Julián Venegas es cantante y es guitarrista; es compositor y es interprete. Sus facetas y búsquedas artísticas fueron plasmadas en seis discos de estudio, en solitario y a dúo, así como en proyectos como La Barricada del Ritmo de Carlo Seminara o en su trabajo como sesionista en discos de Jorge Fandermole o Adrián Abonizio. Con su último material de estudio titulado De barcos y derivas, el año pasado se llevó todos los halagos plasmados en la última entrega de los premios Rosario Edita, donde se alzó con el reconocimiento mayor.
Ahora Venegas dio a conocer Choques, un material intimista y “compañero” en el que hace propias composiciones de artistas tan disimiles como Sig Ragga y Eruca Sativa, conviviendo con materiales propios que lleva, en su gran mayoría, a guitarra y voz.
El disco está disponible en plataformas digitales a la espera de su presentación en vivo cuando la pandemia lo permita. “Es un disco que está pensado para ser presentado cerca de la gente”, dijo el cantautor que aseguró no sentirse identificado con la modalidad de shows por streaming que, entre otras cosas, “reproducen la precarización” de los artistas, según afirmó.
El camino de Choques comenzó en septiembre del 2019 pero no se separa de un recorrido que lleva adelante desde su primer disco homónimo que se conoció en 2008. “No estoy componiendo todo el tiempo. Este doble interés de componer y ser interprete me mantiene en la frecuencia de la canción, donde si no compongo me pongo a hacer temas de otro y me los apropio. Hay un trabajo creativo de apropiación ahí. Me mantiene con la cabeza y el espíritu entrenado. Tengo esas ganas de ser interprete y compositor, y cuando los vientos van para un lado o para el otro, voy y está todo bien. Está todo integrado, me pasa muchas veces que hasta disfruto más de cantar canciones de otros que las mías. Y a veces me pasa, como en este disco, que hay canciones de otros que me gustaría que fueran mías”, dijo entre risas el músico en una extensa charla que mantuvo con El Ciudadano.
Es que los temas que forman parte de este disco ya las tenía hace tiempo, como pasa con “Pan del agua” (Ramón Ayala), “Canoero” (Pablo Juárez), “El Tesoro” (El Mató a un Policía Motorizado), “Carta para Sara” (Julián Venegas) y “Gran ciudad” (Sebastián Macchi). “Son temas que tenía y que me gustaba la idea de asentarlos en una grabación y que le dieran pié a un nuevo grupo de canciones que hicieran un disco”, apuntó.
“Como en ese grupo de canciones ya se vislumbraba una influencia urbana litoraleña, como también está en el disco anterior pero con mayor alcance geográfico, y con la particularidad de que, en su mayoría, es sólo la guitarra y la voz, me pareció lógico seguir en esa línea y ampliar esa idea de choque de estilos, de géneros y de compositores y que queden en un sólo repertorio con el riesgo que supone que quede un collage que no tenga nada que ver con nada. Pero me pareció que intentando apropiarme de las canciones mas allá de quién las haya hecho y de donde vengan, era una buena herramienta para que el disco tenga coherencia”, confesó sobre el proceso de armado del material.
Temas propios, de otros
El primer acercamiento a una canción, para Venegas, tiene poco de racional. “Es escucharla y saber qué me la puedo apropiar, más por intuición que por analizar elementos y llevarlo a un plano racional”, confesó sobre lo que definió como una escucha más intuitiva. “Algo que me hace sentir identificado con la canción y en esa identificación también está la intuición de que puedo interpretarla con una manera de cantar y de tocar la viola, en este caso, personales. Son todas canciones que me emocionan, que tienen su componente emotivo, que me colocan en un lugar especial y que tengo ganas de decir”, agregó.
