Sociedad

Balada peronista

La batalla de las Chicas de Rojo: el día que el rock mundial estalló en una Básica de Venado Tuerto

¿Qué tiene que ver Chris de Burgh con el justicialismo? Podría decirse que nada, pero de igual modo alguna vez, hace tres décadas, un local del PJ pudo haber tenido su nombre. Y no ocurrió sólo porque una creciente interna derrapó en un feroz y sangriento enfrentamiento. Esta es la historia


Roki Bigiolli

Venado Tuerto, 1989

“Qué linda que estaba la Rosita vestida de rojo, qué lindo era verla pasar y juntarse en la esquina con Maira, también ella de rojo”. Estas son las primeras palabras del testigo venadense que prefirió mantenerse en el anonimato y a quien agradezco de corazón que me haya confiado este relato, que comienza en las vísperas de una de las batallas campales más importantes de la ciudad del sur santafesino.

La vida en Venado Tuerto era cada día más complicada. La hiperinflación de Raúl Alfonsín estaba castigando severamente las economías de cientos de familias en la ciudad. Se bancaban muchas cosas pero la bronca se encontraba a flor de piel constantemente, y el despliegue de esa bronca se iba a dar en una de las luchas internas más sangrientas de la historia de un partido político en la Republica Argentina. La Unidad Básica del barrio San José Obrero no tenía un nombre definido (existían latentes disputas no zanjadas al respecto), y por el momento se la conocía con el nombre homónimo al barrio. Por volteretas de la historia había quedado en manos de la rama femenina del Partido Justicialista. Chicas y sólo chicas quedaron inyectando vida a la U.B. en plena crisis alfonsinista. Esto no es casual, ya que las mujeres empezaban a asumir un rol político protagónico en la Argentina de la desocupación ascendente.

Las chicas que seguían a Maira Ferrari, hija del reconocido militante justicialista local don Mario Ferrari, quien recientemente había fallecido de un paro cardíaco, eran las que venían a renovar la cosa, eran las “Chicas de Rojo”. Así se las conocía en el barrio, porque su costumbre era andar con prendas y rouge de ese color deleitando la mirada del vecindario. Pero, ¿por qué de rojo si justamente su identidad política estaba alejada de ese color? Claro, ser rojo era ser comunista, o en el peor de los casos si le maridabas blanco eras radical.

Pero ir de rojo vivo era otra cosa a fines de los ochenta.

Un hitmaker del justicialismo

Christopher John Davison, más ¿conocido? con su nombre artístico Chris de Burgh, nació en la ciudad de Venado Tuerto un 15 de octubre del año 1948, en pleno apogeo del primer gobierno peronista. Hijo de Charles Davison, un militar y diplomático inglés que misionaba por la Argentina, y de Maeve Emily de Burgh, mujer irlandesa casada con el militar y quien oficiaba de su secretaria. Maeve parió de urgencia a su hijo Chris en el hoy día inexistente policlínico “Doctor Luis Chapuis”, y de allí partieron hacia una estancia en cercanías de la localidad de San Eduardo, a pocos kilómetros de Venado Tuerto, en donde pasarían los primeros años de vida del recién nacido. Chris de Burgh crecerá viajando junto a su padre diplomático británico, su madre y su hermano. Recorrerán gran parte del mundo y, como buen hijo de clase acomodada, tendrá la posibilidad de desarrollar una exitosa carrera de músico profesional, convirtiéndose en 1986 en uno de los hitmakers (creador de hits) más reconocidos del mundo. De Burgh es compositor e intérprete de una de las baladas románticas más exitosas en la historia de la música pop: “The lady in red”.

“The lady in red” sonó a mediados de la década del 80 en todas las radios del mundo y Argentina no fue la excepción; fue bailada en pistas de boliches y “asaltos” de la juventud de aquellos años. “Las Chicas de Rojo” que aspiraban a la conducción de la Unidad Básica de San José Obrero, fanáticas de la canción que las había hecho enamorar a medio barrio, querían nombrar la U.B. con el nombre del ilustre compositor anglo-venadense. Unidad Básica “Chris de Burgh”. Pero no todo lo que brilla es rojo: en la vereda de enfrente se encontraba la parcialidad contraria a las chicas conducidas por la Maira Ferrari.

Las Ortodoxia Fleitas

La joven enfermera y militante sindical Laurita Fleitas era quien conducía la otra fracción beligerante, y ella particularmente odiaba la liturgia que imponían las fans de De Burgh. Además, las conducidas por Fleitas eran fervientes seguidoras de la línea justicialista ortodoxa y patriótica promocionada por Norma Kennedy, reconocida dirigente nacional de la Rama Femenina del peronismo que llevaba varios años de injusta detención. Era con el nombre de la dirigente detenida que las “Ortodoxia Fleitas” (como se las conocía en aquel entonces) querían bautizar la Unidad Básica de San José Obrero.

