Fernando Ruiz Díaz, líder de Catupecu Machu, grupo que acaba de editar su nuevo álbum, El Mezcal y la Cobra, consideró que en el rock argentino hay una crisis, “porque ahora se compone y se graba en torno a lo que la radio necesita pasar y a lo que suena en ella”.
En el CD, Catupecu vuelve a arriesgar con buenos resultados luego de un proceso de cambios que incluye el ingreso de Agustín Roncino por Javier Herrlein en la batería, y la salida del manager Fausto Lomba, considerado por muchos el tercer Catupecu junto a los hermanos Fernando y Gabriel Ruiz Díaz.
Reunidos en torno a una mesa, Ruiz Díaz, el tecladista Macabre, el bajista y guitarrista Sebastián Cáceres y el baterista Roncino, dialogaron con la agencia de noticias Télam acerca de la implicancia de este nuevo material discográfico y de las características de esta nueva etapa de la banda.
—¿Este es un disco catártico en razón de que en el proceso se fueron el baterista Javier Herrlein y el manager Fausto Lomba?
—(Macabre) Este disco tenía fecha de grabación para esta época, pero la ida de Fausto y Herrlein disparó cosas muy fuertes en cuanto a lo técnico, lo anímico y lo emocional. Fer (Ruiz Díaz) dijo: “Tenemos que bajar todo lo que le está pasando a la banda al disco ¡Grabémoslo ya!”. Desde ese día, pasaron dos semanas, hasta que entramos a grabar el disco porque había una energía increíble.
—¿Por qué o cómo lo eligieron a Agustín Roncino como baterista?
—(Ruiz Díaz) El nombre de Agus salió automáticamente, pero hay una anécdota anterior: cuando Gabriel (Ruiz Díaz) sufrió el accidente y no sabíamos si iba a salir de esa situación, yo le pregunté en la habitación del hospital: “¿Si te pasa algo, quién es tu reemplazo en Catupecu?”, y por comunicación extra sensorial, porque es mi hermano, me dijo: “Es Agustín”. Y pasó el tiempo y Agustín, que había tocado la batería cuando era adolescente, se puso bien las pilas, empezó a tomar clases con tres profesores y a la vez a trabajar con Sebastián (Cáceres) para aprender todas las canciones de Catupecu.
—¿Da la impresión que a la hora de componer y armar el disco, ustedes son más una banda de estudio que de sala de ensayo?
—(Ruiz Díaz) Nos gusta mucho el estudio; además de tocar en vivo, obvio, sentimos que es un miembro más de Catupecu porque amamos el estudio y viviríamos allí adentro.
—(Macabre) El estudio te permite jugar más con los sonidos y los instrumentos. Para nosotros no es un momento de tedio, disfrutamos mucho el proceso de grabación, de mezcla y masterización, armamos y desarmamos los discos varias veces.
—¿Sienten presión de parte de la prensa y el público que esperan que Catupecu siempre grabe un disco diferente al anterior?
—(Macabre) Es incómodo en cuanto a que todos te están mirando, pero no sobre la exigencia de hacer discos diferentes; apreciamos que la gente vea eso en Catupecu. Lo loco es que debería ser innato en cada artista cambiar en cada disco, pero eso no sucede en todos los grupos o solistas, y el problema es que se repite la fórmula disco tras disco.
—(Ruiz Díaz) Es ley en Catupecu el no repetirnos, pero es incómodo porque hay mucha presión. Vemos que hay bandas que hacen las canciones que la radio quiere y necesita pasar. Antes, en el rock, la radio pasaba la música que el artista disponía, pero hoy se graban discos con el sonido que la radio pasa y así salen centenares de copias de distintos artistas.
—Pero las cosas cambiaron, antes era difícil llegar a grabar un disco y ahora lo complicado es encontrar un lugar dónde tocar…
—(Ruiz Díaz) Nosotros tuvimos un gran balance entre la vieja y la nueva escuela, grabar el CD era caro, salía mucha plata, entonces hacíamos muchos demos en casettes. Con Gaby decíamos: “El disco lo grabamos cuando haya un par de miles de personas que lo compren”, con lo que se nos dio todo un camino en el under de tocar mil veces en mil lugares, algo que nos dio un aprendizaje gigantesco como banda. Ahora, como es más fácil grabar y subirlo a internet, las bandas graban el disco pero les faltan ensayos y conciertos.
—(Cáceres) Ahora, la tecnología le permite a cualquiera grabar un disco, pero eso no te convierte en un artista, de ahí a que grabes canciones lindas pasará tiempo y se verá si estás tocado por una varita y sí sos talentoso.
—¿Y qué otra arista negativa ven en la escena rockera actual?
—(Ruiz Díaz) Es muy nocivo que muchos quieran cumplir la profecía de Andy Warhol de tener sus “15 minutos de fama”, yo no se lo recomiendo a nadie. La fama es muy mala, es tóxica y es más, no le recomiendo a nadie ser rockero. Por algo fue el accidente de mi hermano, porque estábamos viviendo en una película tan veloz que era una montaña rusa. Si lo que añorás y deseás son la cocaína, las groupies y el whisky, entonces no entendiste nada, porque lo que vale es la obra musical. Lo demás sale en las páginas de policiales o en programas de chismes.
—¿Creen que en algunas bandas hay un “achanchamiento” a la hora de componer?
—(Ruiz Díaz) Hay que honrar nuestra tradición rockera de Manal, Los Gatos, Vox Dei, Spinetta, Pappo, Charly Garcia, Virus, Sumo y Soda. Siempre me suena lo que dijo Wallas: “El rock dejó de ser peligroso”, y esa frase es una forma de advertirnos que nos aburguesamos y estamos conformistas.