Hoy se cumplen 105 años de un singular acontecimiento cívico en la historia del país. Cuatro décadas antes de que el resto de las argentinas pudiera expresar su voluntad política en las elecciones presidenciales de 1951, el domingo 26 de noviembre de 1911, y a poco de obtener su carta de ciudadanía, Julieta Lanteri, militante de origen italiano y una de las principales protagonistas de la lucha por el sufragio femenino en el país, se convirtió en la primera mujer en votar en la Argentina al sufragar en las elecciones para renovar el Concejo Deliberante de la ciudad de Buenos Aires.
El voto les fue concedido a las mujeres argentinas recién en 1947 a instancias de María Eva Duarte, y éstas pudieron sufragar por primera vez en las elecciones de 1951, en las que Juan Domingo Perón fue reelecto para un segundo mandato como presidente.
La destacada luchadora por los derechos cívicos de las mujeres había nacido en la localidad de Cuneo, en la región italiana del Piamonte, el sábado 22 de marzo de 1873, y fue bautizada como Julia Magdalena Ángela Lanteri. En 1879, cuando la niña tenía seis años, su padre, Antonio Lanteri, decidió viajar junto a su esposa Matea Guidi y sus dos hijas (Julieta y Regina), a la Argentina en busca de una tierra de trabajo y progreso.
Su familia, después de varias residencias, logró afincarse en la ciudad de La Plata. En 1886, Julieta ingresó al Colegio Nacional que la habilitaba para incorporarse a la universidad. En 1891, la joven optó por estudiar medicina, una profesión que por entonces estaba vedada a las mujeres. Pero pudo acceder por un permiso especial del decano de la facultad, el doctor Leopoldo Montes de Oca.
Tenía 34 años cuando presentó su tesis doctoral, que fue aprobada con una calificación de ocho puntos, y recibió el grado de doctora en Medicina y Cirugía. Julieta Lanteri se convirtió así en la quinta mujer médica graduada en el país y en la primera italiana en alcanzar un título universitario en la Argentina.
Mientras tanto, a principios del siglo XX, en Buenos Aires se inició una eclosión de movimientos en defensa de los derechos de la mujer y Julieta formó parte activa de varios de ellos, siendo cofundadora de la Asociación de Universitarias argentinas junto a Cecilia Grierson (primera médica graduada en la Argentina), Sara Justo (la primera odontóloga argentina), Elvira y Ernestina López (egresadas de la facultad de Filosofía y Letras) y Elvira Rawson de Dellepiane (segunda médica graduada en la Argentina).
Julieta fundó el partido feminista argentino y años más tarde la Liga Argentina de mujeres librepensadoras. En 1906, integró el Centro Feminista del Congreso Internacional del Libre Pensamiento que, organizado por el ala progresista de la masonería, se realizó en Buenos Aires con la participación de otras destacadas dirigentes feministas como Alicia Moreau, Raquel Camaña, Elvira Rawson de Dellepiane, Petrona Eyle, Sara Justo, Cecilia Grierson, y Adelia Di Carlo, quienes reclamaban por los derechos cívicos femeninos.
En 1910, cuando tenía 36 años de edad y ya era una “solterona” para los cánones de la época, Julieta se casó con Alberto Renshaw, un estadounidense criado en España, 14 años menor que ella. Sin embargo, este matrimonio sólo duraría unos cuantos meses.
Tras una batalla que duró ocho meses, obtuvo la ciudadanía argentina el 15 de julio de 1911 –la segunda otorgada en el país– y fue la primera italiana que lo consiguió.
En un mundo donde la mujer no tenía derecho al voto, en julio de 1911 la Municipalidad de Buenos Aires convocó a los vecinos para que actualizaran sus datos en los padrones, en vistas a las elecciones municipales de legisladores, y llamó a que lo hicieran los ciudadanos mayores, residentes en la ciudad, que tuvieran un comercio o industria o ejercieran una profesión liberal y pagasen impuestos. Lanteri advirtió que nada se decía sobre el sexo. Entonces, se inscribió en la Parroquia San Juan Evangelista del barrio porteño de La Boca y cuando llegó el 26 de noviembre de ese año, votó en el atrio de esa iglesia.
El doctor Adolfo Saldías, destacado historiador y a la sazón presidente de mesa, la saludó y se congratuló “por ser el firmante del documento del primer sufragio de una mujer en el país y en Sudamérica”. Lanteri se dirigió a los diarios La Nación y La Prensa y contó el hecho. Al día siguiente, apareció en los diarios la novedad y Julieta comenzó a ocupar las portadas de los periódicos y revistas nacionales en una época en la que las mujeres no salían del ámbito doméstico. Poco tiempo después, el Concejo Deliberante porteño sancionó una ordenanza donde especificaba que estaba prohibido el voto de las mujeres porque el empadronamiento se basaba en el registro de empadronamiento del servicio militar. Al enterarse de eso, Lanteri se presentó ante registros militares de Capital Federal, solicitando ser enrolada y hasta acudió al ministro de Guerra y Marina de Hipólito Yrigoyen para conseguir una libreta de enrolamiento e incorporarse al padrón. Pero fracasó en el intento y decidió entonces dejar esa batalla para más adelante.
Con todo, encontró que la Constitución nacional vedaba la posibilidad de votar a las mujeres, pero no la de ser elegidas. Entonces, creó su propia agrupación, el Partido Nacional Feminista, en abril de 1919, y se presentó como candidata a diputada nacional, convirtiéndose así en la primera mujer candidata en la Argentina.
Hizo campaña en las calles, hablando en las esquinas, y también en los intervalos de las funciones de cine. Y empapeló la Capital Federal con sus afiches. Consiguió 1.730 votos, todos masculinos.
Pero al no ser legalizada para ingresar al Parlamento, organizó junto con Alicia Moreau un empadronamiento provisorio femenino y encabezó en la porteña Plaza Flores el primer simulacro de votación callejera.
A principios del año siguiente, el médico, escritor y senador Juan Bautista Justo la incluyó en su lista del Partido Socialista junto a Alicia Moreau –quien se casaría con el dirigente socialista en 1922–.
Pero la incansable Julieta siguió adelante y fundó el Partido Feminista Nacional por el que se postuló a legisladora en varias oportunidades. En 1924, año en que triunfó el doctor Alfredo Palacios, Julieta lo siguió en cantidad de votos obtenidos.
Previó los golpes totalitarios que azotarían Sudamérica, disertando en la Universidad Nacional de La Plata, y se entrevistó con el presidente radical Marcelo Torcuato de Alvear para ofrecerle alternativas antiautoritarias. Paralelamente, bregó incansablemente por derechos y mejoras laborales femeninas e infantiles. Mientras militaba por sus ideales, vivió en Buenos Aires, La Plata, Olivos y Quilmes, lugares donde cultivó la amistad con Alfonsina Storni, Alfredo Palacios, y José Ingenieros, entre muchas otras personalidades destacadas.
Julieta Lanteri fue una mujer muy valiente, original e inclaudicable. El sospechoso accidente de un auto marcha atrás, que la golpeó mortalmente la tarde del 23 de febrero de 1932, en plena Década Infame, terminó con su lucha, pero no con su memoria y su legado.