El sueño del viaje, la inspiración y la necesidad de los encuentros como sentido y aquella lógica de los Cómicos de la Legua, esa juglaría nómade que viene del Renacimiento y el Siglo de Oro Español, que implica llevar el arte escénico a cada uno de los pueblos pero que ahora, más allá de su origen, arma una trama que se comparte y se resignifica.
Ana Otto y Ariel Migliorelli, dos artistas con varias uniones además de la de pareja, dejaron Rosario el jueves último, como lo han hecho tantas veces, a bordo de La Camiona, un motorhome que lleva mucho más que valijas, vestuarios e instrumentos musicales, porque La Camiona transporta sueños.
Ambos aman las rutas y los viajes: primero lo hicieron en moto, luego en ómnibus y en avión, hasta que en un momento el motorhome se volvió una necesidad. Ana es hija de un camionero y siempre le gustó viajar, y el primer registro de conducir que tuvo Ariel fue de Quinta, lo que le permitió manejar mucho más que autos, al tiempo que en su historia de infancia siempre hubo motorhomes y largos viajes en familia. “La Camiona es nuestra casa, una Iveco Daily modelo 96 que es enorme, tiene carrocería ancha, hasta tiene lugar para un somier; viajamos muy cómodos y muy bien”, contó Ariel horas antes de la partida.
El destino presente es el sur argentino, llevando talleres de Teatro Espontáneo y Cine Debate, dispositivos participativos en los que ambos abren el juego a diferentes espacios que confluyen entre la práctica y la reflexión, y que implican encuentros con artistas conocidos, otros por conocer y ese público que de un momento a otro se vuelve protagonista, con una agenda donde son estructurantes los conceptos de géneros, diversidades y derechos humanos, entre otros, pero donde las historias propias y personales asumen un inusual protagonismo en escena.
Ana y Ariel comparten la vida desde hace ocho años, un recorrido que incluye el placer por los viajes y el arte en sus diversidades, todas actividades que se pueden seguir a través del Instagram Nómades Cultura en Movimiento @nomadescultura . Ana es pampeana de nacimiento, psicóloga, y se formó en escénicas en Córdoba, donde vivió hasta 2016 cuando se radicó en Rosario junto con su compañero de vida, destacado músico, productor y desde hace 28 años propietario de Corcovado, un conocido estudio de grabación local del que salieron cientos de discos.
Juntos dejaron en condiciones, una vez más, La Camiona, una Iveco Daily 4910, modelo 1996, que volvió a ser su casa, como lo habían soñado a comienzos del 2020, cuando planificaban salir a recorrer Latinoamérica y los detuvo la pandemia, donde se las ingeniaron, como millones de artistas en todo el mundo, para seguir sosteniendo el tejido social, las tramas previamente armadas y otras que en estos días se vuelven presenciales, a través de un convivio surgido de la insoslayable virtualidad que incluyó, entre tantas otras singularidades, una función con artistas de tres continentes para un foro de Brasil, desde Rosario.
No voy en tren, voy en Camiona
“Partimos con rumbo a La Pampa y después, desde allí, a Las Grutas, que será nuestro primer destino de trabajo pero también de vacaciones, tratamos de buscar siempre ese equilibrio. Es una gira muy linda, muy interesante, de muchos kilómetros. Vamos a pasar por Puerto Madryn, luego Gaiman y después Caleta Olivia con rumbo al sur, para luego cruzar con rumbo a la Cordillera y desembocar en El Calafate y El Chaltén, y ya en el camino de regreso, con muchas otras paradas”, contó Ana, artista formada en las lógicas del Teatro Espontaneo que adelantó que ya gestionaron “gira norte, en total más de once provincias; un recorrido al que sumamos el apoyo de Gestionar Futuro”, un programa de apoyo económico del Ministerio de Cultura de la Nación. Así, con las valijas preparadas, como mucha gente en esta época del año, aunque el periplo comprenda, más allá de potenciales vacaciones, el trabajo, La Camiona se volvió a poner en marcha.
A rodar la vida
“La Camiona es nuestra cómplice, nuestra compañera de aventuras y sobre sus rueditas nos lleva a todos lados. Llegamos a algunos lugares donde los encuentros son con amigues de giras anteriores y hay otras puertas nuevas que se abren”, contó Ana. Y Ariel sumó: “Es una gira que incluye casi todo el país; a la vuelta son quince o veinte días de reacomodamiento y volvemos a salir; en total son una 7.500 kilómetros, alrededor de 47 localidades las que vamos a visitar, incluidas muchas de la provincia de Santa Fe que haremos al regreso”.
