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Kicillof abrió sus secretos

Una transición es, además, una usina de enigmas.

—¿Vos qué harías si te ofreciesen un cargo en un gobierno que fuera más abierto, por ejemplo, en la economía?”

—No aceptaría ni loco, ni consideraría estar en un gobierno así.

Este diálogo fue lo más chispeante de la reunión que mantuvieron este lunes, en el Ministerio de Economía, el saliente Axel Kicillof y el futuro ministro de Desarrollo, Francisco Cabrera.

La pregunta –que a algunos pudo parecer el sarcasmo de un libreempresista a un vetero-keynesiano– se la hizo este “Pancho” del nuevo gabinete cuando escuchó una larga explicación del titular de Economía –algunas de cuyas áreas asumirá Cabrera– sobre cuál es el eje de la actual política del gobierno: el control de precios.

Kicillof, cree recordar el mendocino Cabrera de esa explicación, describió todos los mecanismos que tiene en funciones para el seguimiento de la cadena de precios de los artículos que se comercializan en todo el país. “Tenemos un tablero de control que funciona a las mil maravillas”, se confió Kicillof. Según el ministro, en el cuento que le llevó el lunes a la mesa chica del macrismo que sesionó, como todos los lunes, en un almuerzo en Uspallata (la sede del gobierno porteño), ese sistema “es de locos”.

Ese relato animó esa reunión de la que participaron, durante media hora, Mauricio Macri y un grupo selecto del nuevo gobierno: Marcos Peña, Horacio Rodríguez Larreta, María Eugenia Vidal, José Torello, Miguel de Godoy, Diego Santilli, Patricia Bullrich, Fernando de Andreis, Federico Pinedo, Humberto Schiavoni y alguno más.

La reunión se había hecho minutos antes, y el presidente electo ya había escuchado un informe más detallado que el que conocieron los comensales de lo conversado entre Kicillof, Cabrera, el secretario de Comercio, Augusto Costa, y quien lo reemplazará desde el 10 de diciembre, Miguel Braun.

Cabrera se dijo sorprendido de la confianza que mostró Kicillof sobre el éxito de su gestión y del mecanismo de control de precios como la base de toda su gestión. “No me sorprendió, diagnosticó Cabrera, y confesó que no pudo sacar mucha más información, en particular de lo que más le interesaba conocer, por ejemplo, detalles del mecanismo de las autorizaciones de importación o de algún otro detalle más ligado a lo financiero, tarea que el grupo de transición parece confiar a una segunda reunión de Kicillof con el futuro ministro de Hacienda, Alfonso Prat Gay.

Por el tono de la charla, Cabrera salió con la idea de que no volverá a reunirse otra vez con el ministro saliente antes del 10 de diciembre. La reunión fue amable, cordial, pero corta, y no hubo intercambio de materiales escritos.

Macri, que quizás conoció minutos antes algo más de ese encuentro, reguló el relato que ofreció Cabrera al conjunto, y dio la orden de que se guardase la discreción de lo que se había hablado. Apenas comió algo y partió hacia otras reuniones. El grupo, que se quedó consumiendo el frugal menú que se sirve en Uspallata –atento a la sobriedad zen del gobernante que se va, esperan algunos que el catering de la familia Larreta mejore esa situación– tuvo después de ese relato que ya están tocando el nervio del poder. Quizás Daniel Scioli no creía que fuera a perder las elecciones, pero tampoco muchos de quienes se sentaron a esa mesa pensaban que ganarían el gobierno de la Argentina.

La agenda económica, aunque abunda la pirotecnia política, es la que preocupa más al nuevo gobierno, y un cuento con tanta cercanía al abismo como el que trajo Cabrera produjo una general inyección de adrenalina.

En esa charla surgieron otros detalles de la transición que conviene retener. Por ejemplo, que ya actúa un emisario del equipo entrante para los fastos de la asunción, el ex vicecanciller de Carlos Ruckauf, el embajador Jorge Faurie, un experto en protocolos que actuó en Presidencia de la Nación con gobiernos peronistas –incluso éste–, y que alcanzó su cenit profesional como embajador en Portugal. Junto a Fernando de Andreis, futuro secretario de la Presidencia, y Fulvio Pompeo, que será secretario de Asuntos Estratégicos de la Jefatura de Gabinete, tienen ya la lista corta de los enviados del planeta Tierra a la jura de Macri: Michelle Bachelet, Ollanta Humala, Tabaré Vázquez, Juan Manuel Santos, Evo Morales, Dilma Rousseff, un ministro del gabinete de Barack Obama, un vicepresidente de la República China, uno de la Unión Europea y, claro, el rey emérito de España, Juan Carlos.

El canciller José Manuel García-Margallo le contó en la tarde del domingo a Macri que el rey emérito estará en la jura, pero que además se entrevistará con Cristina de Kirchner con quien, le dijo, siempre tuvo una buena relación. Hasta el lunes, el gobierno saliente no tenía prevista ninguna gala de recepción de visitantes para una despedida de la actual presidenta, un hábito de algunas transiciones en otros países.

En la reunión le sacaron punta también a algunas ideas que quiere empujar el oficialismo en el Congreso, como unificar los bloques del Pro y de la UCR y otros aliados, de manera de presentar un bloque unificado ante el peronismo que seguirá teniendo un buen número de diputados. Es un problema de casting, porque con la migración de legisladores Pro al Ejecutivo no quedan muchos que puedan alzarse a la talla de un Mario Negri, jefe de la bancada radical y miembro de la mesa chica de Cambiemos. ¿Querrá el macrismo dejarle a los radicales ese cetro, que sólo podría disputarle Pinedo, que se va al Senado?

Una transición es, además, una usina de enigmas. Por ejemplo, cómo completará sus elencos Rodríguez Larreta, a quien le han vaciado la grilla para llevarle sus talentos hacia las administraciones de Nación y de la provincia de Buenos Aires. Otras funciones están también en curso de negociación, como la de Humberto Schiavoni, presidente del Pro nacional, como secretario Administrativo del Senado, una de las funciones más importantes del Congreso por el manejo de fondos y de política que concentra. Está en consulta el tipo de estructura que tendrá a su cargo. Otras funciones están todavía en estado gaseoso, como el pase de Miguel de Godoy –a quien saludan como el hombre que hizo dos presidentes, Fernando de la Rúa y Macri–, al Afsca, en donde resiste Martín Sabbatella. Esperemos, esperemos a ver qué hace… repiten todos.

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