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«La Cena», una metáfora sobre los miedos de la clase media

El actor, director y docente Carlos Chiappero habla de "La Cena", obra teatral del dramaturgo Roberto Perinelli que se presenta los viernes en La Morada, en la que dirige a Gabriela Gañan, Carlos Morla y Valentín Cipriani al frente del grupo DevotosDisolutos

“Nadie aspira a comprender el abismo. Se lo ve y se tiembla, como yo estoy temblando”, se le oye decir a uno de los integrantes de la familia imaginada por el dramaturgo Roberto Perinelli para La Cena, obra teatral que indaga en la rutina aciaga de una pareja de clase media que ve interrumpida su “saludable” cotidianeidad a partir de que su hija lleva un novio a su casa y éste se convierte en una amenaza.

Desde la semana pasada, el grupo teatral local DevotosDisolutos presenta cada viernes en La Morada su versión de este material que cuenta con las actuaciones de Gabriela Gañan, Carlos Morla y Valentín Cipriani, bajo la dirección de Carlos Chiappero, al frente de un gran equipo de trabajo.

“Se trata del debut de estos actores, es su primera obra y la segunda de este grupo de trabajo con el que estrenamos el año pasado una versión de Las Criadas. El equipo se armó a partir de los alumnos que venían a mi taller de teatro; arrancamos en 2012 y este grupo de gente es el que permaneció en el tiempo, de allí surgió el nombre del grupo, en particular de una escena de Enrique IV, de Luigi Pirandello que habíamos hecho en el taller, donde un parlamento dice «un poco devotos, un poco disolutos», que es algo que nos representa. Así arrancamos, sobre todo a partir de algo del formato del taller que con ellos ya se había agotado, y entonces les propuse continuar como actores, desde la práctica teatral, con todo lo que eso implica, buscando poner una obra en escena y sostenerla durante una temporada en cartel en una sala de la ciudad”, adelantó Chiappero, actor y docente que de este modo empieza a consolidar su lugar como director, a partir de un equipo de trabajo donde los roles, buscando adquirir experiencia, comenzaron a cruzarse.

En La Cena, un joven pasa a buscar a su novia por la casa de los padres para llevarla a cenar. Los padres, minutos antes descubren la presencia en la casa de una cucaracha, y envuelven al muchacho en un juego que encierra aspectos siniestros para tratar de eliminar el insecto. Esta circunstancia, natural y común, se transforma en una situación alucinante y de riesgo para el pretendiente, que comienza a sospechar que no es justamente la cucaracha el insecto que los padres buscan eliminar.

Del realismo al absurdo

“De La Cena me resultó interesante algo que es progresivo dentro del material que va del realismo al absurdo; era un desafío poner en escena esa variable desde la actuación, ese contraste entre el realismo que impone una familia en una casa con una situación bien convencional y otras situaciones que se empiezan a transformar en delirantes o paródicas que son más propias del lenguaje absurdo”, dijo Chiappero, quien expresó su particular interés por jugar entre esos bordes donde se exponen otro tipo de lenguajes.

“En ese desarrollo de lenguaje, de teatralidad –continuó el director–, aparece cierta idiosincrasia de lo argentino, esta cosa de situaciones cotidianas que de repente se vuelven muy extrañas, que de dramáticas y exageradas se vuelven absurdas. En esos recorridos aparece una forma de humor que es muy interesante para trabajar, en relación con esa familia de clase media. Es una familia que más que disfuncional se va desmoronado mientras se resiste a enfrentar una verdad que tiene que ver con el vacío existencial en el que viven sus integrantes”.

“Plasmamos escénicamente y en la actuación esta idea de un comienzo realista que se va volviendo algo exagerado, algo que también intentamos reproducir desde lo escenográfico, con una cocina y un comedor diario reales. Allí, estos personajes se van volviendo extraños hasta pasar del absurdo al hiperrealismo. Hay en la obra una de idea de representación paródica de una serie de convenciones y situaciones sociales conocidas o vividas por la mayoría”, analizó el director.

Incomunicación y clase media

En La Cena, ninguno de los personajes es lo que aparenta ser y a su vez son varios otros, como una forma de despersonalizar a cada uno de ellos. En este juego de ficción, de teatralidad permanente, “se subraya la necesidad por parte de los protagonistas de encontrar otro lenguaje para comunicarse, para no envolverse de soledad, para escapar de una rutina vacía de contenidos y de una existencia sin vivencias”, sostuvo el director. Y agregó: “La visita del pretendiente es fugaz, pero rompe la monotonía de un instante para sumergir al matrimonio nuevamente en la oscuridad, como una forma apocalíptica de delinear la frustración”.

“Hay en la clase media argentina una idea de familia que se intenta sostener a pesar de todo, incluso a pesar de que esa forma está en discusión y entró en crisis hace tiempo. Y se la sostiene desde algo que es artificial, algo que tienen los personajes de esta obra que buscan sostener ese mandato social de una familia que debe permanecer unida”, dijo el director que entiende al absurdo que plantea el material “como el disparador de un humor no de carcajada sino algo de un tono más siniestro; la obra tiene muchos momentos que son en apariencia cotidianos pero en los que aparece algo extraño que se vuelve una amenaza para estos personajes que necesitan catalogar a los demás para estar tranquilos”, expresó. Y completó: “Necesitan saber dónde ubicar al otro, si piensa o no como ellos. Si bien es una obra que tiene sus años, tiene algo que habla mucho de este tiempo: la necesidad imperiosa de que ese otro que no se conoce, se manifieste y así poder saber de qué lado de la grieta está”.

En ese sentido, Perinelli pone la lupa de lleno en el pensamiento conservador de cierto sector de la clase media. “Allí entra la idea de esa amenaza que es la cucaracha, como eso que se infiltra, que molesta y que se puede volver una plaga, que es muy difícil de eliminar por su alta capacidad de adaptación y resistencia; es algo gracioso pero al mismo tiempo es muy siniestro”, expresó el director que reconoció, como lo hace Perinelli en éste como en otros de sus textos, un particular interés por indagar en los confines de la llamada clase media, “que además es para esa misma clase para la que hacemos teatro, un sector de la sociedad que tiene la mayoría de sus cuestiones casi resueltas, un sector que está algo aburguesado, más allá de que pueda haber otro sector de la sociedad que vea este tipo de obras que además se presentan en las salas del centro de la ciudad”.

Para agendar

La Cena, de Roberto Perinelli, con dirección de Carlos Chiappero al frente del grupo DevotosDisolutos, se presenta los viernes, a partir de las 21, en la sala La Morada, de San Martín 771, con entradas populares

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