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La clase que marca el ritmo

En un libro que aborda su rol preponderante en el devenir de la historia argentina, Ezequiel Adamovsky precisa el lugar de los sectores populares como agente de cambio y su relación conotros segmentos sociales.


Historia. Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003. Ezequiel Asamovsky. Sudamericana.

Por Paulo Menotti

“La acción de las clases populares ha sido tanto o más decisiva que las de las élites a la hora de marcar el curso histórico que atravesó nuestro país”, afirma Ezequiel Adamovsky, autor del libro Historia de las clases populares en la Argentina. Desde 1880 hasta 2003, un texto que reniega del tradicional enfoque de hombres célebres o de la influencia de procesos económicos que se utilizó casi constantemente para reflexionar acerca del pasado argentino. Como segunda parte del trabajo de Gabriel Di Meglio, que aborda el periodo de 1516 hasta 1880, el trabajo de Adamovsky presenta una clara interpretación de procesos como la inmigración, en oposición al mito del “crisol de razas”, o del peronismo, entre otros.
Con un análisis meticuloso, el autor confirma el rol de las dictaduras, esto es, cuando las clases altas no pudieron lograr el dominio de las clases populares por medios democráticos recurrieron a regímenes de facto y se da el lujo de interpretar la fragmentación de la sociedad con las políticas neoliberales de los años 90. Pero, al mismo tiempo, Adamovsky pretende no quedar atrapado en esquemas de comprensión propios del marxismo y forja herramientas que colaboren en el análisis de nuestra historia. En esta entrevista, el historiador, que cursó estudios de posgrado en Londres y se especializó en historia de Europa del Este, aborda algunas cuestiones que surgen de su presente trabajo.
—¿Por qué clases populares y no clase obrera?
—Mi trabajo retoma el concepto de clase como un concepto fundamental para entender la realidad. Las clases se forman en relación con otras: es en la tensión, la lucha o el antagonismo que las clases se recortan como tales. En ese sentido, “clase” no es un concepto demográfico o sociológico, sino político. Las clases sólo se forman como resultado de procesos de articulación política. En ausencia de eso no hay clases propiamente dichas, sino apenas categorías ocupacionales aisladas unas de otras. En las versiones más esquemáticas del marxismo, hay una lectura automatista por la que la categoría ocupacional “obrero” es inmediatamente interpretada como si fuera la clase “proletaria” que antagoniza con la clase dominante. Aunque efectivamente en algunos momentos ambas han coincidido (por ejemplo en algunos países de la Europa del siglo XIX), en la mayoría de los contextos históricos esto no ha sido así. La categoría “obrero” en la Argentina obviamente ha formado y forma parte de la clase proletaria, pero junto con ella hay muchas otras que la han compuesto: peones, empleados, marginales, pequeños productores independientes, pastores, campesinos, pueblos originarios, etc. Preferí utilizar “clases populares” para recuperar la relevancia del concepto de clase, pero sin ceñirlo a lecturas que reducen a esquematismos una realidad histórica marcada por la multiplicidad.

Adamovsky sostiene que se trabajo intenta ofrecer una visión de conjunto del sector

