El país está en default en muchos aspectos. El principal: la corrupción. Lo económico transita por la estanflación. La inseguridad nos provee a diario de nuevas víctimas y nada indica que este paisaje cotidiano se modifique. Día a día el salvajismo escribe una nueva página. Lo expresado por un médico del hospital Santojanni cobra la dimensión de representar a tantos profesionales de la salud que atraviesan igual situación. En las épocas de la dictadura se le ponía un revólver en la cabeza a un obstetra para que atendiera el parto de una presa en calidad de desaparecida. A 31 años de reconquistada la democracia los delincuentes ingresan a los quirófanos a encañonar a un cirujano. El profesional citado expresó: “Queremos usar nuestros guardapolvos blancos, no chalecos antibalas”.
Hace tiempo vengo insistiendo con respecto al hecho de no reconocernos como pares. Argentina años atrás era un país habitado por personas que podían reconocerse como pares más allá de oficio, condición social, procedencia, proyecto, religión. Nuestro país supo construirse como un país de clase media. Donde la cultura del trabajo, el estudio de los hijos, la casa propia, una jubilación digna eran metas claras y alcanzables. Hoy con un 30 por ciento de pobreza estructural eso se ha modificado absolutamente.
Ante esta realidad que venimos reflejando semana tras semana, lo que debemos empezar a plantearnos es cómo se construye un gran país. Todos coinciden, incluidos los candidatos presidenciables, en que la clave está en la educación. El problema es que si uno pone especial atención al discurso de quienes pretenden gobernarnos a partir del 2016 se advierte que la educación y su priorización es sólo un eslogan de campaña. Aquí vemos que la Constitución del 94, con sus flamantes veinte años, como dice Santiago Kovadloff, “está desoída”.
También podemos inferir que la educación política de quienes se erigen en dirigentes es muy frágil y/o inexistente. Concuerdo con Alejandro Katz cuando expresa: “Los políticos que se exponen en Tinelli no tienen nada que decir y los que tienen algo que decir no lo saben exponer”. Kovadloff insiste: “los argentinos necesitamos que la dirigencia política reconozca el dolor, que tengan el valor de admitir lo que está pasando”
¿Cómo hacer un gran país?, nos preguntamos. El doctor Abel Albino sostiene que para lograrlo es necesario contar con miles de chicos leyendo, estudiando, sacrificándose. Pero lo distintivo o si se quiere el valor agregado pasa por educar para la virtud. Si esto ocurre la solidaridad se va acrecentando, el trabajo pasa a ser el eje de la realización individual y colectiva, el patriotismo el abrazo común de la ciudadanía.
Hoy tenemos, por un lado, la triste realidad de niños cuyos cerebros no responden a los estímulos educativos porque la desnutrición los condenó y los discapacitó. La desnutrición es la única discapacidad generada por el hombre. Absoluta mala praxis política.
Por otro lado están los jóvenes denominados “ni-ni”, terreno fértil para quienes quieran utilizarlos –no ayudarlos– ante un Estado que no reacciona ocupándose de ellos.
También está el caso de los jóvenes provenientes de familias que han podido brindarles educación y posibilidades de futuro, quienes (ante la mala praxis política) y habiendo sido criados en valores, comienzan a realizar prácticas reñidas con la educación recibida; y obligados a pensar en el corto plazo toman atajos no correctos.
Hoy todo indica que los candidatos que exhiben sus ganas de protagonizar la transformación de Argentina no manifiestan aún las cualidades, capacidades y virtudes necesarias para llevar adelante el proyecto de hacer de nuestra patria un gran país. Escuché decir a Eduardo Fidanza una definición a mi criterio y, desde esta realidad, muy certera: “El próximo presidente tendrá que administrar la frustración al mismo tiempo que marcar un horizonte”.
Política en Santa Fe
Por estas horas el mayor movimiento, si del peronismo en sus distintas expresiones hablamos, lo protagonizan los gremios. Actores principales a la hora de brindar estructuras. Claro que, en esta oportunidad, donde sobras indios y faltan caciques; desean ser considerados más allá de las estructuras que facilitan, sencillamente quieren integrar listas.
El jueves un grupo importante de gremios se reunieron. Marcelo “Pipi” Andrada está entre los que sostienen que “primero debemos unirnos y luego escuchar qué nos proponen los candidatos, para posteriormente decidir con quién trabajaremos”.
Veintiún días atrás el senador Carlos Reutemann desafió al peronismo santafesino a ser capaz de lograr la unidad. La responsabilidad de su concreción recayó en las espaldas del presidente del PJ, José Luis Freyre. El silencio puede interpretarse de dos maneras: una asociada con el fracaso de una gestión. Otra con el trabajo denodado y permanente para lograr un objetivo difícil. Según la información que dispongo se trata de esto último.
El logro silencioso alcanzado hasta el momento es el consenso que existe sobre la necesidad de unidad, la consolidación de la misma y el avanzar en un proyecto posible y sostenible. La tarea más difícil pasa por la respuesta a la pregunta más sencilla: “Unidad, ¿para qué?”.