Por Guillermo Bigiolli
Charly Cavagna me suelta una arenga de despedida: ¡anda a escribir! Y acá me encuentro, Charly querido. Coki está recostado en un banco y mira el cielo, vaya uno a saber que estará planeando. El que está planeando es él, after show. La negra Lucía feliz, le encantó el recital, pero ojo que todavía falta más. Le digo, parece que ahora sigue un momento acústico. ¿Pinta fogón?, me retruca. Llega Marina y me dice: te vi bailando adelante, bien ahí. Pasa Nacho siempre salido de la vaina y nos damos un abrazo, para no perder la costumbre no para de agitar, Nacho en cualquier lado que esté quiere que el mundo sea mejor y mejor es revolucionado. Me acerco tímido al calor de las familias amigas, hay pibitos con sonrisas rockeras y niñas que corren y bailan. Sigue el recambio generacional en un público que ya no puede ni quiere quedarse quieto. Es que en esta hermosa noche de luna llena tocaron los Killer Burritos o mejor dicho: siguen tocando.
Sábado 18 de diciembre, últimas imágenes de un 2021 que ya está noqueado. El anfiteatro del parque España da escena al último vals del año a cargo de la patrulla perdida y sus aliados. Cesar Luis sube al escenario y nos presenta a Barfeye que en trio de guitarra, bajo y batería, abren la noche. Este pibe es de goma le digo a Federico, hace lo que quiere con sus canciones. Rascan un tanguito propio o se tocan un tema de la Velvet Underground al ritmo de la luna que los mima con su luz de femme fatale. Todo suena perfecto. Ellos son felices y nosotros brindamos con birra para que el futuro siga llegando con vida y música. Chin chin.
Suben los Killer Burritos a escena, hoy son un quinteto. Con el tema “Nos vemos” comienzan un recorrido por los clásicos de la banda y los no tan clásicos que también son clásicos, ¿me explico?; al tercer tema Coki pide que abran las puertas y pasen todos los que pispeaban desde afuera. Empiezan a bajar familias, algunos abuelos perdidos, pandillas de jóvenes y felices todos ocupan las gradas libres. Juan Domingo Debernardi conducción. Ahora sí arranca una nueva fiesta. Se escuchan las primeras notas de “Perdida”, ruge la ovación del público.
Hay dos canciones que siempre espero en los recitales de los Killer Burritos, voy a dedicar unas líneas al respecto: Por un lado en estos días se cumplen 20 años de las matanzas en aquel diciembre sangriento del 2001. La historia ya la conocemos pero siempre es bueno hacerla memoria: desempleo, corralito, crisis, revueltas populares, un presidente que renuncia dejando un tendal de muertos por la represión. Entonces cuando empieza a sonar “Un millón de dólares falsos” pienso: esta es una canción con bronca acumulada, también es una canción para marchar a la batalla sabiendo que vamos a perder porque ya perdimos. Así la percibo, con intuición al desastre, con prepotencia de himno. No casualmente apareció en 2001.
Y como buen apologeta del hitazo que soy, siempre espero la presencia en el setlist de “Villa Cristal”. Recuerdo que una tarde pasé por la puerta del cuarto de mi hija, ella estaba en el suelo jugando con sus juguetes y tarareaba una canción. Frené y me quedé escuchándola. Reconocí que era “Villa Cristal”, más precisamente la parte del teclado, la parte que en los shows hacemos: wooh ohh ohh…wooh ooh ohh. ¡Qué pedazo de hit!, pensé. Hoy a orillas del rio Paraná “las hadas vuelan…”, nos emocionamos, momento de revoleo de remeras, saltos, se viene el desborde pero antes hay lugar para un par de bellas canciones nuevas que están pidiendo pista a un próximo disco que presiento va a traernos épica vital y la posibilidad de darle un cachetazo a los años de pandemia.
El desborde es “La Tormenta”. Es como un gol en la cancha, todos corriendo abrazados para adelante a bailar rock n roll. Ya se percibe el fin de un recital intenso por eso el desenfreno es mayor, encima la noche está más aliada que nunca, cae lenta. Off momentáneo a la música. Cesar dice: vayan a tomar algo que ahora volvemos. Se ve que más allá de los cables y los enchufes hay otras canciones. Aparece Ricardo Vilaseca con un acordeón y el resto de la banda con sillas y guitarras en mano. Se sientan debajo del escenario, el público arma un corro en el suelo. ¿Qué quieren escuchar? Sin lugar a dudas una que sepamos todos, entonces “ay ay ay…Joselito, el de la voz de oro”. Nuevo brindis con birra, esta vez con Maxi: salud hermano, que tengamos un feliz porvenir. Y la felicidad nos lleva puestos a todos los presentes.