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La agricultura urbana local es tema de investigación climática mundial

Desde hace un año científicos rosarinos miden el impacto de parques huerta y la forestación. Ahora darán los resultados.

¿Es lo mismo para una familia rosarina consumir papas traídas de la Balcarce, en la provincia de Buenos Aires, que otras producidas en un cordón hortícola de la ciudad? ¿Provoca los mismos efectos un temporal en un barrio con abundante arbolado urbano y veredas con cubierta vegetal que en otro donde prima el asfalto y las baldosas? ¿Los efectos del calor y del frío resultan similares en casas con barrera vegetal de enredaderas o hiedras que en casas que no las tienen? Estas son sólo algunas de las preguntas cuyas respuestas se conocerán desde mañana: es que hace un año cada interrogante se transformó en un procedimiento estudiable y medible, y desde ese lapso equipos de científicos locales vienen recabando y tabulando datos en toda la ciudad. Y ahora los resultados se darán a conocer –y a debatir para generar recomendaciones de políticas públicas– en el “Taller y seminario de evaluación de la investigación sobre el impacto de la agricultura urbana, periurbana y forestal en el cambio climático”, que se realizará hasta el viernes 1º de agosto en la ex Aduana.

Además de reunirse investigadores entre sí y con funcionarios habrá actividades abiertas, de las que participarán dos expertos internacionales: Marielle Dubelling, doctora investigadora de la Fundación Ruaf, y Wijnand Sukkel, investigador de la Universidad y Centro de Investigación Wageningen, ambas de Holanda.

Antes, en el seminario, se darán a conocer datos medidos en torno al Programa de Agricultura Urbana de Rosario, generado por la Municipalidad y la Nación a través del Inta en 2002. Es que el PAU, que surgió como un plan de emergencia –y hasta de supervivencia– para hacer frente a la crisis económica, social y laboral, con el correr de la década se transformó en una alternativa de producción y consumo sustentable única en el país por su alcance, que involucra también la génesis propia a través del Banco de Semillas Ñanderoga, el rescate de variedades de vegetales de tradicional uso alimentario dejadas de lado por el mercado local a través de la Red de Huerteras y Huerteros y la recuperación de plantas, sobre todo nativas cuyo uso, cultivo y conocimiento asociado se fue perdiendo parcial o totalmente, tanto a través de cultivadores como de la Red de Madrinas y Padrinos de Semillas y hasta del aún nóvel Programa de Medinas Alternativas de la Municipalidad.

Así, el sistema generó un fuerte impacto cultural, además de económico y social. Pero la reconversión en la última década de grandes baldíos, basurales y espacios públicos en parques huerta y la expansión la agricultura en la ciudad interesaron también a programas científicos de estudios del clima, que buscaron verificar si, además, se estaba produciendo un efecto medioambiental.

Algunos datos que se conocerán esta semana indican que no sólo efectivamente ocurrió, sino que además produce resultados sorprendentes, como diferencias de 30 a 40 grados en la temperatura de suelos con cubierta vegetal bajo la sombra de árboles y suelos de cemento o asfalto expuestos al sol. Ése fue uno de los resultados medidos durante el verano con una temperatura ambiente de 35 grados: en el primer caso la temperatura del suelo fue 5 grados menor, de 30, y en el segundo dio 70 grados, según refirió el físico Rubén Piacentini, que integró dos equipos y será el coordinador del encuentro.

El monitoreo, realizado por Climate & Development Knowledge Network e Innovation Fund –algo así como el Fondo para el Desarrollo del Conocimiento y el Trabajo en Red sobre el Clima– en las ciudades de Rosario y Kesbewa (Sri Lanka), relevando distintos factores que indican que la agricultura urbana genera:

Reducción de los kilómetros que deben recorrer los alimentos por su producción en áreas cercanas a los mercados urbanos.

Reducción del uso de fertilizantes y el consumo de energía productiva a través de la reutilización de los residuos orgánicos urbanos.

Reciclaje de aguas residuales y la liberación de agua potabilizada para otros usos.

Mejoramiento de la infiltración del agua de lluvia.

Reducción del efecto de isla de calor urbano mediante el aumento de la superficie de áreas verdes.

Mejora en la retención de gases de efecto invernadero a través de los bosques urbanos.

Posibilidad de mejorar la alimentación, la seguridad alimentaria urbana, el empleo y los ingresos.

Los temas medidos

Los equipos que realizaron las mediciones y que participarán en el Taller sobre Agricultura Urbana, Periurbana y Forestación y su relación con el Cambio Climático trabajaron sobre:

Isla de calor urbana: estudio de la temperatura ambiente y de superficies de piso y paredes en lugares de la ciudad de Rosario donde se desarrolla agricultura urbana y en otros lugares como referencia. Los responsables son los doctores Alejandra Coronel, Susana Feldman y Rubén Piacentini.

Reducción de la emisión de gases de efecto invernadero mediante la disminución del transporte de alimentos y el aumento de la producción local. Los responsables son los doctores Rubén Piacentini y Marcelo Vega.

Aumento de la infiltración de agua (y consecuente reducción del impacto de las inundaciones. Los responsables son el ingeniero Erik Zimmerman y la arquitecta Laura Bracalenti.

Aumento de la forestación de ciudades y regiones. El responsable es el ingeniero Néstor Ricardo Biasatti.

Producción y consumo de alimentos de huertas urbanas y periurbanas. Responsables: los ingenieros Antonio Latucca y Raúl Terrile.

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