Las elecciones presidenciales se precipitaban por culpa de la crisis económica y había que definir la identidad y quien conduciría la U.B., gane quien gane la interna en el Partido Justicialista y gane quien gane las generales después. La mecha estaba encendida y la dinamita tenía perfume de mujer.

Las reuniones en la Básica San José Obrero posteriores a las internas del PJ que Carlos Menem había logrado ganar frente al renovador Antonio Cafiero fueron el tráiler a la batalla campal que se iba a desatar a principios de abril del 89 en plaza San Martin. En el último plenario del año 1988, la peque Savini, mano derecha de Laurita Fleitas, llegó a revolear un pizarrón que utilizaban para dar apoyo escolar a las criaturas del barrio sobre las espaldas de la Vero Báez, una de “Las Chicas de Rojo” que se dedicaba a la contabilidad de la U.B., justo cuando esta última quiso bajar un cuadro de Carlos Menem con poncho para poner uno de Chris de Burgh sentado frente a un piano y sonriendo a la cámara. Las posibilidades de acuerdo ya eran nulas, y a esta altura los lazos con la conducción nacional estaban cortados o no eran del todo claros.

Rojo profundo

La mañana del 4 de abril de 1989 estaba templada. Un grupo de diez jóvenes conducidas por Maira Ferrari ya estaban congregadas en la plaza San Martín para comenzar a repartir boletas electorales de los candidatos Menem-Duhalde. Rosita Narváez se había puesto su jean rojo con una blusita negra a lunares blancos que la hacía ver como una Minnie Mouse de la militancia peronista. Recibió su pila de boletas para empezar a repartir cuando de repente, al girar mirando hacia el centro de la plaza, su vista se oscureció y una explosión de pequeñas estrellas pirotécnicas empezaron a completar ese paño oscuro que la cegaba. Un dolor frío comenzó a punzar la frente de Rosita, que al ir recuperando la vista pasó de la oscuridad estrellada a ver en un tono de rojo profundo. Su sangre le empapó la cara, había recibido un piedrazo en el rostro. La fracción comandada por Laurita Fleitas, las Ortodoxia Fleitas, estaban dispuestas a zanjar la interna esa mañana a la luz del día sin concesiones; algunas de ellas, trepadas a los árboles, comenzaron a bajar, y otras las emboscaron desde los costados. Pegar primero, pegar duro, sin piedad.

Maira Ferrari, que no era ninguna caída del catre, reaccionó a tiempo y de su morral empezó a sacar manoplas con clavos en los nudillos que repartió entre sus compañeras con la urgencia de la batalla puesta en marcha. “Las Chicas de Rojo” no iban a rendirse así nomás, y con un grito de guerra Maira se zambulló en la pelea: ¡Viva Perón, Evita y las chicas De Burghistas! Lo que sucedió fue sin dudas un baño de sangre en el cual no pretendo entrar en detalles para no herir la sensibilidad de quienes estén leyendo este relato. Afortunadamente no se registraron decesos. Detenciones, graves heridas punzocortantes y el fin de una interna sin posibilidad de acuerdo fueron el saldo de esta contienda. De la Unidad Básica se supo que a las pocas semanas fue usurpada por una familia que nada tenía que ver en la disputa política, y hoy día funciona un quiosquito con expendio de bebidas y pizzas al paso. Del presente de las chicas poco se sabe, algunas se fueron de la ciudad, otras pasaron a cultivar perfil bajo para el bienestar de sus familias, y hasta hay quienes dicen haber visto en 1995 a Maira Ferrari y Laurita Fleitas cenando una parrillada completa en el “Nuevo Cid” de la ciudad de Rosario, a modo de festejo por la reelección presidencial de Carlos Menem. Pero nada de esto se pudo demostrar con veracidad.

Ampliación del campo de batalla

En 1994 Chris de Burgh vuelve por primera vez a la Argentina, más precisamente a la provincia de Santa Fe. Vuelve para conocer junto a su mujer y sus hijos la ciudad que lo vio nacer. No hubo ningún show programado, Chris sólo quería reconocerse en su lugar de nacimiento como un santafesino de veras más. Siguiendo con el relato de mi anónimo confidente, Chris de Burgh solicitó a un periodista local que acompañaba su estadía que lo lleve a conocer la plaza en donde se había dado la batalla de las “Chicas de Rojo”, pedido que dejó sorprendidos a los venadenses allegados porque nadie se explicaba cómo se había enterado de ese trágico e íntimo incidente local. Aparentemente él tampoco quiso explicar cómo supo del hecho. Una vez en la plaza San Martin, De Burgh pidió que lo dejen solo. Testigos del momento dicen que lo vieron caminar cabizbajo por el centro de la plaza en donde finalizó la brutal pelea del 89 y también hay quienes cuentan que lo escucharon entonar suavemente frases de su himno a las chicas que van de rojo. “The lady in red is dancing with me, cheek to cheek. There’s nobody here, it’s just you and me”… Pero este último detalle debo dejarlo en el plano de la ficción.

 

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