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La argentinidad al palo: el 7 de oro que atrajo a la inocencia urbana y detonó la ignorancia rural

Durante el verano de este año se registró una mortandad de ganado que provocó severas pérdidas a los productores. La causa era un escarabajo polinizador, usualmente disperso y benéfico. Un aceitado vínculo entre la Universidad Pública y el campo hubiera mitigado eficazmente el problema

Fueron benéficos y esperados por los productores que dependen de la polinización natural para sus cultivos, que son cada vez menos. Pero la sequía extrema los convirtió en los villanos de la película: mientras un medio local los describía como una simpática curiosidad urbana, en los ámbitos ruralistas crecía la alarma: se estaban muriendo vacas y caballos sin explicación alguna. Alejados del conocimiento de la naturaleza a fuerza de “paquetes tecnológicos” llave en mano, los ruralistas de hoy pueden ser más ejecutivos de oficina que “hombres de campo”, y al Inta acuden –reconocido bajo reserva por una profesional a El Ciudadano– más para conocer las concentraciones de agrotóxicos que pueden esparcir que a ver lo que pone a disposición el instituto científico nacional del agro, que en tres años cumplirá siete décadas de existencia. Mala costumbre: fue la investigación del Estado la que confirmó que la mortandad se debía al otrora benéfico escarabajo astylus atromaculatus, más conocido como astilo moteado, y todavía más conocido como “7 de oro”. Pero lo peor es que, mientras cundía la desesperación, había una solución tan simple que no requería ningún esfuerzo ni menos pensar en un exterminio de insectos: se trataba de hacer que las vacas comieran a una hora del día y no a otra. O atraer a los bichitos a un sector, y dejar el ganado pastando en otro. O sencillamente cortar flores. O todo junto.

La ecóloga Analía Nanni, investigadora del Conicet en la Universidad Nacional de San Martín, desasnó a este diario sobre quién es, qué hace y cómo se comporta el 7 de oro. Experta en escarabajos, relató una solución tan elemental, que resulta asombroso que medios de comunicación ligados al ámbito rural hayan publicado páginas y páginas dedicadas al problema sin aportar recomendaciones concretas. Y bueno, como se suele decir en territorios donde se ve el horizonte: “Es lo que hay”.

No es una vaquita de San Antonio

En medio del insoportable calor de enero de este año, un medio local abundaba sobre el 7 de oro aclarando que no eran vaquitas de San Antonio ni moscas amarillas; y también describía que los “bichitos” que sorprendían a los paseantes en la zona del balneario La Florida eran conocidos también como “escarabajo del polen”.

El artículo estimulaba la tolerancia y la convivencia entre humanos e insectos. Pero al mismo tiempo, otros medios hacían publicaciones diametralmente diferentes. Urgente 24, por ejemplo, describía cinco días después, el pasado 27 de enero, que el astilo moteado estaba provocando “enterocolitis, gastritis, ulceración bucal, heces blandas y cólicos, seguidos de taquipnea respiratoria, taquicardia, disuria urinaria y cistitis hemorrágica, problemas neurológicos y estado de shock, que en la mayoría de los casos termina en la muerte” de los animales, citando a Germán Cantón, investigador del Inta Balcarce.

También puntualizaba que los caballos eran “los más propensos a la fatalidad” y era la sequía histórica provocada por el fenómeno climático La Niña lo que había determinado “una gran proliferación de astilo moteado, convirtiéndose en una plaga que está asesinando a los animales que los «tragan» sin notarlo” al estar los insectos mezclados con las pasturas. Y agregaba que “según los especialistas, el insecto porta consigo una toxina letal llamada cantaridina, la cual desencadena un cuadro tóxico y necrosis en los órganos digestivos de quien lo traga”.

“El escarabajo astilo moteado está causando la mortandad en vacunos, ovinos, bovinos y equinos. Estos animales del campo están ingiriendo accidentalmente dicho insecto, que se alimenta del polen de la flor de alfalfa, localizándose en las zonas de pasturas ganaderas, cuando anteriormente eran predilectos al maíz, pero lotes enteros de éstos fueron perdidos por obra de la sequía histórica”, daba cuenta Urgente 24.

Lo novedoso era que sí aportaba una solución, aunque algo complicada: “El control orgánico para combatir el astilo moteado, en términos de los agrónomos, sugiere la introducción de un nuevo depredador, el insecto barrenador del tallo diatraea saccharalis. Para tener éxito y controlar su acción directa sobre la siembra, se recomienda implementar un sistema push-pull, o sea, la intercalación de plantas de cereales con leguminosas del género Desmodium, debido a que son repelentes de insectos, además de sembrar pasto como napier (pennisetum purpureum) alrededor del cultivo intercalado”.

