Ana María Ríos es una mujer con humor, docente jubilada, tiene 65 años y ganas de disfrutar de la jubilación junto a Jorge, su marido y compañero. Pero, desde diciembre pasado, problemas de comunicación y administración en la provincia la «mataron» literalmente. “Hola, habla Ana María, la que el año pasado estaba muerta”, dijo cuando volvió a comunicarse con la redacción de este diario. El viernes pasado, y por segunda vez, la docente se desayunó con que, para un sector del Departamento de Liquidación de Sueldo del Ministerio de Educación, ella sigue sin vida. Precisamente, sus “sucesores” recibieron una carta en la que se los intima a una medida judicial por haber utilizado plata de la jubilación de la supuesta difunta. “Viejo, hacete cargo”, ultimó ella, mirando a su marido y riéndose.
“Me agarró como un calor, una sensación de pensar: ¡otra vez con esto!”, describió Ana María. La reacción no había sido para menos: acababa de llegarle una carta para sus sucesores, a quienes se los acusa de cobrar el dinero de Ana María aún después de su “fallecimiento”. Pero antes y después de ese viernes Ana María estuvo viva y risueña, caminado por su casa, hablando mucho, yendo y viniendo mostrando, orgullosa, los dibujos que hace uno de sus hijos. “Pero, bueno, para los de liquidación estoy muerta. Es una cosa sin sentido, porque es el mismo departamento que todos los meses me manda el recibo de sueldo y deposita la jubilación”, contó extrañada.
“Tuve suerte porque soy una vieja cucaracha y guardo todo. Estuve a punto de tirar todos los tiquecitos, papelitos, todo lo que tengo guardado del problema del año pasado. Pero a raíz de que el gobernador dijo que los docentes jubilados cobramos un promedio de 7 mil pesos, como yo no cobro ni la mitad, lo guardé para averiguar si me estaban liquidando bien los haberes. Total, no me ocupaban espacio, ni nada”, relató la docente. “Liquidación de sueldo es el departamento que hace el reclamo a mi marido e hijos, aunque todos los meses la plata está en el cajero. O sea que por un canal le dieron curso a la declaración jurada que yo hice en diciembre pero, por el otro, siguieron con que yo estaba muerta. ¿Cómo se comunican en el Ministerio de Educación?”, preguntó.
Ésta es la segunda vez que tiene que declarar ante un abogado para ratificar que ella es ella, y que además está viva. “Teóricamente, ya está”, dice ahora, tal como dijo hace unos cuantos meses.
A fines de 2010, su cuenta bancaria fue bloqueada por “fallecida”, aunque, en esa época, también estaba de pie, “vivita y coleando”. Como hizo ahora, solucionó el problema declarando que no estaba muerta, aunque tuvo que esperar un tiempo para poder volver a cobrar los haberes con normalidad. Desde diciembre hasta ahora, Ana María actuó como el ser humano vivo que es: tramitó su documento y pasaporte nuevos, votó, cobró su jubilación. Pero, en algún despacho del Ministerio de Educación de la provincia hay un legajo en donde figura que está muerta.
La jubilación de Ana María no es sólo el monto que cobra, sino que le significan 31 años de trabajo como docente y vicedirectora, en escuelas semirurales y de zonas periféricas; años que, destaca también, fueron “duros, en los que peleamos por una reivindicación. Hasta le hacíamos paro a los gobiernos militares”.
Y luego explicó, señalando a su alrededor: “Tenemos una relativa comodidad, pero es el esfuerzo de 30 años de trabajo de cada uno. Esto es lo que tenemos, lo que hay. Es darnos un lujo: anotarnos en un viajecito de jubilados, salir a cenar, pedir una pizza a la esquina. Y es el fruto de nuestro trabajo”.
“Mi hijo Renzo diría que ésta es una situación ‘re-bizarra’. Una se lo toma a broma, pero te digo que cuando recibí esta carta me sentí mal. Si hubiera sufrido del corazón, me muero ahí nomás. Nosotros somos un matrimonio muy compañero, pero, ¿cuántas maestras jubiladas hay que están solteras, sin hijos o que son el sostén del hogar, o que tienen hijos jóvenes?”, reflexionó Ana María, mientras espera que desde algún escritorio la devuelvan a la vida.