Los colores celeste y blanco de la bandera argentina, inspirados en la vestimenta de la Virgen María, pronto se convirtieron en el gran emblema del proceso independentista de buena parte de los futuros estados de América latina como consecuencia de las luchas impulsadas desde la hoy ciudad autónoma de Buenos Aires y que fueron decisivas para terminar con el colonialismo español en el continente.
Cuando el rey borbónico Carlos III de España hizo propios esos colores marianos para sus condecoraciones no pudo haberse imaginado que unos años más tarde, en el Virreinato del Río de la Plata, por él creado, una invasión inglesa con fines de saqueo, en 1806, iba a determinar que apareciese del blanco y el celeste como símbolo distintivo de sectores patrióticos como el Regimiento de Patricios.
Sobre esa base fue que el primer economista nacido en estas tierras, luego devenido en general de los ejércitos independentistas, Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, propuso el 13 de febrero de 1812 la creación de la Escarapela nacional para unificar los distintivos de los cuerpos militares, ya que cada uno los tenía diferentes.
Apenas dos semanas después, Belgrano enarboló a orillas del Paraná, en Rosario, una bandera con los mismos colores que hizo jurar a los soldados a sus órdenes, hecho que generó el rechazo inmediato por parte del Triunvirato que por entonces gobernaba en la capital virreinal, donde aún se utilizaba la bandera colonial para las ceremonias.
Con idas y vueltas, matices en la intensidad del azul y la incorporación del sol incaico diseñado por Juan de Dios Rivera Tupac, la Bandera adquirió su condición de indiscutido símbolo nacional asignándosele como fecha conmemorativa el 20 de junio en homenaje a la memoria de Belgrano, fallecido en esa fecha en 1820, mediante la ley 12.361 sancionada el 8 de junio de 1838, 80 años atrás, siendo presidente argentino Roberto Ortiz.
La incorporación del sol se concretó en 1818, ya formalmente declarada la Independencia nacional, por una disposición del entonces director supremo Juan Martín de Pueyrredón, lo que fue aceptado por el propio Belgrano, y a partir de entonces comenzó a flamear con ese diseño final aunque a lo largo del tiempo se produjeron alteraciones en el tono del azul de las franjas laterales.
Los ejércitos nacionales la llevaron a la victoria final en sus campañas libertadoras pero también fue enarbolada por las naves que terminaron con el poder colonial lejos de lo que fueran los límites del ex virreinato como durante las campañas de Hipólito Bouchard, quien en agosto de ese mismo 1818 logró que el reino de Sándwich, hoy Hawaii, parte de los Estados Unidos, fuese el primer país del mundo en reconocer la Independencia de la Argentina.
Por entonces, desde 1815, la bandera belgraniana ya había sido adoptada por la Unión de los Pueblos Libres, liderada por José Gervasio de Artigas, y aunque los gobiernos de la luego República Oriental del Uruguay realizaron un rediseño, copiando el formato de varias franjas de la de los Estados Unidos, una por cada departamento como en aquella una por cada estado fundacional, mantuvieron los colores originales azul y blanco.
Pero la gran difusión de la bandera argentina se produjo en toda América Central a partir de que el 3 de junio de 1818, tanto el gobierno de Buenos Aires como el de Chile le otorgaron la patente de corso al francés Louis Michel Aury, quién ya había luchado y vencido a los españoles en América del Norte, fundando la República de Florida, en la isla de Amelia, de la que fuera desalojado por los Estados Unidos en base a un acuerdo entre el presidente James Monroe y el rey Fernando VII; República de Florida en la que, con otro formato, más parecido a un tablero de ajedrez, se creó una bandera con los colores argentinos.
Ya el 4 de julio, apenas un mes después, Aury ocupó la isla de Providencia, en el Caribe, a las que agregó las de San Andrés y Santa Catalina, cerca de la costa de la actual Nicaragua, y fundó la República de los Estados Unidos de Buenos Aires y Chile, donde estableció como símbolo nacional la bandera argentina, y desde donde operó sobre las costas de América Central y norte de Suramérica colaborando con los procesos independentistas que se desarrollaban en la región, incluyendo el liderado por Simón Bolívar.
Su participación fue decisiva en los mismos que desembocaron el 15 de septiembre de 1821 con la creación de la República Federal de Centroamérica, para la cual, en 1825, el entonces presidente Manuel José de Arce estableció como bandera nacional la azul y blanca argentina que flameara en los barcos de la flota de Aury, el hoy poco reconocido corsario argentino, a quién conociera Manuel Dorrego durante sus años de estadía en Baltimore, Estados Unidos.
Entre 1838 y 1839 se fue disolviendo la República Federal de Centroamérica, comenzando por la formación de los actuales estados de Nicaragua, Honduras y Costa Rica, para continuar con los de Guatemala y El Salvador. Pero en todos ellos, con variantes de forma y de cierta tonalidad del azul, se mantuvo como emblema nacional la bandera argentina, aunque con el transcurrir del tiempo fue cambiada por los costarricenses.
Así es como los colores marianos, difundidos desde la Argentina a partir del símbolo patrio creado por Manuel Belgrano, se convirtieron en los que representan la identidad de más de un tercio de los estados de América Latina, desde los tiempos de la Independencia de los mismos hasta nuestros días.
Fernando del Corro (*) Historiador. Periodista de la agencia Télam