Y, citando al Centro Veterinario del Hipódromo de San Isidro, el sitio publicó la recomendación de revisar la existencia de alfalfa, y lavarla con agua y sacudirla antes de alimentar a equinos.

El mismo viernes 27 de enero, el diario La Nación tituló: “El 7 de oro: el escarabajo que causa terror entre los productores agropecuarios y provoca la muerte de animales”. Y abundó: “A raíz de numerosas denuncias, el Inta publicó un instructivo para evitar esta plaga y mencionó en qué cultivos está presente”.

La nota de LN Campo se circunscribió, con prudencia, a dar a conocer las recomendaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria al respecto, dando una puntillosa descripción de los síntomas en el ganado, tras advertir que el escarabajo “estaría asociado con una presunta ola de muerte de animales”.

“El organismo de investigación mencionó que se trata de un insecto muy común en la región agrícola, y suele estar presente en lotes de maíz, girasol, soja, trigo y en pasturas”, completó La Nación.

Como los anteriores, sitios especializados se refirieron al astilo moteado durante todo el primer trimestre del año. “Alerta por 7 de Oro, el insecto que mata a los animales”, tituló una nota publicada el 26 de enero en el sitio Corber, de la corredora de granos Cortina Beruatto SA; “Alerta Siete de oro: ¡Quiero retruco!”, tituló por su parte Agrositio el 13 de febrero; “El Inta confirmó que el «7 de oro» es tóxico y fue el causante de muertes de animales”, marcó el 31 de marzo Infocampo, describiendo, además, que “es una especie de escarabajo que, durante el verano, a causa de la sequía, se expandió por toda la zona núcleo y otras regiones del país”. Y alertó, también en base a la investigación del Inta, que “su presencia en la alfalfa forrajera fue letal para los bovinos que consumieron lotes contaminados”.

Finalmente, este último dio cuenta de que el Inta tenía un reporte anterior sobre intoxicación de ganado con 7 de oro: data de 1972. Esa fue la base para que el Servicio de Diagnóstico Veterinario Especializado del Inta Balcarce trazara la línea de investigación.

Este verano, los escarabajos fueron víctimas y victimarios de la sequía y el calor. Foto: Gentileza Infocampo
Hora de comer

 

La información que circuló confirmó las causas de una mortandad de animales que en principio no tenía una explicación convincente. Se abundó en la descripción del escarabajo en cuestión, al que otro sitio, Plantix, lo tiene incluido en su “biblioteca” en forma permanente dentro de la sección “Plagas y enfermedades”. En todos los casos la solución sugerida fue la del “control orgánico” del escarabajo, fácil de reconocer por su vuelo lento, de a ratos suspendido, y su cubierta de color amarillo con manchas negras.

Pero, finalmente, el problema se resolvió “naturalmente”, al menos por ahora: el final del fenómeno La Niña, con la llegada de lluvias, comenzó a hacer renovar la vegetación y dispersó las concentraciones de astilos sobre las flores de la alfalfa, al volver a ofrecerles una diversidad de flores con su polen. Detrás quedó una mortandad creciente de ganado, para peor también severamente afectado por la sequía histórica y la ola de calor que extendió el verano hasta casi la mitad del otoño. Lo que siguió fue otro fenómeno, pero más agradable: una primavera en la previa del invierno, con floraciones atrasadas impulsadas por la temperatura y las lluvias.

La cuestión es que antes también había un remedio natural que hubiera evitado cuantiosas pérdidas, si no hubiera estado roto el vínculo entre productores agropecuarios e investigadores científicos. La bióloga de la Unsam Analía Nanni explicó a El Ciudadano que el 7 de oro tiene usualmente muy poco desplazamiento, apenas unos 200 metros, pero buscó recorrer mayores distancias para subsistir: “Por falta de los cultivos donde se alimentan se desplazan donde hay pastura implantada en flor”, describió.

Y abundó que a fines de enero, a mitad del verano, transcurre “su pico poblacional”, y que “la alta abundancia hace que el ganado lo ingiera y resulta tóxico”.

En ese marco observó que “en ganado de pasturas naturales como en el Delta, no llegó el problema”, y precisó: “Si se orienta el pastaje a determinadas horas, no pasa nada”.

Nanni explicó que la concentración de escarabajo se dio sobre la alfalfa en flor, a determinadas horas del día. Y que una solución simple es dejar que en un sector de pasturas prospere la floración, y bloquear el acceso del ganado a esa área, mientras que en otra se corta con medios mecánicos la floración para liberar ahí el pastaje. “Dejar un sector del campo florecido y a esa zona no llevar el ganado pueden disminuir el riesgo”, sintetiza.

También, explica, se puede hacer captura de los escarabajos para disminuir la población. “Hay varias maneras de reducir el riesgo de ingesta. Usando una sola técnica no creo, pero haciendo varias cosas, sí”, concluyó.

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