A fines de 2014 Victoria Gaitán notó que el ojo izquierdo de su hijo Santino de seis años se estaba hinchado. Le hicieron exámenes médicos y le devolvieron dos diagnósticos distintos. Primero, que era una reacción a una picadura de mosquito. Segundo, que tenía el conducto del lagrimal obstruido. Ambos estaban lejos de la verdad. En un tercer análisis los médicos detectaron un tumor maligno que crecía atrás del ojo. El nombre clínico es rabdomiosarcoma, las chances de tenerlo son bajas y los tratamientos cuestan miles de pesos. Después de cuatro años de operaciones y quimioterapia Santino, hoy de 9 años, volvió a la escuela. El Ciudadano repasa cómo lo hizo.
Superación
“A Santino lo operaron para sacarle el tumor y lo enviaron a anatomía patológica para estudiarlo. A los pocos días nos avisaron que era un tumor maligno y que estaba ramificado. Esa misma noche viajamos al Hospital Garrahan, que se especializa en salud infantil de alta complejidad. Lloramos hasta llegar a Buenos Aires, no sabíamos con qué nos íbamos a encontrar”, relató Gaitán. Dijo que los atendieron bien y que en octubre de 2014 empezó el primer tratamiento de quimioterapia. Los especialistas le explicaron a Santino cómo iba a ser el tratamiento. Lo iban a pinchar, se le iba a caer el pelo, iba a estar internado y no iba a poder pasar tiempo con sus hermanos. Para la madre él se dio cuenta de su enfermedad cuando se le cayó el pelo.
Para afrontar tantos gastos, las madres de los compañeros del colegio Cristo Rey donde va Santino abrieron una cuenta en Facebook: Juntos por Santino. En el club 1° de Mayo, en Kennedy y Gianneo, hicieron polladas y rifas para recaudar fondos. “Empecé a hacer viandas de comida para juntar dinero. Lo publicaba en la página de Facebook de Santino y tuvo buena salida. No es fácil afrontar todos los gastos. Estuvimos hasta un mes viviendo en Capital”, explicó Victoria. Su pareja, Martín Curletto, es trabajador ferroviario y siempre acompaña al chico. Santino tiene tres hermanos: Martina (7), Valentino (8) y Agostina (13).
“En un momento del tratamiento él estuvo muy mal, sin defensas y quedó aislado en el hospital. Nos pedía que nos quedemos los dos al lado de él. No podíamos. Nos escondíamos debajo de la cama para que el guardia de seguridad no nos vea. Ese día me preguntó si se iba a morir y le dijo que no”, recordó el padre.
Los tratamientos, las horas de viajes y el esfuerzo de la comunidad educativa y la familia tuvieron recompensa.
A más de tres años del diagnóstico, Santino retomó el colegio y las actividades extracurriculares. La familia siente que algo cambió en el chico. “Pide hacer todo: jugar al fútbol, ir a las carreras de autos, pescar, ir a la cancha para ver a Rosario Central”, contó el papá. “Santino puede tener el tumor toda la vida. No tiene una estabilidad. Está controlado, pero siempre aparece algún inconveniente. No duermo bien. Vamos a estar tranquilos cuando no lo tenga más”, dijo Victoria.
Para la familia de Santino pedir ayuda no es fácil. Están muy agradecidos de todos los que se sumaron a la causa. La lucha es constante. El día a día no se convierte en rutina y conservan una actitud positiva. Lo más importante es que toda su familia está unida. El proceso es duro. Para el que quiera colaborar con Santino puede hacerlo a través de la página de Facebook o comunicarse al 153-427440.