La esquina pintada de color violeta en Larrechea y Ávalos, en barrio El Churrasco, parece ser un punto rojo en la disputa territorial por el narcomenudeo en la zona norte de Rosario, según se desprende de los numerosos enfrentamientos y balaceras registradas en las inmediaciones de ese lugar, al menos desde el año 2013. Con perfil más bajo y menos exposición mediática que las disputas del sur rosarino, el norte volvió a ser noticia este miércoles a raíz del despiadado crimen de una nena de 5 años, Maite Ponce, asesinada de un tiro en la cara mientras dormía en un sillón por dos motociclistas que desataron una ráfaga de plomo sobre la vivienda. La mecánica no escapa a los ataques anteriores: disparos furtivos a sangre fría desde motos o autos sin un blanco humano fijo. Para los investigadores, la muerte de Maite es un coletazo de la pelea por el liderazgo del territorio entre la alianza de los clanes Romero y Sandoval, liderados por Lichi y Ema Pimpi, respectivamente, enfrentada con la banda de una conocida transera, Olga “Tata” Medina.
A comienzo de 2013, el clan Romero, asentado en Nuevo Alberdi aunque con un pasado de disputa de territorio en barrio Tablada, se hizo conocido tras una balacera frente a un búnker que terminó con tres militantes del Movimiento Evita baleados, lo que desató un miniescandalete político. El mismo año, el clan Sandoval –de Parque Casas– escaló a las portadas tras el atentado contra la casa del entonces gobernador Antonio Bonfatti. También comenzó a hacerse público el nombre de Olga “Tata” Medina, procesada al año siguiente por narcotráfico pero mencionada en 2013 como la ficha inicial que jugaron los federales para terminar desbaratando la operatoria del clan Zacarías y su famosa cocina con 300 kilos de cocaína, caso que por el que este miércoles Delfín David Zacarías recibió una condena de 16 años.
Hoy, al calor de recientes balaceras que han dejado al menos seis muertos en los últimos seis meses, esos clanes mantienen su disputa por el territorio en los barrios La Cerámica, El Churrasco (también conocido como La Esperanza) y Nuevo Alberdi.
Saga de sangre
El pasado 8 de junio Diego Alberto Vallejos, de 32 años, fue detenido en su casa de Luzarriaga al 3900, en Nuevo Alberdi. Frente a la casa los policías incautaron un Fiat Uno que había sido robado en barrio Agote; en su interior había vainas servidas calibre 9 milímetros. Veinticuatro horas antes desde un auto blanco dispararon sobre la vivienda color violeta, en Ávalos y Larrechea, contra un grupo de jóvenes. Maximiliano A., de 24 años, recibió balazos en las rodillas y fue trasladado al hospital Alberdi para ser atendido, igual que un chico de 15 años, que fue herido en el abdomen. Otro adolescente, de 14, ingresó al Eva Perón de Granadero Baigorria, también con un tiro en el estómago. Según la madre de una de las víctimas, desde el mismo vehículo ya habían atacado dos veces en dos semanas a los muchachos en la esquina.
La caída de Vallejos permitió confirmar las sospechas de que la agresión estaba vinculada con otras anteriores a partir de sus vínculos con el clan Romero, ya no sólo por su domicilio, en la misma cuadra que muchos de los integrantes de esta familia. En 2015, lo detuvieron con una tumbera al mismo tiempo que otras dos vecinas iban presas por intentar frustrar la detención de un familiar, Hernán Ramón Romero, alias Lichi y considerado el líder del clan dedicado a un polirrubro delictivo, quien está preso desde 2016 como jefe de una banda dedicada a las entraderas.
El búnker de la Tata
En la madrugada del sábado 2 de junio pasado, Mariano Rodríguez, de 44 años, e Ignacio L., de 22, fueron atacados a balazos por desconocidos frente al histórico búnker de Ghiraldo y Boedo, a dos cuadras de Larrecha y Ávalos. Ese punto de venta, el cual atribuyen a la Tata Medina, es conocido en las crónicas policiales por la cantidad de veces que la Justicia lo allanó: desde 2013, al menos tres. Las víctimas recibieron múltiples balazos y quedaron internadas en Heca, donde Rodríguez murió a los pocos días. Si bien no hay detenidos por el homicidio, los investigadores creen que es parte del enfrentamiento que sobrellevan los clanes Romero y Sandoval contra el de la Tata.
Los cruces de plomo por el territorio entre estas dos facciones también se dan en la cuadra de Medrano al 2600. “Hay un búnker que es de la Tata en una cuadra y otro que responde al clan de los Romero a la altura del 2700. Tras los operativos en 2014, donde desbarataron muchas de las bocas de expendio de la Tata en esa zona, siempre hay disputas”, explicaron los investigadores. Y agregaron que esas diferencias se agravaron tras el asesinato de Bladimir “Bladi” Medina, en un after céntrico, en marzo de 2017. Bladi y Héctor Cejuela terminaron muertos cuando fueron atacados a tiros y puntazos en el vip del local.
Dicen que en el boliche estaba, junto con Bladi, alguien más. Para los pesquisas era Emanuel Sandoval, alias Ema Pimpi, condenado por el atentado contra el entonces gobernador Antonio Bonfatti, en octubre de 2013. Actualmente enfrenta una causa por doble homicidio ocurrido frente a búnker cuya regencia le adjudican, aunque hace poco consiguió, junto con su hermano Lucas, prisión domiciliaria monitoreada con pulsera electrónica.
En Medrano al 2700 fue baleado Milton Ferreira, el hijo de la Tata, en noviembre del año pasado. Llegó manejando al hospital Eva Perón y pudo sobrevivir. Milton está preso desde abril de 2018 por un doble crimen ocurrido en ese mismo lugar un mes antes y considerado un vuelto del ataque que lo tuvo como víctima, cuando desde un auto dispararon contra dos vecinos que terminaron muertos: Carlos Gálvez y Leandro Sarantonelli. Por el caso están también tras las rejas Alan “Berraco” Acosta y Sebastián Contreras.
Milton había sido mencionado como quien se enfrentó a tiros con Bladi frente al club Defensores de América, en zona norte, balacera que causó conmoción luego de que dos niños que jugaban al fútbol recibieran heridas de bala en abril de 2016.
Según la familia Gálvez, la bronca era con ellos. Un tío de Contreras había sido asesinado en la cárcel de Piñero en diciembre pasado, unidad penitenciaria en la que estaban dos miembros de la familia Gálvez. Se dice que uno de ellos estuvo involucrado en el hecho, declaró un testigo. Después, Sebastián se presentó en la casa de los Gálvez y los amenazó a todos, completó uno de los integrantes de la familia, quien remarcó que a pesar de las denuncias asentadas en la comisaría 30ª ninguna autoridad les hizo caso. Otro testigo habló del búnker de Medrano al 2600 y le adjudicó al hijo de la Tata ser quien lo manejaba.
A estos casos se suma el de Roberto Godoy, un hombre de 37 años asesinado el 22 de diciembre pasado frente a su casa de Olivé al 2600. “Volvé a vender para nosotros porque te matamos a un familiar”, decía el papel que le habían pasado por debajo de la puerta los soldaditos tras balearle el frente de la casa donde vivía dos semanas antes de que lo mataran. Por el caso hay dos imputados, uno de ellos el ya mencionado Sebastián Contreras.