Aurora Arias está más tranquila. Cuando el sábado a la mañana recibió un mensaje de la abogada avisándole que detuvieron a su ex pareja, empezó a temblar. Estaba en la calle. Miró para todos lados y no sabía dónde ir. Respiró hondo. Después de casi cuatro años se sintió feliz, pero también aturdida. El viernes pasado César Frate, el hombre que en junio de 2014 amenazó con arrojar desde la terraza de un edificio de 10 pisos a su hija de 3 años, quedó tras las rejas. Aurora quiere un cierre y una vida normal para ella y sus dos hijos de 18 y 7 años. Quiere devolver el botón de pánico y tomar un café en el bar de la esquina sin miedo. Dice que su lucha la desgastó y que ahora empieza un nuevo capítulo donde espera que Frate cumpla la condena. En su casa se empieza a respirar distinto.
“Siento que hay algo de la justicia que funciona: la sanción de la gente. La condena se logró gracias a la perseverancia y la lucha. Seguí adelante por mis hijos, por la mujer que soy y la mujer que será Irupe”, dijo Aurora a El Ciudadano.
Aurora trabaja como psicóloga en un consultorio y da clases a niños con discapacidad mental. Siempre habla con serenidad. Su voz carga con la dulzura y las pausas de una persona acostumbrada a escuchar. Sólo se entrecorta cuando recuerda las trágicas horas que vivió aquel 21 de junio de 2014. Aurora relata sin problemas lo que sucedió esa tarde y los días de miedo y lucha que vinieron después. Repite que su ex pareja quiso matar a su hija, como desahogándose, como si quisiera gritárselo al mundo para que todos la escuchen. Lo dice con voz firme, aunque apenas eleva el tono. No grita. Guarda la compostura detrás de la esperanza de pensar en una vida sin miedo, normal.
“Quiero y necesito estar tranquila. No puedo ir al bar ni al consultorio sin el botón de pánico. Mis alumnos me avisan cuando se le prende la luz. Mis compañeras tienen miedo. Ese hombre asustaba a todo el mundo”, relata.
Lo primero que hizo Aurora cuando se enteró de la detención de Frate fue volver a su casa y mostrarle el mensaje de la abogada a su hijo mayor. Lautaro tiene 18 años, terminó el secundario el año pasado y se inscribió en la carrera de abogacía para ser penalista. También quiere anotarse como bombero voluntario.
Aurora cuenta que durante este tiempo su hijo fue un gran sostén, al igual que los profesionales del Centro de Asistencia Judicial (CAJ), a quienes agradece el haberla contenido y apuntalado.
“Fueron tres años y medio terribles. Mis hijos tienen consecuencias psicológicas innumerables. ¿Quién nos devuelve la indignación, la decepción y el caminar con miedo por la calle todo este tiempo?”, se pregunta.
Cada vez que los abogados se comunicaban con ella, Aurora temblaba. “Es traumático reeditar una y otra vez lo que pasó sin tener la respuesta que quería escuchar. Hubo veces donde Frate estaba condenado y después de una audiencia salía nuevamente por la puerta de atrás. La ley no favorece a las víctimas. Siempre a ellos”, opina.
Aurora dice estar convencida que el status social y los vínculos de Frate lo ampararon ante la Justicia. Lo denunció en reiteradas oportunidades porque no cumplía con la prisión domiciliaria. Dijo que él la seguía y amenazaba a ella y sus amigas.
“Quitaba los carteles que yo pegaba en la calle pidiendo a los vecinos que denunciaran si lo veían. Ellos llamaron al 911 y los móviles lo atraparon. Siempre se manejó con impunidad, creyendo que hacía lo que quería”, contó.
Aurora está preocupada por saber cuánto será el tiempo real que Frate estará tras las rejas, después que a la condena de 3 años y 11 meses le descuenten los días de la prisión domiciliaria. “Empieza otro capítulo altamente incierto. Me encantaría pensar que va a cumplir la condena lejos de Rosario, pero no sé qué pasará”, expresó.
Abrir puertas
Aurora describe a Irupé como una niña feliz y hermosa. Pasó a segundo grado, estudia gimnasia deportiva y danza. Habla del episodio con sus amigos y le pregunta a su madre por qué su padre la asustó tanto. “Ahora puede decir que el padre actuó mal. Tiene en claro lo que está bien y lo que no. Si ve a alguien triste, se preocupa y lo acompaña”, contó la madre.
A pesar de la angustia de estos años, Aurora rescata el cariño y el vínculo que mantiene con las personas que la ayudaron y acompañaron en la lucha. Desde el comisario que la atendió apenas recibió el llamado de amenaza de Frate hasta el personal del cuartel de Bomberos que fue al rescate de la nena, a quienes después visitó con sus alumnos.
Para ello, 2018 empezó mejor. La misma semana que detuvieron a su ex pareja, le dieron el cargo de directora en una escuela. “Tenían que cerrarse ciertas puertas para abrirse otras”, concluyó.
Detención y condena firme
El alivio que expresó este miércoles Arias surge luego de que César Frate, de 57 años, obtuviera una condena firme de la Justicia provincial y fuera apresado el viernes pasado.
Tras recibir 4 años y 8 meses de prisión en primera instancia, en 2016, por abandono de persona agravado por el vínculo y amenazas coactivas, la Cámara de Apelaciones de Rosario le redujo la pena a 3 años y 11 meses en 2017. Durante estos últimos años transitó el proceso en libertad bajo fianza hasta que en las últimas horas fue detenido en Paraná (Entre Ríos).
El caso ocurrió el 21 de junio de 2014, cuando un hombre subió con su pequeña hija a la terraza de un edificio de 10 pisos, en Italia al 900, y amenazó con arrojarla al vacío y después suicidarse si Arias no se presentaba a dialogar con él. Tras tres horas de profunda tensión y negociaciones, la Policía provincial y bomberos lograron rescatar a la nena y a su padre sanos y salvos.
El agresor se había separado recientemente de la madre de la niña; además, le había sido dictada una exclusión que le impedía acercarse a su ex pareja y tenía un régimen de visitas para ver a su hija.