y condenado por extorsión en el marco de la fuga de un integrante de Los Monos de la Jefatura. Reveló la transacción que ese policía le había propuesto, su encuentro con Vienna y los empleados del tribunal y la frase inicial de lo que reveló como una transacción: “Me preguntaron si conocía a los Cantero”.

Ojudo, a quien la semana pasada le redujeron la condena como partícipe en un homicidio y además está penado en el fuero federal por transporte de drogas, relató que la declaración que le atribuyen tiene su firma, pero en realidad es un escrito de Almirón, entonces agente de Judiciales, la repartición que le llevó al juez Vienna elementos para investigar al clan Cantero. “Esa declaración ya estaba armada y la rellenaron con mi conocimiento de la calle. Por eso hay cosas que están en esa declaración que yo no las sé. Hay cosas que sé, las que respondí, y hay cosas que no sé”, describió Ojudo.

Entre los pasajes que el testigo reservado narró de su vieja declaración, se escuchó: “En un principio el negocio de los Cantero no era la droga, sino la protección a otros narcos. Baleaban los búnkeres y dejaban un número de teléfono. Luego se decía que ese búnker estaba protegido por Guille”.

La falsa promesa

“Ahora mi causa se resolvió como era debido, y se acerca el momento de volver a mi casa –ambas condenas fueron fijadas en 9 años de cárcel y está a punto de cumplir cinco años preso–. Pienso que hay cosas que fueron falsas promesas”, se despachó el testigo protegido. “Compartí alguna que otra cena, un asado. Después de qué vivía cada uno no sé. Eso se lo tenés que preguntar a Almirón”, se excusó el testigo protegido ante los fiscales, como una forma de disculparse por el laconismo de sus respuestas. Y cerró asegurando que hizo el descargo para que no le formulen preguntas “en vano” y él no sepa qué responder.

—¿Le prometieron algo a cambio por su declaración?, preguntó el abogado defensor Fausto Yrure.

—Mi libertad, respondió Ojudo.

Guille dijo que tiene testigos de que Luis Paz “vende droga”

Al testimonio reservado de Ojudo le siguieron las testimoniales de un ex funcionario del ex Registro Nacional de Armas de Fuego –Renar, hoy Anmac– y de dos agentes de la División Judiciales.

Cerca del mediodía, cuando la audiencia estaba por terminar, Ariel Máximo “Guille” Cantero ensayó un descargo frente al juez que preside el tribunal, Ismael Manfrín, en una especie de réplica a los dichos de Luis Paz, quien dijo en la audiencia pasado del lunes que “hay 200 homicidios en Rosario por año, no lo puedo probar, pero la mitad de esos homicidios pertenecen a esta gente, que han matado a medio Rosario”, en referencia a los Cantero. Tímido, Guille se sentó frente al tribunal y denunció a Paz: “Yo quiero hablar por los dichos que dijo Luis Paz ayer. Acá viene cualquier testigo y dice lo que quiere y nadie le llama la atención. El señor Paz ayer dijo que mi familia mató a medio Rosario. Yo tengo mis hijos, tengo una nena de 13 años. Ayer me dijo mi mamá que ella dejó de ir a la escuela por lo que dijo Luis Paz. Yo estoy sentado acá por un homicidio. No por 200”.

Y fue más allá: “Yo tengo conocimiento de que el señor Paz vende droga, y tengo testigos”. Como usted es el juez, yo quiero que se valoren las cosas que se dicen en este juicio”, explicó Guille, contrariado. En tono didáctico el juez Manfrín explicó que le corresponde a las partes frenar u objetar los dichos de un testigo. Y agregó: “Ese testigo se tendrá que hacer cargo de lo que dice, pero no es este tribunal el que se hará cargo”.

Para hoy está prevista la declaración de ocho testigos, la mitad de ellos policías, incluidos los entonces jefes de la TOE Adrián Forni y Walter Maragliano.

“Si pasaba información de Los Monos me iban a largar, me mintieron”

El Ojudo saltó a la fama en 2014, cuando a través de unas escuchas de conversaciones que mantuvo con el policía Germán Almirón se alertó sobre un plan para asesinar al juez Juan Carlos Vienna, al fiscal Guillermo Camporini y al subcomisario Luis Quevertoque, segundo jefe de la Brigada Operativa de Judiciales.

Ojudo está preso en la cárcel de Coronda por el homicidio del joven Gustavo Serra, baleado el 24 de noviembre de 2012 en una playa de estacionamiento de Maipú al 800, causa por la cual le bajaron cinco años la condena la semana pasada. En las escuchas grabadas el domingo 16 y lunes 17 de marzo de 2014, Ojudo, cuya declaración como testigo protegido dio origen a la megacausa, Ojudo le decía a Almirón que fue traicionado por la Justicia: “Me dijeron que si pasaba información sobre Los Monos me iban a largar. Y me mintieron”. Y le pide la dirección del juez a quien llaman salchicha. Cuando se refieren al fiscal Camporini hablan de bocón, y como judas mencionan al subcomisario Quevertoque. Es lo mismo que declaró ayer.

Las escuchas sostenían:

Almirón: “Pensalo tranquilo, meditá y mañana a la noche me decís si nos comemos el arroz con salchicha (Vienna) o nos comemos al bocón (Camporini). Porque si yo me como al bocón, salchicha se va a pegar un susto bárbaro”.

Luego, en otro momento de la conversación los presos hablan de los datos concretos.

Ojudo: “Vos conseguime lo que te voy a pedir, que van a ser un número de esas cosas, los datos. El arroz con salchicha o comerme un traidor, algo de eso quiero hacer. Es judas ese hijo de puta. Vos tirame los datos necesarios y yo hablo con los pibes míos”.

Almirón: “Dale. Mirá, esto es simple… por acá por Ovidio Lagos (la calle sobre la cual está Jefatura). Por ahí lo vas a ver entrar y lo vas a ver salir. Te sentás arriba de un auto y tuc. Una pavada. Yo consigo la lata y listo. Hacemos lo que tenemos que hacer y después tiramos un anónimo. Y mando a alguno que encuentre el juguete y listo. Se terminó cortita la rondita”.

Ojudo: “Sí, pero no lo dejemos enfriar que voy a quedar como un charlatán”.

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