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La bajante del río Paraná es la más pronunciada en el último medio siglo: las causas y lo que dejará

Especialistas de la Universidad Nacional del Litoral alertan sobre la modificación de cauces y todo el paisaje hídrico de la cuenca. Sedimentación y contaminación son dos problemas. Desactivan teorías conspirativas sobre el fenómeno

La actual bajante del río Paraná, que complica la navegación comercial y pone en riesgo la fauna de los humedales, es la más importante en los últimos 50 años, aunque no la peor. Lejos de las teorías conspirativas, especialistas de la Universidad Nacional del Litoral y el Instituto Nacional del Agua adjudicaron el fenómeno al déficit de precipitaciones en las cuencas brasileñas del propio Paraná y del Iguazú y a la presencia de un «Niño neutro». Y advirtieron que la disminución del caudal producirá impactos, en particular, a lo largo del tramo medio de la cuenca. Entre otros, la disminución del tamaño de los cauces y de su capacidad de conducción de agua por la excesiva sedimentación de arenas, limos y arcillas.

Las bajantes y las crecidas son procesos naturales y cíclicos en cualquier sistema fluvial. A veces, como ahora, exceden los promedios y encienden las alertas. El último reporte semanal del Instituto Nacional del Agua proyecta que en el puerto de Rosario el nivel del Paraná estará en 88 centímetros, cuando la altura promedio para abril, entre los años 1994 y 2018, fue de 3,76  metros.

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“La bajante que podemos observar actualmente es la más importante de los últimos 50 años. Sin embargo, en años anteriores a la década del 70, a partir de la cual se produjo un incremento en el régimen de lluvias de la Cuenca del Plata, hubo otras mucho más significativas. Por ejemplo, en 1944, la altura del río estaba casi un metro por debajo del 0 de la escala del puerto local”, reseñó José Macor, docente e investigador de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Hídricas de la UNL, donde dirige el Centro de Informaciones Meteorológicas. La referencia es al puerto de la capital provincial, pero el cuadro se extiende a lo largo de todo el curso.

Carlos Ramonell, docente e investigador de la Facultad, desactivó algunas de las teorías conspirativas respecto del escaso caudal del Paraná. “En esta bajante se debe descartar como causa la influencia de las represas brasileñas. En 1944, la situación fue peor que la actual y no sólo para la Cuenca del Plata. Fue la mayor sequía registrada en toda la llanura pampeana y las presas no estaban construidas”.

Los dos especialistas apuntan a causas meteorológicas y climáticas por el fenómeno. Y advierten sobre los impactos que tendrán los caudales bajos en la dinámica geomorfológica del décimo río de llanura más importante del mundo.

Poca agua del cielo

De acuerdo a los registros del Centro de Informaciones Meteorológicas, desde julio de 2019 hasta marzo de 2020, los valores de precipitación mensual en Santa Fe han estado, en general, por debajo de las medias mensuales de los últimos 10 años.

Esta misma situación se ha dado también en el noreste argentino y en las cuencas brasileñas del río Paraná y del río Iguazú.

“Este déficit de agua se refleja en los niveles del río, que han estado bajando desde el año pasado. Si bien ha habido pequeños repuntes con algunas tormentas importantes, no fue suficiente como para recuperar los niveles normales del río”, señaló Macor.

Hay más: los modelos climáticos proyectan desde el año pasado que el fenómeno de El Niño va a permanecer en estado neutral hasta el final del invierno (junio o julio). “Es un Niño neutro, con lo cual es probable que la bajante actual perdure por lo menos un par de meses más”, explicó el investigador.

Cambio de paisajes

Según Ramonell, que lleva años estudiando la dinámica geomorfológica en el tramo medio del río Paraná (desde la confluencia con el río Paraguay en el norte de Corrientes hasta Rosario), la bajante podría provocar el achicamiento de varios cauces secundarios conectados directamente al cauce principal del río. Es el caso, dice, del río Colastiné. Y junto con eso, el cegamiento con sedimentos de varios cursos de menor tamaño.

