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La Bomba de Tiempo prepara tambores en el Dixon

Esta noche, a partir de ls 23 en Willie Dixon sonará la gran potencia rítmica para entrar en trance. Santiago Vázquez, ideólogo de La Bomba de tiempo, explica la singular propuesta.

Por Javier Hernández/El Ciudadano.

A partir de lenguajes propios que se materializan en energía y baile, diálogos sensoriales que rompen divisiones jerárquicas en torno de qué es un artista y qué lugar le corresponde al público, La Bomba de Tiempo llega esta noche a Willie Dixon (Suipacha y Güemes) para mostrar, a partir de las 23, por qué sus shows se conocen como “trances de baile y música pura”.

Creada en 2006 por Santiago Vázquez, la banda está formada por diecisiete percusionistas que dan rienda suelta a su sensibilidad musical sobre lo que sucede en el aquí y ahora de cada presentación.

Para ser sentido con el cuerpo y la mente, “en algún momento del concierto, la sensación, tanto nuestra como del público, es la de estar en un trance de baile y música pura, en un festejo. Se siente un nivel muy profundo en relación con la comunión con el ritmo y con los demás, de estar juntos bajo un mismo ritmo”, explicó Vázquez.

Con un lenguaje de más de cien señas que se suman a lo que denominan “improvisación dirigida”, Vázquez explicó a El Ciudadano: “Ningún concierto es igual a otro porque lo que tocamos está improvisado desde el primer momento hasta el último del show”.

—¿Qué diferencia un show de La Bomba de Tiempo de un recital convencional?

—La Bomba es un grupo de diecisiete percusionistas que hace improvisaciones dirigidas con señas. Eso quiere decir que ningún concierto es igual a otro porque lo que tocamos está improvisado desde el primer momento hasta el último.

—¿Cómo se compone este sistema?

—Para darte una idea, es similar a un sistema de sordomudos, de señales con las manos, pero en el que cada cosa representa un concepto rítmico, de manera que el director le puede pedir a un músico que improvise, que cambie de compás, que repita lo que está tocando o memorice para tocarlo más adelante. Son algo más de 130 señas.

—Que sirven a lo que ustedes llaman  “improvisación dirigida”.

—Es un lenguaje vivo. Es una improvisación dirigida por un director o coordinador que conoce un sistema de señales. Las señas son propias y con ellas logramos que cada concierto pueda rescatar la energía de ese momento, teniendo al público como parte de la creación de lo que está pasando. Así, cada concierto es distinto, y podemos jugar con el público palpando muy afinadamente lo que está haciendo falta en la pista, porque es música para bailar.

—¿Cómo eligen los disparadores que guían la improvisación?

—En cada concierto hay entre tres y cinco directores. Lo que el director hace, cada uno con su estilo, es tomar lo que está pasando. Si algún músico sugiere una idea interesante que se puede desarrollar, se parte desde ahí. No existe una idea preconcebida al momento de empezar a tocar. Puede haber alguna idea pero, en general, lo mejor es lo que surge de estar muy alerta, despierto y dispuesto a tomar lo que está sucediendo, incluso los errores. Mediante la improvisación, podemos rescatar lo que sea que está sucediendo en el momento y convertirlo en música.

—¿Cuál es la importancia de que la gente baile?

—Es música para bailar. El lenguaje de la banda está pensado para ser sentido con el cuerpo, no sólo con la mente; de hecho, uno de los desafíos del grupo cuando arrancó fue poder utilizar recursos rítmicos de músicas más sofisticadas y no bailable, para que se sienta con el cuerpo, que se pueda bailar, que sea totalmente universal, que no requiera un entrenamiento ni conocimiento previo de ningún tipo. Que el lenguaje sea de improvisación nos permite rescatar todas las influencias que cada músico tiene en su formación, de modo que no es un grupo de un estilo en particular: no es música brasileña, candombe, batucada, murga, electrónica, ni rock, pero tiene un poco de todo eso además de jazz, tango y folclore, en la medida en que se van mezclando las influencias de todos los músicos.

—¿Cuál fue la importancia del boca a boca en el crecimiento de La Bomba?

—La banda empezó en mayo de 2006. A los tres meses de ensayos, me pareció que se podía empezar a abrir al público de forma que la gente pueda empezar a participar, no sólo como uno que ve un espectáculo terminado y participa como público, sino para ser parte del proceso de transformación y creación del mismo grupo. Empezamos a abrirlo en Ciudad Cultural Konex (barrio del Abasto). De trescientas cincuenta personas que empezaron yendo, muy gradualmente pero sin pausa, al cabo de un año ascendían a mil quinientas. Fue una expansión que se comunicaba boca a boca y donde la gente disfrutaba del venir, entendiendo que era un espacio para encontrarse y disfrutar del ritmo y bailar; no tanto como un show que uno ve una vez y listo. Son espacios sociales y culturales, no es sólo un show.

—¿Cómo reacciona la gente a los ritmos que proponen?

—Se produce una fiesta, algo parecido a una rave pero de música tracción a sangre, un estado de trance. En algún momento del concierto, la sensación, tanto nuestra como del público, es la de estar en un trance de baile y música pura, en un festejo. Se siente un nivel muy profundo en relación con la comunión, con el ritmo y con los demás, de estar juntos bajo un mismo ritmo.

—Tocás la mbira, un instrumento muy relacionado con lo espiritual.

—Es un instrumento sagrado. La mbira en La Bomba la usamos como un elemento agregado que toco, así como invitados tocan otros instrumentos que aportan timbres e ideas musicales y que hace que nosotros nos adaptemos a diferentes lenguajes. La mbira es un instrumento que efectivamente tiene un poder de llamado espiritual importante, ya que se usa en ceremonias en las que se llama a los espíritus de los ancestros que murieron para formar parte de la comunidad, se los toma como oráculos y se los consulta al igual que muchas religiones afro. De todas formas La Bomba no es un grupo de música sacra, no hace música religiosa.

—El baile sirve tanto para fines artísticos, de espectáculos, como culturales o religiosos…

—En el baile y en los lugares en que se puede bailar se genera una conexión muy importante con el ser puro, con el ser al cual se llega cuando se deja de pensar palabras y se conecta íntegramente con el sonido. Cuando se conecta el cuerpo o el adentro, con el sonido que es el afuera y esa comunión se produce, sin palabras, y uno puede dejar de pensar y entrar en una especie de trance, se produce algo que para mí es de naturaleza espiritual.

—¿Cómo entendés la música?

—Para mí la música es el sentido a través del sonido. Cualquiera que escucha sonido y le encuentra un sentido, belleza, orden, o cualquier forma, yo le llamo música, y en ese sentido, para mí la música no está en el músico sino en el que la escucha. De hecho, un sonido de la naturaleza, la ciudad, o la calle, para uno es un ruido y para otros puede ser música. El músico se encarga de ordenar esos sonidos para que los demás entiendan el sentido que él prefirió, pero la música en sí es ese sentido que va mas allá de las palabras.

—En 2007 el grupo grabó su primer disco; ¿cuándo sale el segundo?

—El disco fue como una especie de registro, un momento de la banda. Fue grabado en vivo en un concierto improvisado, como todos los demás, pero por ahora no nos concentramos mucho en eso o en algo que pueda divulgarse en un formato digital, porque La Bomba de Teimpo no es solamente música o sonidos que producimos, sino el espacio que se genera alrededor. Esa fiesta es como el carnaval: uno puede escuchar un disco de carnaval, pero otra cosa es estar ahí.

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