Entre ese grupo están “Pan del agua” y “Algarroba, algarrobal” que son “canciones que ya tienen su tiempo, sus años, y que sin embargo mantienen su vigencia”, apuntó. Y confesó: “Eso a mi me llama a seguir sosteniendo mi lugar de cancionista, desde mis ganas de querer continuar con un oficio, con una profesión que, claramente, me antecede y que me va a suceder. Sentirme parte de esa cadena también me motiva a agarrar canciones que ya tengan sus años y que me interesa seguir dándoles cierta vigencia”.
A excepción de “Sueños sencillos”, en la que participan la contrabajista Julia Martínez y el vocalista Juan Barreto, el resto de las canciones de Choques sostienen un formato intimista de guitarra y voz. “Después de De barcos y derivas que tuvo mucha producción e incorporó mucha gente, quedé sin mucha energía y sin recursos económicos, claramente, como para encarar una producción similar. También es resultado de un recuentro con la doble función, la de tocar la guitarra y cantar. En el disco anterior me puse más en el lugar de cantor; hay algunas excepciones, pero era algo que me venía sucediendo los últimos años, de darle menos tiempo a mi parte guitarrística. Este disco es un reencuentro con la doble función integrada, la encaro con un dialogo más maduro, me parece, siempre mi complicación con la doble función fue ponerme muy racional, mi relación con la guitarra siempre fue mas racional. Entonces a veces el escenario en esa doble función lo sufría mucho más que cuando solamente cantaba. En este disco me parece que encontré un equilibrio que me permite disfrutar mas las dos cosas. Además, mi antecedente con La Barricada del Ritmo y Carlo Seminara hizo que me sintiera más cantor que otra cosa, me sigo sintiendo así pero me volvieron las ganas de acompañarme a mi mismo”.
A la espera de la presentación
“Este disco lo pensé para presentarlo muy cerca de la gente”, confesó Venegas. “Estábamos pensando en un escenario que creo que se llama Fila Cero, todo lo contrario a lo que se puede hacer ahora. Incluso hacer varias funciones pegadas, para poder hacerlo con poca gente. Pero bueno, la circunstancia es otra”, agregó.
Es que cuando Venegas hizo este disco no podía ni pensarse en una pandemia como la que se está viviendo. “No hay una canción que hable de lo que está pasando. Y uno siente que es medio anacrónico también. Pensamos sacarlo en marzo o en abril, pero no nos pudimos juntar más en el estudio y eso atraso todo. Eso hace que el contenido del disco no tenga relación con la situación que se vive que es extraordinaria. Lo que sí me parece que puede suceder hoy es que este sea un disco que acompañe. Siento que es un disco compañero y eso no es poco”, analizó.
“No me gusta el streaming”, lanzó taxativo. Y explicó: “No me llama la atención como artista. Hice grabaciones que después se publicaron para el ciclo Canción para llevar y Música de cámara. Eso sí, grabar y que eso después se muestre lo hacemos con o sin pandemia. Pero el streaming es algo en lo que, por lo menos yo, no me siento identificado, es un contacto pero no hay cercanía. Hay gente que aparentemente esta conectada pero no sabés qué tipo de escucha está teniendo, se desvirtúa el encuentro; yo prefiero esperar”.
Además, y sobre la crisis que vive la producción artística y los distintos formatos que fueron surgiendo en los últimos meses, opinó: “Me parece que el streaming reproduce la precarización de nuestro trabajo y nos hace competir a todos en un mismo medio. A todos. Que uno diga que va a tocar por streaming significa que a esa misma hora puede competir con el estreno de una película o el recital de Fito Páez que se escucha perfecto. Se reproducen muchas desigualdades. Ni hablar de la colaboración. La colaboración o donación no me parece una terminología justa, estamos la mayoría de las veces regalando nuestro trabajo y de ahí a ponernos en un lugar de esperar una donación no me parece. También hay que valorar que es un intento de sostener la escena. Pero no me siento cómodo. El Comité de Crisis que se armó me parece buenísimo y que supo resolver las urgencias. Estaría bueno seguir en una sintonía similar para revisar las cosas que sí se pueden cambiar, que no son imposibles, como por ejemplo la relación de los medios con Sadaic”.