El especialista traza una proyección del escenario que incluye pérdida de superficie de lagunas y desconexiones entre cauces y lagunas en ambientes más alejados del cauce principal. En especial, menciona la laguna Setúbal. En este caso no está claro si el fenómeno detendrá sustantivamente el avance del delta del Arroyo Leyes en su parte norte.

“Lo primero que está ocurriendo en estas condiciones de caudales bajos es que varios cauces secundarios menores que están conectados directamente con el cauce principal del río Paraná están sufriendo sedimentaciones. No sólo de arenas que hacen recrecer el fondo, sino también de limos y arcillas provenientes del río Bermejo, que esta vez muestran más concentración por el déficit de agua. Estos sedimentos finos son retenidos por la vegetación acuática de las márgenes de los cauces, donde se acumulan y hacen disminuir el ancho del cauce. En suma, los cauces cercanos al cauce principal se están reduciendo en tamaño (ancho y profundidad) y en capacidad de conducción de agua, porque reciben una carga extra de sedimentos en relación a su capacidad de transportarlos río abajo”, explicó Ramonell.

El paisaje que viene puede ser muy distinto al actual, con cierre de cauces, algunos incluso pueden desaparecer, y hasta unión de islas que estaban separadas. En los humedales, la geografía es cambiante y el ecosistema asume nuevos equilibrios, pero hay veces en que las mutaciones son muy pronunciadas.

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“En el sistema fluvial del Paraná, los cursos secundarios del río aparecen y desaparecen naturalmente. Algunos permanecen sólo durante 20 años, otros sobreviven casi una centuria y otros un par de milenios. No es un fenómeno novedoso, pero se acentúa en situaciones de bajante”, subrayó.

El Colastiné se adelgaza

Ramonell mencionó el caso del río Colastiné, una de las principales fuentes abastecedoras de agua potable de la ciudad de Santa Fe y donde la ciudad vuelca todos sus efluentes cloacales en su tramo inferior.

“De acuerdo a nuestros estudios, este brazo del río está sufriendo un proceso gradual de achicamiento desde fines de la década del 70. En los últimos 40 años, ha reducido de forma progresiva su anchura en un 25%. Así, pasó de tener 470 metros de ancho como promedio en 1980 a 350 metros en la actualidad. Indudablemente, este fenómeno acentuará tal tendencia”, aseguró.

Lagunas que se achican

En cuanto a la otra red de cauces, paralela y más alejada del cauce principal del río Paraná, en torno a la cual se aloja la mayoría de las áreas lagunares de la planicie de inundación, como en los cursos San Javier y Coronda, el investigador sostuvo que “a raíz de esta bajante, las lagunas se encuentran en gran parte desconectadas de los cauces, lo que genera alteraciones en las cadenas tróficas y en las fases biológicas de la vida que sustenta el río”.

Continuó la descripción, ahora con énfasis en el Arroyo Leyes: “Una bajante de esta naturaleza también podría provocar el cierre de algunos cursos del delta, pero parcialmente, porque no hay tanto sedimento disponible como en el cauce principal y los cursos en el entorno de éste. Las nuevas partes del delta recién sedimentadas se van a fijar con la vegetación. Con el crecimiento de la vegetación, las fracciones de limos y arcillas van a ser filtradas y los bancos del delta crecerán en altura. En resumen, es posible que el frente de avance del delta se consolide con esta bajante, continuando con la pérdida de superficie de la laguna Setúbal”.

Ramonell aclaró que estos escenarios se acentuarán si la bajante se extiende en el tiempo. “Otra cuestión a considerar es cómo se retornará a las condiciones de caudales y niveles de agua más normales. No es igual para la dinámica morfológica descrita si el regreso es rápido o lento, y si coincide o no con el desarrollo posterior de una crecida importante o sólo de una menor. Los escenarios son muy diferentes y merecen ser evaluados”.

La bajante genera en el presente, más acá de sus posibles consecuencias a mediano o largo plazo, problemas que hay que atender: navegación, provisión de agua potable (por operatividad de las tomas de agua) y concentración de contaminantes (por posible disminución de la capacidad de dilución de los efluentes cloacales). También, incursiones humanas que atentan contra la flora y la fauna, y suele ser más nocivas que los fenómenos naturales.

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