—¿Por qué estudiar a las clases populares?
—Porque la historia argentina es incomprensible sin tenerlas en cuenta. Habitualmente la historia del país se narra a partir de los sucesos que ocurren a nivel del Estado o de la economía, y a su vez tomando como agentes de cambio a las élites políticas, económicas o culturales. Pero la acción de las clases populares ha sido tanto o más decisiva que las de las élites a la hora de marcar el curso histórico que atravesó nuestro país. Por dar sólo un ejemplo, la mayor parte de los derechos de los que gozamos actualmente, han surgido por efecto de luchas intensas de las clases populares que precedieron las medidas que eventualmente propusieron los intelectuales o tomaron los políticos de turno. Mi trabajo intenta restituir la impronta popular en nuestra historia y a la vez aportar elementos para comprenderla en sus propios términos.
—Las clases populares, ¿fueron objeto de estudio o fueron soslayadas?
—En nuestro país hay una larga tradición de estudio de lo popular. Aunque ha estado centrada fundamentalmente en los obreros, hoy tenemos también excelentes trabajos sobre casi todos los sectores y casi todos los temas, aunque persisten otros menos tratados. La historia de la cultura popular, por ejemplo, es un gran agujero negro. Más allá de todo esto, lo que sí faltaba era una visión de conjunto, una narración de la historia popular capaz de conectar las experiencias de sus distintos sectores, desde los afroargentinos hasta los inmigrantes, desde los indígenas hasta los peones de la esquila del sur, desde los obreros ferroviarios hasta los hacheros del monte chaqueño. Mi trabajo intenta justamente ofrecer esa visión de conjunto.
—¿Cómo fue la situación de las clases populares durante los gobiernos dictatoriales?
—Hay una constante en la historia argentina bastante invariable, que es que las clases altas casi nunca han conseguido la hegemonía como para poder asentar su dominio sobre bases democráticas. En parte, eso tuvo que ver con la gran capacidad de organización de las clases populares, y su capacidad de desafiar a las élites. Justamente por eso en nuestro país las clases dominantes debieron recurrir repetidas veces a los golpes de Estado, como modo de intentar disciplinar a las clases populares a través de la represión. Pero es importante destacar que, si hablamos de represión, hay un hilo conductor que recorre tanto los gobiernos civiles como los militares. Algunos de los episodios más tremendos de represión del movimiento obrero, por ejemplo, fueron en momentos democráticos, como los de la Semana Trágica, los fusilamientos de la “Patagonia rebelde” y los episodios de La Forestal, en los gobiernos de Hipólito Yrigoyen y Marcelo T. de Alvear.
—¿Qué gobiernos fueron más afines a las clases populares?
—Las clases populares, por definición, nunca fueron gobierno. Siempre han sido personas de otras clases y con intereses que no coinciden con los de las clases populares, los que han gobernado. Lo que sí hemos tenido fueron momentos en los que las clases populares tuvieron gran incidencia en la definición de las políticas públicas. Los dos momentos más altos en este sentido fueron el primer gobierno de Perón (ya en el segundo las cosas fueron diferentes) y el breve gobierno de Héctor Cámpora en 1973.
—En todo el periodo analizado por el libro, ¿cómo fue la relación de las clases populares con la clase alta y la clase media?
—Esta pregunta es muy difícil de responder sintéticamente, porque en cada período las relaciones fueron diferentes. En algunas ocasiones las clases populares se mantuvieron en antagonismo respecto de las clases altas, lograron formular proyectos de cambio revolucionario y atraer políticamente a una parte importante de las clases medias. Por ejemplo, esto se hizo evidente en torno de los años 1919 y 1973. En otros momentos, por el contrario, las clases populares más bien buscaron integrarse de la mejor manera posible en un escenario marcado por el dominio incuestionado de las clases altas; en esos períodos, de debilidad política de lo popular, primó la fragmentación de las clases populares y el debilitamiento de los lazos de solidaridad con los sectores medios. Es el escenario, por ejemplo, que abrió las puertas para las medidas profundamente antipopulares que tomó Carlos Menem luego de 1989.
—¿De qué modo las clases populares resistieron políticas de los altos sectores de la sociedad y, en qué momentos llevaron adelante proyectos propios?
—La manera en que las clases populares resisten los designios de las clases altas está muy relacionada con su capacidad de formular proyectos de emancipación social más o menos radicales. Cuando tales proyectos están en primer plano, la resistencia adquiere ribetes antagonistas y puede ser muy radicalizada. Cuando, por el contrario, no se percibe un horizonte de cambio posible, las resistencias son más focalizadas y defensivas. Los dos años que señalé en la respuesta anterior –1919 y 1973– fueron precisamente los años en los que la Argentina participó de una oleada global de entusiasmo revolucionario. Por el contrario, el momento neoliberal coincidió también con el momento de mayor descrédito, a nivel mundial, de cualquier perspectiva emancipatoria.
—¿Cuáles serían las principales diferencias de las clases populares argentinas con las de otros países?
—Cada país tiene clases populares con sus propias características, de modo que es difícil hacer generalizaciones. De manera esquemática, uno podría comparar con el escenario de los países del primer mundo, y decir que las clases populares en la Argentina son mucho más variadas: entre nosotros hay trabajadores de diverso tipo, pero también un sector marginal al mercado de trabajo muy extenso, y además variaciones étnicas significativas. En eso nos parecemos a otros países latinoamericanos. Pero, comparado con éstos, el peso de nuestro movimiento obrero ha sido mucho mayor. la Argentina ha tenido uno de los movimientos obreros organizados más poderosos del mundo. Por otro lado, muchos autores coinciden en destacar dos características distintivas del movimiento social en la Argentina: por un lado, la gran radicalidad de algunas de sus formas de lucha, por ejemplo las puebladas o las tomas de fábricas con rehenes en los años 60, o el movimiento de fábricas recuperadas en la actualidad. Por el otro, el gran peso de las luchas en solidaridad con otros sectores, por ejemplo las huelgas no para pedir por reclamos propios sino para apoyar los reclamos de otros grupos, que en otros países han sido menos frecuentes.

Perfil de un estudioso

Ezequiel Adamovsky, nació en Buenos Aires en 1971. Recibió los títulos de doctor en Historia por University College of London (de la Universidad de Londres) y de licenciado por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde es profesor adjunto. Ha sido investigador invitado en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS) en Francia y se desempeña actualmente como investigador del Conicet. Algunos de sus trabajos han sido publicados en prestigiosas revistas académicas de la Argentina, Estados Unidos y Europa y es autor de varios libros, entre ellos Historia de la clase media argentina, 1919 – 2003. Apogeo y decadencia de una ilusión (Planeta, 2009). Además de sus investigaciones como historiador, ha publicado ensayos sobre temas de actualidad política.

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