El fenómeno Messi. El reconocimiento mundial de Di María. Los viejos que ya no están y que hicieron grande al fútbol rosarino. Los chicos que quieren seguir con esa conexión que tiene Rosario con la pelota. Una ciudad que vive y respira por Central y Newell’s todo el día durante todos los meses de todos los años. Un pueblo cuyo estado de ánimo depende pura y exclusivamente de lo que pase el fin de semana con Leprosos y Canallas. Rosario es así, es el lugar más futbolero del mundo. Pero a veces hay que parar la pelota, ya que desde hace tiempo se ha pasado un límite, uno muy delicado, que pone en peligro de extinción la pasión.
El asesinato de Ivana, impune aún por la cobardía de Damián Reifenstuel. Hizo que el resultado de un Clásico quedara de lado. La inconducta en su máxima expresión refugiada en una camiseta hizo, como desde hacía tiempo que no pasaba, que un post partido entre Central y Newell’s se escribiera más en las crónicas policiales que en las deportivas.
Las amenazas a Di María y a su familia del último mes de marzo hicieron que Rosario sea noticia mundial gracias a la violencia. También el ataque al máximo referente de la barra del Canalla al terminar un partido en el Gigante que no terminó en muerte de milagro.
Esta misma ciudad que fue conocida en todo el globo por formar en sus canteras a los mejores del mundo mostró la otra cara. Esa que dibujaron aquellos que no les importa nada, aquellos que sólo saben destruir.
Directivos voluntariosos, algunos más preparados que otros. Dirigentes que deciden no volver a las fuentes, vaya uno a saber por qué. Regresar a la cantera, a la formación de futbolistas es una obligación en esta fértil tierra de cracks. Hoy se ven jugadores en los clubes que solamente están porque de la fábrica sale humo una vez cada tanto. Una muestra de ello fue que en el partido donde Newell’s enfrentó a Argentinos (el día que se fue Sebastián Méndez) no hubo ni siquiera un jugador dentro del equipo titular que haya sido formado en el club. Un Central que hoy tiene a los cuatro laterales (los dos titulares y los dos suplentes) foráneos.
Rosario es Rosario por Newell’s, por Central, por Central Córdoba, por Argentino, por Tiro, por el resto de los clubes de la Rosarina, por las escuelitas y por todo movimiento social donde se junten los chicos y chicas a jugar a la pelota. La ciudad transpira fútbol. Pero ojo que ese sentir innato que tiene la Chicago Argentina tiene que ser administrado de otra forma. Formas y métodos que ya fueron utilizados y dieron resultados. Trabajo duro es lo que llevó a que ésta sea la ciudad más futbolera del mundo.
Volver a las raíces, hacer fuertes nuevamente las inferiores es la obligación de los que gobiernan y gobernarán en el corto y mediano plazo a los clubes. Retirar a los violentos de alrededor del fútbol es tarea de los políticos. Limpiar la imagen que tiene hoy Rosario a nivel mundial es tarea de todos.