Además del corazón y las ganas que implican sueños compartidos llevados a distintos rincones del país y potencialmente de Latinoamérica, La Camiona lleva arte. “Llevamos para compartir, por un lado, una propuesta de entrenamiento expresivo desde el Teatro Espontáneo a la que denominamos Habitar la escena, donde con Ari trabajamos con la música en vivo que es como un gran colchón que nos sirve para potenciar las capacidades expresivas de cada une y para pensar cómo abordar las historias personales de la gente desde un lugar sensible, un lugar que nos invite a la metáfora, que nos invite a generar nuevas poéticas con la gente que llega y con la que nos vamos encontrando, porque cada uno tiene recorridos muy diversos; es armar tribu ahí, reencontrarnos con nuestras memorias y empezar a poner en escena esos relatos”, contó Ana acerca de una de las propuestas.
“La otra propuesta –continuó– surgió en plena pandemia y tiene que ver con un Cine Debate donde trabajamos sobre diversidades no solamente en lo sexogenérico sino también acerca de diversidades funcionales, psíquicas, corporales, étnicas; diversidades de todo tipo junto con otras diversidades que van apareciendo de la misma gente que participa de los debates. Trabajamos con materiales cortos que sirven de disparadores y la intención, porque todo lo que hacemos es arte participativo, es que la gente, desde sus resonancias, nos pueda compartir hacia qué lugares abre sentidos y nosotros seguir aportando materiales”.
“Somos como una especie de VJ del debate –aportó Ariel con humor–; es muy interesante, porque se abren caminos muy diferentes en cada encuentro que surgen de los mismos participantes. Es un proyecto ciento por ciento autogestivo, más allá de que esta vez contamos con el apoyo del Ministerio de Cultura de la Nación, a través del programa Gestionar Futuro. Pero lo importante es que siempre estamos abiertos a propuestas: tenemos donde vivir, cómo movernos y contamos con el equipamiento necesario como para llevar adelante estos encuentros. Y más allá de los temas de agenda que nos interesan, también ofrecemos charlas de diseño sonoro, producción sonora en música y en cine con gente de otras provincias cuyo trabajo viene cobrando una fuerza enorme que en mi caso se ven potenciados por las ganas de salir un poco del estudio de grabación que es mi trabajo habitual”.
Lo propio, lo colectivo
El Teatro Espontáneo es un teatro sin texto o libreto previo, que recupera el protagonismo de las personas y sus historias, recreándolas en una escenificación y poética colectiva. “Entrenaremos el trabajo sensible con nuestro cuerpo, sensaciones, recuerdos, poniendo la vida en escena. El taller está destinado a toda persona que quiera descubrirse en la propuesta grupal: actores, actrices, artistas de todas las ramas, docentes, personas interesadas en la creación escénica o el trabajo comunitario, y no requiere de ninguna experiencia previa”, adelantaron.
“En lo personal, antes de compartir estas experiencias como docente o coordinadora, fue y es algo que literalmente me cambió mucho la vida: el teatro en general pero sobre todo el Teatro Espontáneo abre un universo de registro corporal y emocional muy interesante y de articulación de hacer el ejercicio o ensayar un montón de cosas que después, muchas veces, nos las llevamos a la vida casi sin darnos cuenta y también al revés: eso que en la vida no nos animamos tanto, ahí aparece”, contó Ana que valoró el formato, también, por el encuentro con otras personas, donde se trabaja con lo que sucede en el momento. “Se ponen en juego pedazos de vidas e historias que se comparten: a quién elijo de los que están para que cuente parte de mi relato y así poder ver mi historia una vez más; donde eso que fluye termina generando memoria colectiva viva. Es honrar esos relatos y saber que no necesitamos que nadie los escriba, están con nosotros”, detalló.
A esa iniciativa se suma la música, ese universo sonoro que contiene y acompaña. “Es pura improvisación –contó Ariel–, como las Jam de Danza del CEC, entre otros proyectos que me proponen ese lugar y que me encanta, y es muy poderoso lo que pasa porque la música es un actor más, es parte de la escena, más allá de que algunas veces sostenga o genere un ambiente y en otros momentos sea protagonista. Ese juego lo extraño en el escenario cuando sólo hay música; siento que hay una crisis total en el modo en el que mostramos eso, porque el escenario es el territorio de las verdades. Lo que suele despistarnos un poco es la cuestión técnica, algunos artilugios que algunas veces nos corren de lo verdaderamente importante que son las historias y las personas que están allí poniéndole el cuerpo. Por eso en nuestra propuesta de Teatro Espontáneo, que es tan desprovista, pasan cosas porque no hay mucho más que las personas y tenés a ese «guionista» sentado al lado tuyo”.
Y respecto de este territorio de las verdades, Ana cerró: “Si vamos al teatro y nos reímos, lloramos o nos conmovemos es porque algo de lo que está sucediendo allí es espejo de nosotros y nosotras; si el teatro hubiese sido alguna vez territorio de mentira y no de verdad hubiese muerto hace rato. Y en el Teatro Espontáneo la verdad es más verdad que nunca, tenés a la persona en tu mismo lugar en el momento de la «creaturgia», donde narración y dirección están ahí, toda la audiencia escucha el relato al igual que todos los presentes, es simple y mágico: hacemos una pequeña entrevista y luego proponemos una síntesis poética con eso que nos contaron”.
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