Un dato cierto es que la cantidad de crímenes aumentó en la Argentina en dos veces y media desde la época en que era presidente Raúl Alfonsín. El delito pasó su umbral histórico; sin embargo nuestro país está muy por debajo de los índices de la región. Atrás de Chile, Bolivia y Brasil, y mucho mejor que Colombia, Honduras o México que ya son casos estructurales donde la criminalidad arrasa con la sociedad. En este último país, el crimen organizado y la llamada guerra al narcotráfico causan estragos tan significativos que se habla de más de 50 mil personas desaparecidas y donde los 43 jóvenes estudiantes de Ayotzinapa son un símbolo. Al mismo tiempo, la cantidad de delitos en la Argentina está muy por encima de la de Cuba, donde prácticamente no existen pero, como bien se sabe, poner a este último como ejemplo no es negocio para nadie y debemos indagar a quién beneficia espantar a la gente. Frente a esto, existe algo que creció exponencialmente en los últimos años y no tiene lazo con la realidad, la llamada inseguridad, que es un concepto ambiguo y amplio que el sentido común instaló con fuerza en la sociedad y que se refiere a ciertas formas de la criminalidad. Hace un tiempo, la ex presidenta Cristina Kirchner habló de “sensación de inseguridad”, intentando conectar la inequidad de algunos datos provenientes de organismos internacionales que asociaban la delincuencia en nuestro país con el temor social y muchos se rieron. Sin embargo, Gabriel Kessler tomó el tema con seriedad y desde el campo sociológico comenzó a investigar para buscar explicaciones a algo que no aparece registrado en los datos estadísticos pero que está instalado en la sociedad argentina. En su libro El sentimiento de inseguridad. Sociología del temor al delito, el autor señala que “intenta comprender y explicar el sentimiento de inseguridad en relación con el delito en la Argentina”, es decir “elucidar su sentido, su historia, las variables que lo explican, los relatos que en torno de él se construyen, las acciones asociadas”.
¿Qué es la inseguridad?
Cuando asesinaron a los tres empresarios ligados al narcotráfico en 2008 en la provincia de Buenos Aires, el ministro de Seguridad de ese distrito dijo algo paradójico: “No se trata de un hecho de inseguridad, sino del crimen organizado”, señala Kessler, aclarando que el comentario erró en precisión pero desentraña el objeto de su investigación. Es ya otro erróneo lugar común diferenciar el accionar de una red de criminales, que envuelve supuestamente a sus copartícipes, con otras formas de delitos que implican a sus víctimas en forma aleatoria. En realidad, ambas formas desgarran a la sociedad. Debido a eso, debería comenzar a definirse claramente de qué se habla cuando se habla de inseguridad, y el deseo de Kessler es forjar herramientas del lenguaje para hablar seriamente del problema más allá de esa prenoción sociológica.
Aunque actualmente la crisis económica y el desempleo vuelvan a ser las preocupaciones centrales de la sociedad, no tanto de los medios de comunicación, es cierto que la inseguridad ocupó uno de los lugares más relevantes entre los ciudadanos argentinos, latinoamericanos y del mundo. En general se hace referencia al estado actual en oposición a un pasado donde no existía el temor. Para el sociólogo, eso no es cierto porque siempre existió temor al delito o a la violencia, incluso, las sociedades se volvieron menos violentas de lo que fueron en el pasado aunque se perciba lo contrario. Sin embargo, la “sensación de inseguridad” o el “temor al crimen” –que es como denominan más literalmente el tema los investigadores anglosajones– es más preocupante que otras formas de muerte que implican a mayor cantidad de gente como el uso indebido de medicamentos o los accidentes de tránsito. La cuestión es que hay formas de muerte que provocan mayor estupor que otras. Por eso, Kessler no desea caer en el prejuicio occidental de considerar los sentimientos como formas que llevan a la ceguera racional para buscar soluciones y rechaza separar las cuestiones objetivas (el delito real) de las sensaciones que provoca (el sentimiento de inseguridad).
In situ
“Y, en la época de Alfonsín se podía salir. Yo, hoy en día recuerdo que hay zonas de acá, de Córdoba, que las cruzábamos con amigos caminando a la madrugada para no pagar un taxi, que hoy en día no las podés cruzar, tenés que tomar un taxi por seguridad”, expresó un entrevistado por el investigador, quien aseguró que durante la época de Menem se fue empeorando la situación. “Lo que pasa es que hay que ver en qué ámbitos se desarrollan esos ataques sexuales. Mi mujer trabaja, estudia y a veces viene tarde, pero el camino por donde todos van y vienen no es el lugar donde alguien va a concretar un ataque”, afirmó otro interrogado. La investigación que emprendió Kessler y dio fruto a este libro se realizó en varias etapas con el aporte del Conicet desde 2004. Según el especialista en la temática, su interés estaba puesto en partir del lenguaje desde los propios actores implicados en sus lugares habituales. Por eso se entrevistó y se realizaron estadísticas a decenas de personas en Capital Federal y el Gran Buenos Aires, así como en otras ciudades importantes de la Argentina como Rosario, Córdoba y Mendoza. Al estudio de campo no se le escaparon regiones como la del Noreste, ni el sur patagónico. La diferenciación social tampoco escapó al análisis porque se entrevistó a gente de los countries como a habitantes de barrios pobres y marginales. La estrategia de investigación se produjo así, con la colaboración de otros investigadores y el generoso aporte de otros trabajos de campo, porque a Kessler le interesa salir de los enredos que puede provocar el propio discurso y llevarlo a la realidad. Según su perspectiva, algunos trabajos de sociología y antropología “intentaron desentrañar los hechos en su singularidad y reconstruir una trama de sentido para el sentimiento de inseguridad”, pero esos estudios se caracterizaron por una desconfianza al sentimiento de temor al delito. Al compartir la preocupación política por el tema y al hacer hablar a las personas desde su ámbito, Kessler descubrió aspectos que hacen al sentimiento de inseguridad, como por ejemplo que los comportamientos de los habitantes de encerrarse, de salir a determinada hora, de recorrer determinados caminos, tienen que ver con las propias experiencias urbanas vividas por ellos. Allí reside el aporte de este libro, que propone a la vez un gran desafío en una geografía donde hay mucha preocupación pero muy poco de abordaje científico.
UNA VOZ AUTORIZADA PARA HABLAR DE CRIMINOLOGÍA
Gabriel Kessler se convirtió en los últimos tiempos en una de las principales voces autorizadas para hablar de criminología. El sentimiento de inseguridad se convirtió en su punto de interés después de haber analizado a la pobreza y la educación. Sus últimos libros ligados con la temática son Sociología del delito amateur, Seguridad y ciudadanía y Violencias, delitos y justicias en la Argentina.
El también profesor de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de París y docente de la Cátedra Simón Bolívar de La Sorbona, es también profesor de la Universidad Nacional de General Sarmiento e investigador del Conicet. Desde esta institución, Kessler pudo llevar adelante sus estudios sobre la temática. Su trayectoria y los puestos que ocupa son importantes porque evidencian que las instituciones educativas y las ciencias sociales se están haciendo cargo de una problemática que ocupa mucho espacio en el quehacer cotidiano pero que nadie tomó con la seriedad que amerita.
Sobre todo, las instituciones de las que se esperan respuestas, como la policial, que va a la zaga del problema cuando también puede verse como parte del mismo. Incluso, desde algunos sectores de la sociedad se buscó quitar responsabilidad, tal vez por incapacidad de solucionarlo, cargando el caso a otras organizaciones. Por cierto, quedan muchos aspectos de esta cuestión por abordar, pero el texto de Kessler es un paso importante.